viernes, 25 de mayo de 2012

Un mensaje extraterrestre. De Félix Pettorino. Un poema de Violines de Otorño

Llamada imposible.

¡Aló, aló!
Esta voz es para quien viva allá,
en Alfa del Centauro,
esa gigante y lejana roca
que flota por años-luz
en la frontera
de mi galaxia rumorosa.

Sea quien fueres,
atiende alguna vez este clamor urgente,
que espero surque potente
por las praderas del éter,
hasta alcanzar tu amada Tierra.

Te diré que debes tener de mi planeta
una imagen anticuada.
De seguro que nos supones roca muerta
o luna en llamas,
cascote rojo que rueda a la deriva,
o, a lo mejor,
no sabes nada.

Pero sea quien fueres,
centauro, alfino,
titán, homínido,
golem, cíclope, iguanodonte o alimaña,
no te apiades de mí
ni me desdeñes:
mi planeta existe
y yo ya nací.
Una vez,
para llegar a ser peregrino
de este mundo,
tuve que correr
en estampida
el maratón de los espermios
para lograr en un ovario
el único premio
que suele ofrecerse
al vencedor
de esa carrera absurda:
una vida promisoria,
más bien provisoria,
de animal enfermo.

Desde mi convexo visor de gelatina,
con vanas pailas de antenas
debo hoy adivinar
cómo podrás sobrevivir entre tanto estruendo y llamas;
 presiento bajo tus mares de seco barro ardiente,
el pálido crepitar de las estepas de sal
y me imagino el metálico latir de tus entrañas
retumbando en la noche eterna
bajo el crespor de tus ciclópeas montañas,
hundiendo por doquier cráteres y cavernas,
cumpliendo así,
paso a paso,
el viejo programa
de Gran Ordenador que orquesta el Universo.

Debieras saberlo:
te hablo; luego, existo.
¡Aún estoy vivo!

Quisiera pensar que ya lo sabes,
aunque entiendo que te dará lo mismo,
porque si algún remoto día llegara hasta ti
el débil runruneo
de este mensaje imposible,
yo ya no seré el mismo:
estaré en fino polvo cósmico
convertido,
reposando insensible en algún celeste abismo,
quizás igual que tú, ahora,
durmiendo sin identidad
hasta el final de los siglos
en las llanuras de azul
de este Universo infinito.

Y una vez que de tu largo letargo despiertes,
podrás perplejo ver a tu alrededor
mi pequeño mundo girando y rotando
con su habitual esplendor,
en apariencia magnífico,
aunque muerto,
igual que tú,
al acecho,
aguardando,
infructuosamente acaso,
un nuevo Génesis
sin gases densos,
ni demonios,
sin los torpes seres que somos,
sin pecado
ni maldición.

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