martes, 22 de mayo de 2012

¿Cómo es el amor entre un hombre y una mujer, si ambos son poetas? Por Félix Pettorino


Una bella y sucinta biografía anónima de homenaje (pero cuyo secreto podría ser fácil de descubrir por algún poeta instruido, no detective)

Vivieron un amor sublime y único, disfrutaron su idilio jugueteando como niños, alternando caricias con versos, rompiendo viejos esquemas demasiado clásicos, danzando muy alegres y juntitos los dos mientras inundaban de gozo sus efusiones poéticas buscándole morisquetas líricas a la respetable realidad transfigurada en juegos de luces y golpeteos que, como arte de magia, durante el amanecer de sus noches, se convertían momento a momento en una irradiación de fantasías que tenían la virtud de exaltar los ensueños compartidos.
         Así fue como aquella pasión mancomunada en un solo corazón aprendió y perfeccionó el deleitoso vicio de jugar desarmando lo que se supone hecho y evidente. Gracias a ello lograron crear aquel tesoro que transfigura el espejismo del entorno en un joyel de irisaciones inéditas. Aquellas visiones son las que hacen despertar a los lectores, sorprendidos al verse rodeados de un mundo de quimeras vivificadas que trocaron su captación rutinaria de las realidades (que les decían poco o nada) en ensoñaciones idílicas que  nunca antes fueron sentidas ni experimentadas por otros poetas… Y todo, mucho más que un viaje reiterado, fue una aventura compartida de amor puro casi infantil, que los impulsó a jugar irreverentemente con todo aquello que se da por lógico, razonable o evidente y que subyace en el fondo más secreto de las subjetividades del espíritu.
         ¿Cómo se logró aquel milagro? La esencia de lo que es la poesía nos lleva a contestar que el acontecer maravilloso de aquel idilio fue la varita mágica que sumó dos almas para lograr un éxito espiritual tan patente como el que da a luz a un genio del arte. Y ambos amantes pasaron más allá, no solo de las cosas y de los sucesos que se suponen razonablemente hechos, sino también de la propia esencia del lenguaje cotidiano. Y lograron traspasar las fronteras trazadas por las normas de la gramática, en especial del léxico y la sintaxis, saberes aun no del todo acogidos por los autores de hoy..
         En sus rutinas personales, que distan mucho de ser rutinas de verdad, me los imagino bailando delirantes de loca alegría, entre las veleidades de un viento travieso que vuela sobre los cielos, la tierra y el mar de Valparaíso, al cual se lo juegan por todos los rincones en cerca de una cincuentena de poemas, como si fuera un deleitoso regalo pascuero, donde se alternan, poema tras poema, la S de Armando con la T de Patricia. Se divierten y palmotean como tiernas criaturas cuando experimentan la transfiguración de Eolo que comienza con un soplido suave, fresco y acogedor de su brisa hasta terminar convertido en aquel monstruo vendavalero que emite por el vecindario bufidos tan atronadores como espantables. O el hecho de disfrutar de la locura de una calle que cambia de nombre al trasponer una esquina cualquiera o la de los cerros poblados de casas montadas en un caleidoscopio de colores que al final nunca logra saberse a ciencia cierta a qué sector pertenecen, ya que todo se transfigura y se confunde mágicamente de un lado al otro, como si se estuviera viviendo en un mundo de fantasías.
         Mas, se trata de una fiesta que, como todas las fiestas, debe terminar en algún momento, marcado trágicamente en un punto indefinible del calendario. E inexorablemente llega aquel instante fatídico, conocido por las Parcas, en que Armando, todavía en la flor de su vida de artista maduro y feliz, debe emprender el obligado viaje hacia el otro rostro desconocido por nuestro efímero mundo de quebrantos y alegrías. Y, como es de suponer, Patricia queda sola, muy sola. Afronta la gran pérdida irreparable con el natural dolor y quebranto de la amada que ha perdido para siempre el amor de su vivir. Pero ella sabe ser fuerte en la desgracia. Y siente en su corazón que no puede dejar de seguir soñando con el amor de toda una vida y que tampoco puede traicionarlo abandonando la sublime tarea del arte que con ungida pasión ambos abrazaron hasta el final de los tiempos. Mas, naturalmente no se siente capaz de continuar la ruta regocijada y juguetona de los años precedentes vividos juntos.
          Y sin abandonar su vocación lírica, que es como el alma que le anima su vida toda, continúa su camino comprometida con el Arte y vuelve a los versos y a la pintura. A través de ellos se advierte que se encuentra intacta en su espíritu la musa que la llevara a crear, a disfrutar y a entretenerse con los poemas y las acuarelas que va componiendo. Pero ya no se trata de jugar a patrias, mares y vientos añorados, poetizándolos y desmenuzándolos uno a uno en ese jugar de ángeles risueños que nunca parecía que llegara a terminar.
Ahora ella quisiera volver a romper, a desbaratarlo todo, pero no puede, falta a su lado aquel bello querubín que convertía sus horas de labor poética en un juego tanto o más delicioso que los que vivió en su infancia. Ha quedado en su solitario corazoncito de mujer una úlcera de congoja.
Y retorna a revivir la lectura de sus poemas de antaño, a repasar los bellos recuerdos que aun flotan como hebras deshilachadas de aquel precioso libro de poesías titulado “Poemas de jugar Valparaíso”, que es, sin lugar a dudas “su” obra maestra más premiada y celebrada, tanto la de él (Armando) como la de ella (Patricia).
¡Cómo no dejará de hojear, día a día, noche a noche, aquel valiosísimo tesoro de poesía que en media parte le legó su amado y que los llenó a ambos de éxitos, premios, reconocimientos y sonrisas e irradiaron y siguen irradiando mucho más allá de nuestro centenario Valparaíso!
Y también (¿por qué no?) “Algo para romper”, porque –como ya lo dije– ella ahora quisiera volver a los tiempos del romper, del desbaratarlo todo creando figuras inéditas. Y “Ventana al mar”, esa otra joyita con un ramillete de sonetos y de delicados y afectivos poemas llamados Nanas, que conmueven con su maternal o infantil ternura… Y se entrega una y otra vez a la creatividad o a la relectura de esos afanes, a veces lúdicos, a veces sensibles o emotivos, tan llenos de excelsa creatividad y, ¿por qué no decirlo?, dentro de ellos predominan nuevamente y en letras doradas, por su cantidad y su valía poética, bellísimos sonetos tan intensos en sus juegos de imágenes que ya han llegado a consagrarla como una poeta chilena de impresionante calidad, cuando menos, según lo veo y lo aprecio, a la altura de nuestra inmortal Gabriela.
Hay, por último, en el ya tolerado remanso de su soledad, un retorno  a la pintura, a las hermosas acuarelas realistas, neorrealistas o abstractas en las que predomina, mediante una conmovedora belleza que la invade de amor y de melancolía, aquel retrato en acuarela de su añorado Armando, en la lejana época en que tan solo era un niño inocente y feliz…


No hay comentarios:

Publicar un comentario