lunes, 14 de mayo de 2012

La novia se enferma y teme perder su felicidad para siempre...

La Serena, 18.02.49. Inolvidable Magenito mío: Como sigo en cama, con fiebre, me veo obligada a escribirte de nuevo para contarte mis penurias.
Como recordarás, el 14 pasado fui al doctor a preguntarle si podía viajar con un poco de fiebre al día siguiente, y este me contestó que no, porque era muy arriesgado, por lo cual tuve que postergar el viaje indefinidamente hasta mejorarme del todo. Pero la verdad es que aún no estoy bien. Ha sido un resfrío muy fuerte, parecido al que tú tuviste durante el invierno pasado. Estoy realmente asustada porque ya hace 6 días que no bajo de los 37º, y tú bien sabes que eso es muy sospechoso
Como la temperatura no bajaba y yo quería partir a Santiago mañana sábado 19, ayer fui de nuevo donde el médico que me dijo: “a nosotros no nos gustan esas temperaturas bajas y persistentes, pues son peligrosas”. Y me dio unas inyecciones de calcio a la vena. Son dos combinadas y juntas forman una sola de 10cm3. Agregó que si no se me pasaba la fiebre, tendría que reposar durante 10 días en cama. Imagínate lo que eso significaría para mí y la impresión que recibí cuando me lo dijo. Ayer mismo me puse la primera inyección y hoy en la mañana tenía siempre los fatídicos 37º. Hoy en la tarde me hice poner la segunda inyección y tengo la misma temperatura. Si no me baja la fiebre hasta el domingo 20, tendré que irme a Vicuña, por una semana, solamente para estar lo más luego que pueda en Santiago. En Vicuña estoy segura de sanar porque tendría reposo absoluto y me ayudaría mucho el clima. Iría sola a las Monjas de la Providencia, que ya me conocen, y pasaría tranquila y solamente descansando, pues aquí, con la Moniquita, que ha estado bastante enfermucha, es imposible estar el día en reposo y dormir bien de noche.
No sabes, Magenito querido, cuánto me ha afectado esta enfermedad a los nervios y al espíritu, máxime cuando no puedo estar con la persona a quien más quiero en el mundo y a la única que sentiría dejar viva si me muriera.
Si me baja la fiebre hasta el domingo, creo que podría irme a Stgo. el martes 22, aunque sería arriesgado por la trasnochada. Pero es que estoy desesperada y deseo irme luego, pues sufro mucho, porque temo que me juzgues mal pensando que estoy dilatando este viaje por el puro gusto de prolongar mis vacaciones. Le he ofrecido una novena a la Virgen de Lourdes y una comunión de ambos para que pueda irme sin riesgo el martes, siempre que no tenga temperatura.
Félix mío; ¡supieras todos los negros presentimientos que me han asaltado durante esta inesperada enfermedad! He llegado a pensar que estoy realmente enferma del pulmón, lo cual bien podría ser verídico, ¡ni Dios lo permita! Y me he forjado un cuadro desastroso de nuestra situación en ese caso. Primero vendrían los gastos ocasionados a mis padres, ya que no poseo ningún seguro ni Caja de Previsión a quien recurrir en casos como este. Luego vendría la separación talvez por meses y en seguida una prolongada y triste estadía en Vicuña... ¡Dios mío, cómo he sufrido y sigo sufriendo aún, hasta verme, por fin, libre de esta fiebre que me consume! A veces tengo el presentimiento de que no te veré más y que ya jamás podremos estar juntos. Veo como una nube negra que amenaza de muerte nuestra felicidad y busco y no encuentro las causas que pueda tener Dios para impedir nuestra unión.
Después de mucho pensar y atormentarme, me viene una especie de resignación estoica y me siento dispuesta a todo, pensando que es inútil rebelarse contra la voluntad de Dios y que estos contratiempos son pruebas que Él nos manda para someter a prueba nuestra fe y nuestra fortaleza de espíritu. Por eso, amor mío, pienso que Él se apiadará de nosotros y cumplirá nuestros anhelos si somos capaces de acatar su Santa Voluntad.
Amor mío, te pido por lo que más quieras en el mundo, que confíes en mí y en el amor que siento por ti. No me culpes de esta enfermedad imaginando que ella se produjo por no querer irme antes a Stgo. Fue porque Dios lo quiso y nada más. Y todo lo que pase será porque Él lo quiere así.
Tú bien sabes que sólo a ti quiero y que siempre he deseado estar a tu lado lo más que he podido, porque sé muy bien que sólo tú puedes hacerme feliz. En realidad tienes algo de razón, podría haberme ido el 5 ó el 6; pero fue al deseo de bañarme lo que me perdió y solo Dios sabe que eso fue lo único que determinó que me quedara unos días más en La Serena.
Amor mío, no te sientas mucho si me es imposible irme el martes 22, pues (como te he dicho) las cosas no han variado nada hasta este instante y bien podría ser que ni el martes ni aún el sábado pueda viajar, si es que Dios persiste en castigarme.
Magenito mío, ten confianza en mí y piensa que te quiero mucho y has de saber que hasta con las lágrimas que me hiciste derramar por tu última carta, le imploré a la Virgen que, por favor, tuviera piedad de mí y de nuestro amor.
No te olvides de ir a misa el domingo y de rezar mucho por tu Nechia porque mucho lo necesita.
Amor mío, esta enfermedad tan incierta, a solo días de nuestro feliz encuentro, me tiene deshecha, pesimista, cansada y atormentada. Me siento derrumbada y al mirar hacia adelante, veo el porvenir como una curva ascendente a cuya altura no podré nunca llegar. No sé por qué tengo el presentimiento de que me voy a morir.
Perdona, amado Mageno, estos pensamientos desgarradores con que te atormento, pero debes saber que en el fondo es porque yo siempre me he volcado íntegramente en ti, ya que eres lo único que poseo, la única joya de valor con que Dios me ha regalado.
Amor mío, confía en mí y consuélame. No me atormentes con tus quejas, no me digas palabras duras. Te quiero más que nunca. Te adoro y quiero estar contigo para siempre.
Te besa con locura tu Nechia desolada.


Sin embargo, de pronto, -gracias a la juventud de la noviecita-, las cosas cambiaron radicalmente: 



Las angustias de la soledad por un amor obstinadamente lejano, los temores al incierto futuro que se avecinaba y el distanciamiento y desamparo inminente de los viejos padres queridos, fueron los roedores ocultos dentro del corazoncito de Nechia, que durante su enfermedad la fueron arrastrando gradualmente al borde de la desesperanza. Un resfrío común, producto de tres o cuatro remojones en las playas de Peñuelas había sido para ella el aciago anuncio del fin de todas sus ilusiones.
Sin embargo, a pesar de tanta desventura imaginada en medio de la fiebre, pudo regresar, aunque con algún atraso, a la Capital; pero no tan tardíamente como para impedirle incorporarse como profesora en el colegio de Los Guindos, ya que llegó a la Capital justo a tiempo para iniciar sus labores docentes en dicho establecimiento.
         Las débiles y quejosas voces de consuelo del Mageno revelaron desde un comienzo ser insuficientes para inyectarle una pizca de ánimo que le permitiera afrontar y superar sus quebrantos. Lo que vino a salvarla fue su fe inquebrantable en que, de un modo u otro, recibiría un empujoncito de la Virgen y el apoyo de ese Dios que, según ella lo sabía, jamás abandona a los afligidos que realmente confían en su misericordia.
         Y así fue cómo, cuando aún se hallaba sumergida en un mar de tenebrosos presagios, de la noche a la mañana, se mejoró del todo y pudo, por fin viajar, del todo sana, despejada y feliz, a reencontrarse en Calera con el esquivo futuro, encarnado en el frágil y doliente corazón de su solícito Mageno.
         Desde ese mismo instante, una mano misteriosa, que, según la firme fe de Nechia, movía los hilos de los ángeles custodios encargados de ambos amantes, hizo trocar la angustia, primero en resignación; luego en paz y finalmente en una alegría incipiente que, pese a los obstáculos, terminaría convirtiéndose poco a poco en una radiante felicidad.
         En primer término, el amor terminó por consolidarse, y surgió, como por efecto de un milagroso toque psicológico, una fe y una confianza mutuas que hasta ese momento nunca había existido totalmente entre ambos, a causa de los tropiezos de la vida.

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