lunes, 14 de mayo de 2012

Epístolas del siglo pasado, en esquelas perfumadas, no en e.mail.

(extraídas, con algunas supresiones obvias, de la novela "Amor de estudiantes" de Félix Pettorino).

I.-Carta de Él (cariñosamte Mageno, Magenito, perrito choco).

Santiago, 23.01.48. Mi inolvidable y muy amada Nechita: En estos momentos, encontrándome solo, como de costumbre acabo de recibir tu preciosa cartita del día 20 y me dispongo a contestarla en el acto, ya que tengo verdaderas ansias de charlar un rato contigo.
¿Alguna buena noticia? ¿Algún hecho que sea motivo de alegría para nuestros proyectos? Nada eso. Solo mis ardientes deseos de conversar con mi Nechita, de sentirla como si la tuviera a mi lado, ya que no hay nadie a quien quiera más en el mundo. Porque sufro tanto por ella (sí, ¡por Ud. Nechia mía!), que no quisiera que ella siga sufriendo solita por su “ingrato” Mageno, esperando sus cartas. Esperar, esperar... ¡Qué fácil es decir “espérame, amor mío, hasta la vista, luego nos veremos...”; pero ¡qué difícil, qué amargo y qué triste se hace después esta lejanía y este cruel silencio sin remedio...!
Perdona, amada mía, el amor propio de tu Mageno. Es un ser humano y como tal es egoísta. Y como que si no perdonara la obligada ausencia de su Magenita, se entristece y se encierra en un mutismo inexplicable, elaborando en la mente cartas interminables, que solo se piensan y se sienten hondamente, pero no se escriben...
A veces uno se endurece exteriormente, se hace impermeable a la tortura que le impone la presunta ingratitud del ser amado, olvidando las manifestaciones de cariño que otrora le entregara. Es porque, en el fondo, sigue amando con inusitada pasión, por lo cual vive lastimado, como en una pesadilla y no hace sino esperar..., esperar..., aunque sea una página, una frase, una palabra tan solo de quien es la real causa de su martirio.
Esto es que me pasó a mí, dulce Inés, fiel perrita choca mía. Me fue imposible contestar pronto tu bella cartita. El muy necio estaba celoso de todo, de tu ciudad, de tu familia, de tu fiesta, de las nuevas amistades que haría ahí, de todo... Pensaba en esos momentos que tú estabas en condiciones de echarlo al olvido por tonto, por callado, por solitario, por herido. Y se disponía, en un acto de crueldad contra sí mismo, y también, de rebote, en contra de ti, a mantener esta soledad del alma y a prolongar, en castigo, su melancolía insalvable. Y llegaba a pensar, en su desvarío, que así tenía que ser, porque él te amaba y tú lo tenías que olvidar, ya que había pasado a ser indigno del cariño de “Ella”.
Casi patológico, ¿verdad? Así fue como llegué a autoanalizarme.
Ahora miro con ojos muy diferentes estos días de necesario abandono, de autoobligada penitencia y me alegro grandemente que por fin hayan pasado... Sí, Magenita mía, acaso ni tú misma puedas llegar a comprender algún día lo que significa esto. Lo que aplasta y sobrecoge el vivir así, solo, lejos de la familia, trabajando duramente para mantenerme, y sin más compensación que la lectura de tus hermosas cartas. A veces me daba por tomarlas, por releerlas, y las oprimía contra mi pecho, besaba tus fotografías, pero otras veces me arrepentía y me daba miedo sufrir más todavía haciendo aquello y pensando en que prolongarían mi sufrimiento, en que ahondarían las angustias de la soledad y en que me harían sentir con mayor vehemencia las ansias imposibles de estar contigo... y las dejaba a un lado.
Ahora, que estoy volviendo en mí, las tomo entre ambas manos y las empiezo a contar: una, dos, tres, cuatro..., las ordeno por fechas, las leo y las vuelvo a releer. Me lleno de emoción cuando percibo que esas cartas han estado por un breve tiempo entre tus manos blancas y suaves, y que tú misma las has creado, experimento el aroma de mi Inesita en sus tiernas palabras y cada línea me parece una caricia. Reconstruyo tus diligentes idas y venidas en pos de nuestro futuro feliz y, en sueños casi, me transporto a las calles de La Serena, te veo caminar, te veo correr sola, a veces junto a tu madre, tras el destino que ambos añoramos, o te sorprendo recostada en el lecho soñando en cosas íntimas y deliciosas, te capto transfigurada rezando por nosotros, por el futuro de nuestro amor y por nuestros hijos, que vendrán a alegrar aún más nuestas vidas...
Mi perrita muy amada, no sabes lo mucho que me conmueven tus palabras, tus oraciones, tus viajes a la Gruta de Lourdes, (con ese papelito de súplicas que, cada vez que vas, depositas al pie de la Virgen), tus diligencias llenas de ansia y de esperanza y, en fin, todo lo que por propia iniciativa estás haciendo por nosotros. Ello me da a entender que esa “fiammetta” (o “llamita”) de que te hablaba (como una intuición mía de un destello en tu corazón), se ha encendido una vez más en ti, y ha reaparecido radiante, como una vívida manifestación de tu amor, sin riesgo de que algún día se pueda apagar. Y me has hecho renacer la esperanza en nuestro venturoso destino.
Nechita, Magenita, mi amor, mi todo. Mañana espero una carta tuya como algún lejano beso. Mañana pienso ir a retirar la fotografía de ambos cerca de la cumbre del Cerro San Cristóbal. Y que pienso mandártela para que me escribas pronto. Mañana serán 24 horas menos de soledad y de vida sin ti, que eres mi vida.
Hasta pronto, Amor.
Tu Mageno, siempre tuyo, que te besa y abraza fuertemente y mucho: Félix.

2) Carta de Ella (cariñosamente Nechita, Magenita, perrita choca)
).
La Serena, 23.01.48. Mi Mageno muy adorado: Nadie como tú, Amor mío, para proporcionarme grandes alegrías y fuertes emociones, como la que me has dado con tu hermosísima carta del día 21 y tu tierno telegrama. Al ver esas pruebas de tu amor, no puedo dejar de decirte lo que pienso de ti, amor mío, que eres el ser más adorable y amoroso de la tierra. Eres el hombre perfecto para mí, pues tienes las virtudes de ser tierno y apasionado, tal como había soñado siempre a mi ideal. Toda mi vida  había soñado con un hombre que uniera a la pasión un corazón tierno y comprensivo. Ese hombre eres tú, Magenito de mi vida, mi único y gran amor.
No sabes, Amor mío lo emocionada que me sentí al leer tu bella carta. Félix mío, ¿es que me quieres de verdad? De otro modo no podrían salir de tus labios y de tu corazón palabras tan bellas como las que me dedicas. Son sinceras y ardientes como el amor que sientes por mí, ¿no es así, vida mía?
Félix adorado, en estos últimos días, y sobre todo después de recibir tu carta del día 21 y tu telegrama adorable, no he podido sustraerme al recuerdo intenso de los felices momentos vividos con mi Mageno. No es el recuerdo de siempre, aquellas evocaciones más o menos dulces y apacibles. Es un recuerdo fuerte, apasionado, mezcla de realidad y de imaginación, que es dulce al comienzo, pero luego se vuelve amargo, a medida que se acrecienta, y al final se convierte en tortura.
Ayer me invitó al teatro (cine) la Ángela Santander (esa chiquilla que siempre encontrábamos en el Pedagógico y que estudia Biología). Vimos la película llamada “Una noche en el Paraíso”, en colores, protagonizada por Merle Oberon. Se trata de una cinta muy bonita, sobre todo por tratarse de una pareja que se amaba con locura. Félix querido, había unas escenas románticas tan bellas y emocionantes que se asemejaban mucho a los momentos más felices de “Nuestro Amor”.
Anoche casi no pude dormir pensando en ti y recordando uno a uno los minutos vividos junto a ti. Desperté muy temprano soñando contigo y después, entre despierta y dormida, prolongué hasta lo más que pude esos momentos de ensueño que preceden al despertar. Soñaba que me besabas, que yo te acariciaba, y que tú me abrazabas hasta hacerme daño. Mageno amado, quiero estar contigo, pues sólo tú puedes darme la felicidad que mi alma me reclama, porque a ti sólo quiero para siempre y por toda la eternidad.
Amor mío, si no resulta lo que quiero, que es estar contigo en Santiago, no sé qué haré, sufriré tanto o más que tú. Tengo miedo, un miedo terrible de no poder quedarme en Santiago junto a ti. Estoy optimista, porque nos amamos; pero temo al futuro, a ese futuro tan incierto, que puede ser esplendoroso y feliz, como triste y amargo. Daría una vida por saber si en marzo me puedo quedar en Stgo. o no, si podré cumplir mis sueños de amor con mi querido perrito choco, o tengo que conformarme con vivir separada de él... Y me vuelve ese miedo de todo... ¡Cómo saberlo, Dios mío!
Magenito adorado; Tengo que decirle una cosa. Ud. sabe que me encanta que me diga cosas lindas y apasionadas; pero, Amor mío, en su última carta me dice cosas muy bellas para mí y para ti; pero que podrían ser equívocas si las lee otra persona. No le digo esto porque yo le esté mostrando sus cartas a alguien. Yo las guardo lo mejor que puedo, pero estoy pensando que una vez en la Hda., cuando la Elena y yo nos vayamos a Cerrillos, mi mamá, con esa curiosidad de madre que tú comprendes, puede hurgar y encontrar tus cartas aquí en La Serena. sabes que por mucho cuidado que yo ponga en guardarlas, puede encontrarlas, porque yo no tengo nada con llave, ni siquiera una cajita donde estuvieran seguras. En consecuencia, Amor mío, siga diciéndome esas cosas bellas con que suele encantarme, pero fíjese bien de que no tengan otro significado... Por favor, Mageno adorado, no tomes a mal esto que te digo. ¿Me lo prometes?
Piense mucho en su Nechia, que no hace más que recordarlo y reza para que le vaya bien y esté lo menos abrumado posible. Hasta luego, amor mío. Déjeme besarlo bien fuerte y prolongado, hasta quedar extenuada de tanto hacerlo. Hasta pronto, Magenito de mi vida.
Lo abraza y besa billones de veces. Su Nechia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario