lunes, 30 de julio de 2012

Documento histórico: Primer Himno de la U. de Playa Ancha. (Letra de Félix M. Pettorino).

       Himno de la Universidad de Playa Ancha.
                                                               [vigente en la década del 80 durante la rectoría de Da. Olga Arellano Salgado, Q. E. P. D.]      
                          Coro

Juventud, gran crisol de maestros,
abre paso a tus ansias de dar,
corazón generoso dispuesto
a sembrar con amor la Verdad.
Juventud, en el aula te esperan
mil miradas de niños en flor,
disciplina y virtud son tu escuela
para darles saber y valor.


                        I

Que en las Ciencias encuentres el gozo
infinito de la Creación;
en la Historia de Chile, lo heroico;
en las Artes, la mano de Dios;
y en la enseñanza lo más hermoso:
¡la alegría de ser profesor!


                         II

Que este templo ilumine tus pasos
en la búsqueda del ideal,
como faro que extiende sus rayos
tras el velo de la tempestad,
y entre luces del Puerto, tu brazo
lleve siempre la antorcha inmortal.


                         Coro

Juventud,  gran crisol de maestros,
abre paso a tus ansias de dar,
corazón generoso dispuesto
a sembrar con amor la Verdad.
Juventud, en el aula te esperan
mil miradas de niños en flor,
disciplina y virtud son tu escuela
para darles saber y valor.

CUESTIONARIO A FÉLIX M. PETTORINO.


Contestado en Viña del Mar, el  24 de agosto del año 2006.

1.- ¿Desde cuándo usted está ligado a la Quinta Región? ¿Nació en Valparaíso?
Nací en Valparaíso en 1923. Regresé a mi ciudad natal en 1952. En 1969 emigré a Viña del Mar, primero al cerro Recreo. Luego, en 2002, a la Población Vergara donde resido actualmente..

2.- ¿Con qué ciudad se siente más identificado? ¿Por qué?
Desde el punto de vista espiritual y afectivo, evidentemente que me siento más identificado con Valparaíso, no solo por ser mi lugar de nacimiento, sino por toda la monumental historia de desafíos que hay tras esa denominación: el trozo de mar en que emergió la primera Escuadra Nacional y luego la Expedición Libertadora rumbo al Perú, el diario más antiguo de Chile actualmente en creciente proliferación y vigencia, los grandes escritores, como Rubén Darío, Joaquín Edwards Bello, Augusto D’Halmar, los magníficos pintores que fueron Mauricio Rugendas, Juan Francisco González, Thomás Somerscales, Camilo Mori; la primera emisión televisual de la UCV, el Congreso Nacional radicado aquí. Otra cosa es que por razones de comodidad (y también de seguridad) me encuentre radicado en su hermana menor, Viña del Mar. La verdad es que hoy por hoy no resulta tan cómodo ni seguro caminar libremente y a toda hora por cualquier calle, avenida o plaza de Valparaíso.

3.- Como ciudadano, ¿una persona puede generar apego a su comuna?
Pues, realizando obras de bien público, que sean beneficiosas y perdurables, y no solo desde el punto de vista puramente físico, como en el área de la construcción, salud o economía, sino también en el aspecto espiritual y cultural: la labor solidaria, la creación artística, la invención tecnológica y la investigación científica. La educación y la cultura demandan actividades vitales que naciendo y floreciendo en cada ciudadano, se proyectan como fuerza revitalizadora hacia el futuro, no solo de la región, sino de toda la comunidad humana y trasciende los limitados contornos del país. Es una tarea necesaria que comienza en el hogar, sigue en la escuela o en la universidad y se proyecta por toda una vida. Por eso es tan necesario que todo individuo de esta tierra tenga acceso al privilegio de la educación y la cultura.

4.- ¿Cómo cree que los ciudadanos han ido colaborando a través de los años para sacar adelante esta región?
De modo desuniforme y vacilante, cada uno con su especial visión de la vida en comunidad. Todavía en Chile se ve mucho individualismo con escasa consideración al bien común. Basta mirar el estado en que se hallan nuestras calles, las fachadas de nuestras casas, los desechos y grafitis avistados por doquier. Un espectáculo deprimente no solo para sus pobladores, sino para cualquier visitante que viene a disfrutar de este “Patrimonio de la Humanidad”. Pero por suerte nos quedan todavía almas creadoras, generosas, visionarias, personas que poseen el afán de mejorar las desigualdades sociales, los males comunitarios, el combate sereno y criterioso contra lacras sociales, como la delincuencia, el alcoholismo y la drogadicción.

5.- ¿Qué importancia tiene la población en esta tarea?
Toda o casi toda. Se trata de un tema que es más propio de la “soberanía popular” o “imperio colectivo”, que de las decisiones circunstanciales de la autoridad. Comienza en la cultura que debiera entregar cada hogar y cada escuela, el amor al prójimo sin distinciones ni discriminaciones, el cariño a la naturaleza, la protección del entorno en que aún podemos convivir. Cultura por sobre todo, la que conduce a la verdadera “civilización”, al desarrollo de la creatividad, del buen criterio, de la inteligencia y espíritu solidario del hombre en todo sentido.

6.- ¿Qué cosas del pasado regional usted echa de menos?
El pasado, pasado está, aunque solía ofrecernos algunas cosas mejores que los “bienes” actuales, como la casi nula contaminación del ambiente, la inexistencia de la drogadicción y del sida como males sociales, la seguridad ciudadana y la gratuidad de la educación fiscal en todos los niveles. Sin embargo, fuerza es reflexionar sobre el presente, hacer las cosas bien, pensar derechamente antes de actuar, procurando crear un mundo mejor para el futuro.

7.- ¿Recuerda alguna anécdota que haya sucedido en esta región?
La mejor anécdota (aunque de desenlace trágico) que recuerdo data del siglo antepasado (entiendo que en 1866) cuando el presidente José Joaquín Pérez fue invitado a navegar por la rada de Valparaíso en el submarino recién fabricado por Duprat. El mandatario, con su cachaza de roto chileno, por toda respuesta le denegó tácitamente la invitación: –¿Y si se chinga? Y así fue no más. El artefacto se hundió y murieron todos sus tripulantes, empezando por su inventor.

8.- ¿Cómo ha ido creciendo esta región respecto del área de las Letras?
“–Mahoma”– diría yo en chileno, dentro del contexto de los tiempos en que vivimos y del país en general. Tenemos varias universidades abocadas al estudio de las poco apreciadas “humanidades”, que hoy no dan para vivir holgadamente a ningún profesor que logre formarse en ellas, y ni siquiera al escritor o artista, el poder usufructuar como autor de los libros o productos informáticos que ofrece el mercado, esto último gracias a una indiferente y generalizada piratería que cuenta con la complicidad de los propios ciudadanos. Lo peor es que en esta “política de mercado” se ha llegado a concluir que arte y cultura no sirven para incentivar la economía ni para producir grandes ganancias inmediatas en dólares o euros, por lo cual se las suele desdeñar o dejarlas calladamente como “parientes pobres”, aun en las políticas “oficiales” de los diversos gobiernos de turno.

9.- ¿Qué falta por hacer al respecto todavía?
Sin ser “político”, podría sugerir algunas medidas para subsanar carencias observables en el Chile de hoy: 1) Retornar, aunque sea gradualmente, a la gratuidad total de la enseñanza fiscal, tanto escolar como universitaria. Razón: la educación, como la vida, es un don gratuito y la viga maestra en que descansa el futuro de las naciones. Si ello implica un mayor gasto, resolver con valentía y decisión el problema con impuestos a las mejores utilidades y rentas anuales de personas naturales y empresas. 2) Una política de Estado para optimizar el rendimiento profesional de los maestros sobre la base de incentivos a los más capacitados, y cursos de reciclaje o perfeccionamiento para los de situación académica más precaria. 3) Hacer todo lo posible por mejorar ostensiblemente la situación económica de los hogares más pobres. Reajustar en un altísimo porcentaje la asignación familiar, sobre todo la de los hijos, de modo de estimular el crecimiento demográfico del país y hacer más llevadera la situación en que se debaten los más necesitados, que son los que generan más descendencia. 4) Estimular la cultura en todas sus manifestaciones: investigación científica y tecnológica, artes (teatro, música, pintura, escultura, literatura, etc., retornando, además, a la asignación de premios anuales en estos rubros de la cultura.

10.- ¿Qué consejos le daría usted a las generaciones venideras?
Que se preparen con ahínco a fin de afrontar el futuro y para servir en la mejor forma posible a sus semejantes. Que sean idealistas, pero más de un trabajo “real” que de sueños irrealizables. Que, sin dejar de exigir, tratemos de acceder a nuestros logros por nuestros propios medios.

miércoles, 25 de julio de 2012

Mi hermano Nancho vaticinó hace ya cerca de 40 años el cambio climático y sus estragos.

Proclama de Nancho (bajo el seudónimo bíblico de Josafat), entregada a consideración del público por Radio Minería de Viña del Mar el 12 de octubre de 1972, dirigida al periodista Gustavo Lorca, pero -según la declaración del artista-, “nunca divulgada”.

     Hace aproximadamente un año, esto es, en octubre de 1971, fue lanzada una campaña pacifista en nuestra zona con la finalidad de requerir el concurso de todos los sectores de la ciudadanía y muy especialmente de las autoridades e instituciones educacionales y científicas.
Esta iniciativa tiene por objeto informar a la opinión pública en general, sin distinción de credos políticos o religiosos, acerca del peligro real e inminente del aniquilamiento del género humano que representa el poder atómico, las armas químicas y bacteriológicas, la contaminación ambiental, el fanatismo ideológico y otros males semejantes que desde hace bastante tiempo están asolando a los habitantes de nuestro planeta.
El llamado ha sido distribuido en casi todos los medios informativos de la provincia, especialmente las radioemisoras y periódicos, y a través de carteles colocados principalmente en cines y locales comerciales.
Hasta ahora nadie ha respondido, ni siquiera los que se dicen defensores de la paz.. Ayer, en un acto de homenaje a los delegados del Congreso de la Paz Mundial, se solicitó la autorización para aprovechar la oportunidad de entregar esta idea a las distinguidas personalidades que nos visitan. Subí al escenario a fin de dirigirme con el corazón abierto a toda persona de buena voluntad que quisiera escucharme. Pero no bien comenzaba a exponer mi pensamiento cuando fui interceptado por los dirigentes del acto en forma vergonzosa, no que me afectara a mí, puesto que me hallaba cumpliendo con un deber de conciencia, sino al respeto hacia nuestro país y a nuestras visitas, considerando que se trataba de una actitud en que se ejercía la violencia frente a pacifistas de nivel mundial. Con ello quedaba demostrado que una ceremonia como la mencionada, sujeta a tanta solemnidad y protocolo, era más bien una exhibición sin substancia de un anhelo real de paz, salud y bienestar ciudadano. Ahora yo quisiera una respuesta del hombre común de nuestro pueblo, cuyo mayor anhelo, que es la seguridad y la tranquilidad para su familia, no debe ser amagado con estas absurdas reacciones de fuerza, ni menos aún, con el engaño de falsas promesas.
Concretamente solicitamos a las autoridades e instituciones laborales, sociales y públicas que adopten las medidas necesarias para organizar exposiciones y conferencias con difusión a través de los medios de comunicación, a las Juntas de Vecinos, Iglesias, Universidades, lugares de trabajo y establecimientos educacionales, donde cada especialista pueda aportar sus conocimientos y experiencias en pro de la paz. Podríamos, por ejemplo, extender una invitación al Sr. Carlos Muñoz Ferrada para que nos informe acerca de los efectos de las explosiones nucleares subterráneas en relación con los sismos. Algún médico profundamente interesado en la salud de la población podría explicarnos en términos simples los reales estragos de la radioactividad en el organismo humano. Otros científicos podrían dar cuenta de esos mismos efectos en la extinción de la flora y la fauna marina, en la vegetación terrestre del planeta y en los campos de cultivo. Y denunciar, de una vez por todas, que las grandes potencias, obsesionadas por mantener su hegemonía en el planeta, siguen experimentando y fabricando armas de un creciente poder destructivo, como el “napalm”, o las ametralladoras cada vez más masacrantes, junto a diversas otras armas químicas o biológicas que incluso han llegado a ser fumigadas sobre aldeas indefensas. Que se haga pública la maléfica labor de aquellos “sabios” que siguen poniendo sus conocimientos y experiencias al servicio de la destrucción masiva, empleando su precioso tiempo en el cultivo de gérmenes bacteriológicos o virales cada vez más mortíferos e inmunes a todo tipo de antibióticos. Y hasta se ha alardeado con absoluta irresponsabilidad que bastan 500 gramos de gérmenes del cólera para lograr el exterminio de todo el género humano.
Para nadie es un misterio que tantos los países del sector socialista como del capitalista se hallan premunidos con centenares de bases de lanzamiento de cohetes teledirigidos provistos de cargas nucleares, preparados para entrar en acción en el momento en que se los requiera. Aviones y satélites espías sobrevuelan el planeta a toda hora fotografiando cada metro cuadrado de la superficie terráquea. Buques, portaaviones y submarinos atómicos recorren los océanos del mundo envenenando las aguas con sus desechos radioactivos y no solo el mar, sino los vientos y las lluvias esparcen la radioactividad a través de todo el planeta.
Hay millares de personas que trabajan y dependen de la industria bélica, cuyos monopolios están constantemente ideando, promoviendo o estimulando conflictos entre las naciones para fomentar el mercado de sus productos mortíferos. Todo aquello sin contar el problema de la contaminación ambiental que desde hace bastante tiempo está provocando verdaderos estragos en el clima y en la salud de todo el planeta a causa de la producción y uso de maquinarias, vehículos, plaguicidas, insecticidas etc. cada vez más diversificados y numerosos en todos los países y, en especial, en los más industrializados.
Las grandes masas humanas, hipnotizadas o idiotizadas con tanto “adelanto” y propaganda comercial, están desde hace muchos años corriendo hacia el abismo. Ya es hora de unirse y organizarse contra aquel puñado de ciegos e intransigentes que nos siguen manejando a su regalado gusto.
Nuestra advertencia no significa, como algunos pudieran creerlo, un empeño de crear una falsa alarma entre la gente para hacerse notar. Lo cierto es que el contenido de esta proclama es algo muy general y por ello mismo, muy pálido o atenuado comparado con la aciaga realidad que amenaza a nuestro pequeño mundo. Y si a alguien esto le llegara a sonar como un trompetazo de Juicio Final, habría que decirle que no se escandalice con estas, mis pobres palabras, ya que está anunciado en nuestros libros santos que el Día del Señor llegará como aparece un ladrón durante el sueño de la noche, y que, por ello mismo, debemos estar preparados.
¡Gloria a Dios en las Alturas y Paz a los Hombres de Buena Voluntad!

¿Cree usted que todo lo que enseña el papá es bueno?

Los consejos de papá.
                                                   Por Félix Pettorino

         Hay una norma que nunca dejaba de observarse en los tiempos de Maricastaña, esto es, 80 años ha app.: Los consejos y mandatos de los padres siempre había que respetarlos al pie de la letra. Y quien se atrevía a violar una orden paterna estaba casi siempre condenado a sufrir el no siempre breve y sí doloroso suplicio de la correa, especialmente practicado por el progenitor para que el hijo varón “se fuera haciendo hombre”. ¡Ojo!: ¡Las hijas eran intocables!, al menos por el padre…

         A propósito de esta tradición no sé si desaparecida totalmente o en vías de desaparecer, cuento esta breve historia “real” que tuvo la gracia de provocar resultados sorprendentes en aquel niño que no titubeó un segundo en seguir escrupulosamente, no ya las órdenes, que de suyo eran de obligado cumplimiento, sino los meros consejos del papá transmitidos sigilosamente al oído del chicuelo.

         Pero basta de preámbulos y vamos derechamente al grano del relato:

         Fabián tenía un papá famoso por sus excentricidades viriles, que no solo las practicaba él, sino que también disfrutaba haciéndolas ejecutar por el único hijo varón que tenía. Deseaba que su retoño lo imitara en todas sus hazañas “costara lo que le costara” (al hijo se entiende), ya que se daba por hecho que para ser bien “hombrecito” había que llevarlas a cabo sin ningún temor ni reticencia. La fórmula de la hombría era apechugar adelantándose a los hechos por riesgosos que parecieran.

         De este modo, una primera prueba era, por ejemplo ingresar a un espectáculo (cine, circo, estadio, etc., en general a cualquier escenario publico, sin pagar, valiéndose de una artimaña realmente probada como exitosa, la cual era, en el caso de Fabián, adelantarse a un matrimonio simulando ir con ellos, lo cual era muy fácilmente practicable cuando la tal pareja llevaba varios niños adelante, entre lo cuales había que tener la osadía de mezclarse.

         Y como este varoncito, además de obediente, era muy ágil y espontáneo en sus gestos y ademanes, entraba loco de contento, especialmente al cine o al circo y pasaba por la portería de los boleteros como “chicha fresca”, mirando y sonriéndole a su presuntos hermanitos mientras avanzaba a saltitos hasta perderse entre las tinieblas de las luces apagadas del “biógrafo”, como se le llamaba al cine, o del hormigueo de la masa circense, donde evidentemente era muy difícil para los inspectores de ingreso identificar a un muchachito menudo y fácilmente escabullible. Había, además, una excusa hoy inaceptable: los niños más chicos por lo común entraban gratis.

De este modo, un punto (ahora poco ético) bastante bien puesto hoy para el papá de Fabián: su chico pudo disfrutar gratuitamente de los mejores espectáculos cinematográficos y circenses durante gran parte de su infancia. Sabía de memoria los nombres de las películas de moda, de los actores, los circos ambulantes y hasta de los payasos y de los animales que traían. Su padre estaba orgulloso con los extensos conocimientos adquiridos gracias a la audacia y maestría de su retoño…, hasta que un día el chico regresó acompañado por dos policías para poner en conocimiento del padre “la clase de hijo que estaba criando”. Este se limitó a sonreír y a continuación les contestó con desparpajo: “– ¡Son cosas de niños, cosas de niños! Pero no se preocupen, amigos míos. ¡Yo me encargaré de este problema! Y le daré su merecido… Sí, se lo dio mucho más tarde, pero con una barra de chocolates…

De ahí en adelante enmendó su consejo: – ¡Ya es bastante, hijo mío! ¡No lo hagas más! Ya estás “hediondón” de grandote…Así es que cuando quieras ir al cine, al teatro o al circo, pídele plata a tu mamá si yo no estoy…

– Y si usted está, ¿qué hago? – contestó el chico.

-¡Esperas a que yo esté libre para atenderte, pues, cabro leso!

Otro consejo que pudo haber tenido resultados desastrosos fue el que le dio el papá a Fabián el día que lo vio llegar de la escuela sangrando por las narices.

Fabián entró corriendo a su casa en dirección al baño con el pañuelo enrojecido bien apegado a sus fosas nasales para que no saliera “el chocolate”.

El papá se encontraba en el hall leyendo muy tranquilo el diario de la mañana. Y continuó con el periódico abierto que le cubría el rostro, como si no hubiera pasado nada. Pero cuando oyó el cierre de la llave del agua seguido del de la puerta de baño, sin moverse de su sitio, le gritó:

– ¡Fabián, Fabián! ¡Ven acá!

El niño se acercó entre temeroso y avergonzado hasta el sillón de su progenitor.

– Es que me caí de narices, papá, fue, fue un resbalón en, en, en la cla  cla  cla se de gimnasia…

– Por favor, Fabián, ¡no me mientas! Sé muy bien lo que te pasó… ¡Como si lo estuviera viendo! ¡Te pegó un cabro que se cree el matón del curso! ¡Es Fuenzalida! ¡Le da de puñetes al primero que se le pone por delante!

El niño miró a su papa con un espontáneo gesto, que estaba entre la sorpresa y la admiración:

– ¿Y cómo lo adivinaste, papá?

         – ¡Muy sencillo, hijo! ¡Por las reuniones de padres y apoderados! No hay quien no se queje por la violencia que con abuso ejerce ese muchachón contra los cabritos más chicos del curso… Y yo sabía que más temprano que tarde te iba a tocar a ti…

         Fabián miraba a su padre con la boca semiabierta. No podía creer que su “viejo” supiera tantas cosas de la escuela.

                               ¿Y qué se puede hacer ahora, papá? ¿Te vas a ir a quejar contra los profes?
                                
         – ¡Qué profes ni qué profes, cabrito! ¡Me voy a quejar contra ti, Fabián. Porque yo, desde no me acuerdo cuánto tiempo, te he estado aconsejando una y otra vez, que en caso de presentarse una discusión o una pelea, aunque sea con un matoncito como Fuenzalida, hay que proceder de inmediato, de acuerdo con el principio capital de los hombres de pelea: “¡El que pega primero pega dos veces! ¡Nunca hay que esperar que a uno se le venga encima el primer coscacho! ¡Y tú no lo hiciste! ¿Estamos?

                               ¡Pero papáa! ¡Pero si eso me lo has dicho no sé hace cuánto tiempo… Y simplemente se me olvidó.
                                
                               ¡Qué sea por única vez! ¡Ya lo sabes! No quiero verte llegar de nuevo con esa nariz sangrante, que es cosa que le pasa sólo a los cobardes. Los valientes siempre llegan a su casa todo moreteados…; pero orgullosos de haber sabido defender su pellejo y ¡otra cosa!: también muy seguros de que nunca más les va a pasar…
                                
         No había transcurrido un par de semanas cuando el papá vio retornar a casa al pobre Fabián todo machucado, cojeando, con un brazo en cabestrillo y de nuevo sangrando de las narices…

         Esta vez esperó sentado en el  mismo sillón de su padre hasta que él llegó.

         – ¡Hola, hijo! ¡Qué gusto de verte aquí, sentado en mi sillón, como un púgil después de la pelea. ¡Estoy tan orgulloso de ti que ni te lo imaginas! ¡Te felicito, hijo mío! ¡Vas a ser un hombre de valía,  un hombre en verdad valiente. La mujer que tengas va a estar siempre, siempre, orgullosa de ti, porque nunca vas a aguantar que alguien abuse de ella o te ponga un pelo en el lomo. ¡Te voy a dar una bicicleta de hombre de regalo!

         ¿Qué opina usted, amable lector o lectora, de lo que ocurría en muchos  hogares chilenos hace aproximadamente ochenta años?







domingo, 22 de julio de 2012

Tía Amy les advierte a los niños que el árbol vela por el sueño de los pajaritos.

-¡Chit, Chit, Chit...!, susurra el arbolito.  

                                                            Por Amelia Pettorino.

                                                             Chit, chit, chit, muy despacito,
                                               calladitos, ¡aguardad!,
                                               duermen ya los pajaritos
                                               con su papá y su mamá.

                                               Hoy mis ramas son sagradas,
                                               “-¡Nadie, nadie ha de tocar
                                               ni mi tronco ni mis ramas!
                                               ¡Soy del nido fiel guardián!”

                                               “Dormid, dormid, pajaritos:
                                               sólo el aire os mecerá.
                                               ¡Soñad con los angelitos
                                               y con vuestro árbol guardián!”

                                               “Chit, chit, chit, despacito,
                                               calladitos, sin hablar”.
                                               Duermen ya los pajaritos
                                               en su arbolito guardián.

                                               Y vosotros, mis niñitos,
                                               su dulce sueño cuidad.
                                               No trepéis a mi arbolito,
                                               os lo pido por piedad.








El primer beso... y el último. Por Félix Pettorino.



                 [A mi amiga Gina Inostroza Palacios, quien me inspiró el tema].


Hay dos momentos que son trascendentales en la siempre fugaz vida de un amor realmente romántico: el primer y el último beso. El primero, pletórico de tiernas ilusiones y esperanzas. El segundo, el cierre definitivo de una etapa que quiso ser feliz y lo fue, a veces en plenitud casi permanente; otras, solo en contadas ocasiones.

Júzguelo, amigo lector, porque le voy a contar confidencialmente algo de mi propia vida, que ya está a punto de extinguirse como lo acabo de comprobar con el resultado de mi reciente escáner. Aprovecho el momento crítico en que mi leve existencia se debate entre la vida y la muerte, para revelarle a usted lo que fue para mí el primer y el último beso con la mujer amada, quien me acompañó hasta el último instante de su precaria existencia:

¿Qué le puedo transmitir, querido lector, no a su cerebro, sino a su corazón, de lo que fue aquel primer beso de real enamorado que a ella le di con toda la fuerza y la pasión que antes de intentarlo no me dejaba ni siquiera adormecerme en un plácido sueño poblado de ilusiones paradisíacas y a la vez de terribles quebrantos por el solo hecho de imaginar en mis noches de insomnio la posibilidad de un rotundo fracaso?

Pero, después de los tres o cuatro días que se me hicieron eternidades de espera, ¿no me ve usted, más que expectante, tembloroso y perturbado ante la inminencia de un acontecimiento tan importante como es el primer beso que se va a dar soñando con una vida futura plena de felicidad, aunque aquello no resulte del todo cierto como se esperaba?

Porque la verdad es que yo veía en ella al ángel custodio que por designio de Dios y de los hados, estaba (según mis alucinaciones de enamorado sin remedio) predestinada para ser mi dulce e imprescindible compañera de toda una vida. La amaba más que a mi madre, podría decir sin el menor asomo de exageración.

Y cuando estábamos ambos muy juntitos conversando de cosas aparentemente banales en un banquito de un parque poblado de parejas de amantes solitarios, a ratos me impulsaba la sensación de que era “el momento sagrado y preciso” de brindarle mi primer beso de amor, pero luego me retraía al advertir que ella estaba mirando distraídamente la luna llena que en pálida insinuación no se atrevía a mostrarse con toda la nitidez de aquella noche azul que nos sugieren los artífices de la música, la poesía y la pintura con sus divinos “Claros de Luna”…

¡Eran apenas las 7 de la tarde! Faltaba al menos un par de horas para disfrutar amorosamente uno de aquellos auténticos “Claros de Luna”… Demasiado temprano todavía para ofrecerle en el clímax esplendoroso del cielo, ese amor eterno que me afloraba por todos los poros con la exaltación del más rendido de los amantes. . Además, se aproximaba el verano y era del todo imposible disfrutar, aunque fuera de un breve lapso de luna llena, ya que mi niña debería estar acogida en su pensionado universitario no más allá de las ocho de la noche

 Llegó un momento en que mi corazón se negó rotundamente a esperar un segundo más el anhelado advenimiento de esa hostia gigantesca en medio del firmamento… Y mis labios, ebrios de pasión, sin importar los nefastos resultados que podrían sobrevenir como efecto de las ansias de palpar el corazoncito rojo que formaban los de mi  prenda amada, se rindieron a su hechizo y se lanzaron a correr la aventura de intentar la dulce intimidad amorosa de ese húmedo contacto con la mujer querida, admirada y deseada, que era como tocar el cielo con las manos…

Y (como escribió don Luis de Góngora en su famoso soneto, mi intentona fue generosamente recompensada por ”la dulce boca que a gustar convida” aquel néctar de los dioses, cuyo principal ingrediente es lo más inefablemente maravilloso en la humana existencia: el amor de unos pocos instantes vividos “a concho”  como si fueran para siempre jamás…
……………………………………………………………………

Pero (¡lástima grande!) hay también en la vida otro amargo suceso que se vislumbra como remotamente posible y muy hipotético en términos del futuro impredecible que tenemos por delante: ¡el último beso!

Y yo soy uno de los seudo privilegiados, ya que dolorosamente Dios me otorgó la merced de vivir intensamente esa penosa e inquietante experiencia que perdura en mi alma hasta el mismo momento en que estoy garabateando con uncida emoción  esta última página sobrecogedora, plagada de angustias y quebrantos.

La Diosa de la Fatalidad dispuso que Isabel, la adorada compañera de toda una vida, adolecería de un mal incurable: la fibrosis pulmonar, que avanza segundo a segundo a lo largo de la existencia de su víctima sin detenerse jamás, ni siquiera por un insignificante suspiro.

Ella ya había sobrepasado la barrera de los sesenta y sentía a cada soplo de su respiración la angustiosa necesidad del aire que viniera a invadir su torso vacío para colmarlo de vitalidad. No había más remedio que recurrir a los balones de oxígeno, algunos portátiles, a modo de livianas mochilas, otros en forma de gigantes cilindros de negro acero, que fueran capaces de insuflarle los postreros hálitos de vida que momento a momento se hacían más fatigosos que escalar una montaña.

Hasta que llegó, como tenía que llegar, la hora de la verdad.

Fue en la mañana de ese fatídico sábado de julio, apenas 37  años después del primer beso, en que ella, ya pacientemente familiarizada con su mal, solicitara a nuestra nana que la condujera al baño vecino de nuestro dormitorio, a fin de que le permitiera respirar el oxígeno del aire mediante la total apertura de una de las ventanas.

Mientras yo permanecía acostado en el lecho vecino leyendo la trágica novela “Madame Bovary” de Gustavo Flauvert, sentí un grito desgarrador que me impulsó de inmediato a acudir en auxilio de mi amada. La vi, sí, la vi, pero con sus grandes ojos en blanco, exánime, desmayada al parecer, apoyada a medias en el regazo de nuestra nana. En el acto me apresuré a cogerla suavemente entre mis brazos y a conducirla tan presto como pude al lecho nupcial, donde, una vez que la recosté suavemente en la cama, no pude resistir el ansia de besarla y de insuflarle mi respiración boca a boca para que volviera en sí lo más pronto posible, a la vez que, en el colmo de la angustia, le susurraba quedamente al oído palabras que querían ser de un aliento que yo mismo distaba mucho de tener:

-Chabelita mía, amor de mi vida: ¡no te mueras, por amor de Dios!, ¡no me dejes solo! ¡Trata de vivir, aunque sea por unos cuantos días más! ¡Yo llamaré a cada uno de nuestros hijos para que vengan a darte el último adiós! ¡Sé buenita con nosotros, como siempre lo has sido! Te beso para que revivas de una vez y puedas despedirte de todos nosotros, los que sin ninguna excepción te hemos amado toda una vida… Amor mío: ¿me oyes...? Dime, dime, amor, que me estás escuchando y que me entiendes todo lo que te estoy pidiendo… Ella, por toda contestación, movía su cabecita de un lado al otro, sin poder yo saber si la respuesta era un  “sí” o un “no”.

Y llegó el consolador instante en que ella resucitó, si así se puede decir. Sólo me quedaba el don del último de mis besos que mi torpe entendimiento me aseguraba que tendría el poder de revivirla, e ilusionado se lo dejé levemente estampado en sus pálidos labios presumiendo que acaso iba a ser el que -para bien o para mal- iba a sellar definitivamente nuestra breve historia de amor. Y así lo fue, pero en el sentido más angustioso que era dable esperar…

Los otros pertenecen al resto de mis hijos, a quienes les cedí el lugar en nuestro lecho nupcial para que lloraran sus quebrantadas ternezas hasta dar por agotadas sus ansias de confundirse con su madrecita en una argamasa de cuerpos que evocara la más tierna gravidez de aquellos ya tan lejanos tiempos de dicha..

Dos días más tarde, en pos de reiterados cuidados clínicos que resultaron infructuosos, cada uno de ellos logró despedirse tiernamente de su madre después de docenas de ruegos, cantos, oraciones y besos que terminaron en llanto, cuando ella, con su frío cuerpecito a una temperatura casi del mismo hielo, puso definitivamente sus ojitos en blanco y exhaló el último suspiro…

Mientras tanto, sentado a medias en una habitación vecina, lloraba yo sin límites lo que ya se veía como inminente.

Mi alegría de vivir, con toda aquella radiante felicidad tan plenamente disfrutada durante aquellos últimos treinta años, también había dejado de  existir.

viernes, 20 de julio de 2012

Tía Amy lamenta la desaparición de un globito alocado.

El globito alocado.

                                               Este era un globito
                                               de historias sin fin,
                                               corredor del cielo,
                                               como un zepelín.

                                      Ya había volado
                                               junto a las estrellas,
                                               yo lo vi brillando
                                               tan lindo como ellas.

                                               Y el pobre globito
                                               solito se iba,
                                               pasito a pasito,
                                               la ruta perdida.

                                               “-Ven, globito lento,
                                               ven aquí a volar”-
                                               le soplaba el viento
                                               le ordenaba el mar.

                                               “-Ven, globito lindo,
                                               llévanos allá”-
                                               rogaban los niños
                                               casi hasta llorar.

                                               Pero el globo ingrato
                                               no quiso escuchar,
                                               desdeñó a los vientos,
                                               los niños y el mar.

                                               Y el pobre globito
                                               como un zepelín,
                                               sin rumbo, ¡loquito!
                                               encontró su fin.

Algo de la nomenclatura semántica del célebre lingüista chileno Ambrosio Rabanales (Q.E.P.D.).

 He aquí uno de sus más conocidos tecnicismos vinculados a la forma original de crear expresiones con significados ingeniosos adecuadamente clasificados de acuerdo con una terminología ad hoc.


HOMOSEMIA: Sinonimia, léxico de sinónimos, v. gr.: los relativos a la cabeza: azotea, cacerola, cafetera, calabaza, callampa, cepa, chirimoya, coco, cráneo, cuesco, cutrunca, fonolita, lúcuma, mate, melón, paipa, pensadera(s), pepino, sandía, sesera, techo, tejado, terraza, tutuma, zabeca, zabiola, zapallo.

PALINSEMIA: Fraccionamiento de una expresión en segmentos que evocan otros significados, comúnmente con propósito festivo, v. gr.: ¿Albornoz? (‘¿a vos no?’); ¿Onofre? (‘¿o no?’); ¿Iquique es puerto? (‘¿y?’).

PARASEMIA: Sustitución de un fragmento por otro en una frase-cliché con fines expresivos, comúnmente humorísticos, v.gr.: Andar con la mona > andar con el gorila; Mente sana en cuerpo sano > Manzana en cuerpo sano; Las cuentas claras conservan la amistad > Las cuentas claras conservan la dentadura; Hoy por ti y mañana por mí > Hoy por ti y mañana por la mañana, o por la Alameda; Vox populi, vox Dei > Box populi, box Dei.

PERISEMIA: Léxico de atenuación (eufemismo), v. gr.: partir a la última morada, exhalar el último suspiro, dormir el sueño eterno, descansar en paz, decorar el Oriente Eterno, irse al Cielo; o de resignación por medio del humor (disfemismo), v. gr.: parar las chalas, las chalupas, las gambas o las patas; doblar la esquina, entregar la(s) herramienta(s), entregar la jeta a Cristo, ponerse el piyama de palo, partir pa’l Patio de los Callados, olvidarse de seguir respirando, tirarse el peo (de) caballo.

POLISEMIA: Juego de palabras derivado del hecho de que un mismo significante presente diversos significados, v. gr.: El hotel tiene varios pisos. Tiene también sillas mesas, camas, etc.; Es un descabellado, o sea, calvo total. Estoy listón con madera de palo.

lunes, 16 de julio de 2012

Oda a los aviadores de Chile. Por Félix Pettorino



A Gonzalo, el nieto aviador.

Aviadores de Chile:
apuntando vuestras naves rumorosas
por sobre valles recónditos
entre arquitecturas disgregadas de peñascos y fosas,
moles de peñones verticales
y abismos de quebradas overas,
las muchedumbres salen a las calles
agitando pañuelos y banderas
para veros pasar,
con el vértigo de un ciclón de balas
por el mensaje colosal
que traen vuestras alas.

Son  naves de troncos radiantes
emigrando raudas hacia todos los confines
donde llanos de pólenes flotantes
os saludan agitando cabelleras de rubios querubines.
Y mientras los enviones nerviosos del viento
golpean una y otra vez el fuselaje
las rojas corolas de las turbinas exhalan el aliento
que impulsan la altura y velocidad del viaje.

Os rodean a veces estelas de artificio
semejantes a manojos de jazmines
cuyos finísimos hilos
de traviesos volantines
parecen tremolar al desgaire
agitando sus pétalos de variado color
que  juguetean en el aire
como vilanos en flor.

Son gigantes alados
que flotan rugiendo
los sueños imposibles
de los pilotos de antaño.

Son ángeles del cielo enviados,
maná urgido en clamores de alarma
por pueblos desolados,
alas que abaten la saña
del fiero viento blanco
que ruge en la montaña.

Bello, Cortínez, Marsh, Merino,
Ávalos, Parragué y tantos otros
cóndores de las nieves eternas,
pioneros del aire,
abrieron el destino de este Chile alado
desde el histórico morro
hasta la Antártica famosa.

Dagoberto Godoy,
entre el pardo volumen
de las asechanzas de la roca,
traspasó rozando las más altas cumbres
del Ande colosal,
mientras las ráfagas arremolinadas de la cordillera
lo atraían con su peso de cadenas,
pero él, timón en mano, osó remontar el vuelo
en su frágil avioneta,
alto, cada vez más alto,
en busca de esa estrella
que al fin pudo coger
para el azul de su bandera.

Parragué,
en su barca voladora Manutara,
planeando sobre el ancho páramo abisal
del mar Pacífico
hasta nuestro remoto Rapa Nui,
el de los moais legendarios,
avecindó la Polinesia a nuestra gente
en una hazaña de miles de millas
que asombró a todo el Continente.

Aviadores de Chile,
residentes de las brisas más azules,
avizores de policromos retazos
de monte, agua y suelo,
en pos de las cumbres desbordantes de albos copos
entre vapores de gasas y tules,
al bajar al fugaz reposo
sobre la fría losa de aeropuertos y hangares,
sin la suave caricia de rocíos y brisas,
añoráis de seguro el rugir de los motores
trepando muy rectos
hacia el cielo infinito

Y así,
atravesando
vapores de seda, ramalazos de cristal,
cabelleras de agua
y trepadoras de impalpables algodones,
a veces,
entre relámpagos
y bufidos de volcanes
por ahí y por allá,
vuestros aviones
van rugiendo y crepitando
cual dragones imaginarios, centelleando
con sus caparazones de metal recién bruñido,
contemplando y descubriendo
el caleidoscopio terrestre
y el zodíaco celeste.

Y sobre el páramo lunar
de los blancos salares verdiazules,
en medio de inmensas estepas de arena y sal
y toscas pinceladas de lomas bayas
de visos desteñidos, enfilando con las alas en cruz
voláis en lenta travesía
desde esas soledades muertas
hacia los confines de la luz.

¡Y cómo alegra al gentío
el ágil paso de los pillanes diminutos
en formación exacta
entre cirros de primavera!

Halcones en escuadrillas,
estrellas de trueno y plata,
en geométricos racimos,
surcan la orilla del aura,
aran melgas en el cielo
con su concierto de flautas
y trepan las escaleras
del aire en rectas pautas
para caer en remolinos
pintando albas cascadas.
¡Cabriolas de volantines!
Los niños baten las palmas,
la multitud enmudece
y luego ruge y aclama.

Aviadores de Chile,
pilotando esos ingenios voladores
que parlan cien lenguas extrañas
con sus fauces insaciables
de anchas arcas diluvianas,
transportando mensajes,
traspasáis los cinco continentes
hollando sobre el aire quién sabe cuántas cosas ignoradas,
flotando entre cabelleras blanquecinas,
o sobre nubes con rosado plumaje de parinas,
nidos radiantes de un sol que pestañea
junto al ballet de las centellas vespertinas.

En la proa de vuestras naves de acero
vais hilando una mágica aventura
con alas desplegadas,
proyectando sombras de cometas
como saetas rasantes,
mascullando canciones monocordes
con murmullo de abejorros,
yendo,
subiendo,
zigzagueando
y descendiendo
tierra abajo,
como buscando un hogar momentáneamente olvidado,
sin escuchar otro ruido
que el retemblar del motor o las turbinas,
sin vibrar nada afuera,
sólo el áspero fragor del viento
y el paso de nubarrones solitarios,
corceles extraviados,
 proas de metal, espolones trepanando el vacío,
hurgando en los secretos de la Creación,
descubriendo una a una las pálidas estrellas
en busca de la gran lámpara lunaria
que abra, por fin, la senda de la noche.

Desde lo alto del firmamento,
todo se vuelve simetría iluminada,
pozas calladas
y la inmensidad más profunda.
Tan sólo la cordillera,
baluarte, farellón y despeñadero,
lomo de roca nevada
con sus pardos dedos indios
apuntando amenazante contra el cielo
y hondas arrugas en sus palmas agrietadas,
todo se interrumpe y lo detiene
y a veces hasta osa adentrarse en el océano.
Es el gran estandarte de piedra,
el bastión inhóspito
alzado
en medio de la soledad más absoluta
que Dios, con sus manos de nieve, puso,
¡oh, dulce Patria!
para que pudieras defenderte en hipotéticas batallas
y sentirte grande y fuerte
como ella,
en una interminable caravana de adalides,
contemplando el ancho mar,
florecido en un temblor de espumas,
y bajo el gran manto azul, sin brumas
el tremolar de tus naves augurando la paz

Aviadores de Chile,
mientras vuestras alas, desde el mar al muro
cordillerano, vigilen
los cielos más altos y puros,
de nuestro bienamado Chile.
seguiremos disfrutando de un hogar seguro!