martes, 15 de mayo de 2012

Otro cuento magistral del escritor chileno Voltaire Catalán Jiménez, publicado en la Revista Alternativa Nº 22 del 27 de octubre del 2007.



HOMBRE AL AGUA.

       -Bonita cosa, señor oficial, yo vengo a informar a la Capitanía de Puerto la caída de Wendelin al agua y resulta que ahora soy sospechoso del desaparecimiento de mi tripulante. Como le decía al principio, veníamos en mi lancha con el Wendelin y mi hijo Zenobio navegando desde Llancahué pa’ Calbuco.
Ya le dije que eran como las ocho de la noche máso menos. Uno no ser fija mucho en esas cosas cuando pasa lo que pasó. Calculo, porque cuando salí, eran como las cinco aentro en Llancahué y de ahí pa juera son como quince millas hasta la altura de Lliguimán, que fue a’onde Wendelin se mandó al agua.
¿Qué por qué me demoré en recorrer esa distancia. Córtela, si yo no andaba na en auto, iba en la lancha que corre a seis millas por hora no más, con marea y viento en contra. Viento norte má encima.
Entramos al golfo y pasé alejao de los bajo Santo Domingo, que son unas rocas muy re cabronas, disculpe la palabra, que hay frente a Lliguimán. De eso me acuerdo bien porque el Zenobio me dijo: El mar está un poco picao aquí ajuera, el bajo está blanqueando-.
Sí, señor, el Wendelin era como usted dice, mañoso y atrevío, pero sólo cuando andaba curao.
No, pues,mi sargento, eso sí que no, ninguno de los tripulantes andaba curao en la lancha. Ahora quiere obligarme a decirle que estaba curao. No, mi sargento, estábamos güenos y sanos, ¿no es cierto, Zenobio?
Ya le he dicho que no sé por qué se cayó al agua el Wendelin o me quiere culpar por el viento y el zangoloteo de la lancha. ¿Acaso yo iba a parar el viento? Yo digo lo que pasó no más.
No sé cuantas veces le he contao que cuando la lancha comenzó a rolar de banda a banda, que casi nos daba vuelta, volvía a cubierta porque encontré raro esos porrazos y el Wendelin ya no estaba por ni un lado. Lo llamé, sólo la marejá me contestaba.
Yo creo que al Wendelin le dieron ganas de miar y lo hizo al costao y el zamarreo de la Rosita lo tiró por la borda de hocico al agua. Perdón, de boca.
No, mi sargento, a bordo no iba ninguna mujer. Rosita se llama mi lancha, igual que mi iñora.
Ahora me quiere cargar el muerto a mí, bonita cosa. Está bien que sea pobre y que viva en una isla, pero no soy ningún criminal o si no, que lo diga el Zenobio.
¿Qué me vaya pa la casa, y que me pasarán a la Fiscalía? ¿Qué mi lancha quede amarrá, mientras investigan hasta que el finao aparezca? ¿O sea que por denunciar un accidente no lo dejan tranquilo a uno? Esto sí que está bueno. Vámosno, Zenobio. Hasta luego, señor.

                                      …………………………..                                         

-¿Por qué fue la discusión que tuvo con el Wendelin, apá?
Tate callao no más, Zenobio, ¿sacaste la garrafa de chicha de la lancha?

No hay comentarios:

Publicar un comentario