domingo, 23 de septiembre de 2012


Quién pudiera…

                                                                Por Félix Pettorino

Quién pudiera dormir y perder la memoria,
olvidar lo que fui en mi vida anterior,
recibir el don de comenzar otra historia
y esfumar en un fondo vacío la maldad y el error.

Hundirme en el limbo de los recién nacidos,
no ser dueño de nada e ignorar el Mal,
no recordar un solo momento vivido
ni tener conciencia de que fui un mortal. 

Consumirme para siempre en un dulce olvido,
desnudo en un nuevo ropaje inmaterial,
mudo ante el Buen Padre por mi culpa hoy perdido

y sujeto como un esclavo a lo que Él quiera dar.
Señor: ¿cierto es que aún soy tu hijo querido
a pesar de mi vida, a pesar de mi mal?

sábado, 22 de septiembre de 2012

Pedro de Oña, español nacido en Chile, arremete contra "La Araucana" de Alonso Ercilla.



Pedro de Oña [Angol, 1570 – Lima, 1643(?)]. Nacido en Chile, pero de progenitores españoles: Gregorio de Oña, nacido en Burgos e Isabel de Villegas y Acurcio. Su padre había llegado a Chile en 1558, pero corrió la suerte de muchos de los  conquistadores: murió en un combate con los araucanos. Su madre, Isabel de Villegas, consideró prudente llevarse al niño a Lima donde en 1590, le consiguió una beca para el Real Colegio de San Felipe y San Marcos, donde terminó graduado en Artes. La beca había sido creada por García Hurtado de Mendoza en favor de los súbditos desamparados por la guerra. Desde pequeño mostró gran afición por la lectura de los clásicos latinos y españoles, sobre todo de Alonso de Ercilla y, en general, de los poetas barrocos, que se hallaban en boga.

         En 1593, cuando ya era todo un joven letrado, le tocó participar en la expedición comandada por Pedro de Arana para sofocar una asonada que se había originado contra las alcabalas, impuestos que debían pagarse al rey o a su representate legal (como el IVA de hoy), por la ventas o los trueques que se hacían de ordinario. A su regreso ingresó beneficiado con la beca Hurtado de Mendoza a la Universidad Mayor de San Marcos a complementar sus estudios, especialmente en Teología y Leyes.
         El año 1596, cuando ya había sido designado corregidor en la localidad de una provincia del virreinato de El Perú llamada de Jaén en Bracamoros, tuvo la oportunidad de presentar la publicación del Arauco Domado, su primer libro, que resultó ser un gran poema épico que había empezado a escribir en 1594. La obra es mucho más que una vulgar imitación de la inmortal Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga, editada mucho antes en Madrid en 1569, 1578 y 1589. Y el título no sólo contradice el contenido de la epopeya de Ercilla, sino la propia realidad histórica de su tiempo, ya que el territorio mapuche distaba aún varios siglos para ser conquistado por sus nuevos ocupantes... Es, a la vez, un mentís, en lo tocante a las acerbas críticas que le dirige de vez en cuando Alonso de Ercilla al gobernador  de Chile, García Hurtado de Mendoza (llamándolo, por ejemplo “mozo capitán acelerado”), quien -como se sabe- por una simple reyerta de Ercilla con otro militar, lo había apresado y ordenado ejecutar..., aunque, gracias a la intervención de una dama, se salvó de la horca sólo unas horas antes de la ejecución. Y el autor del Arauco Domado estaba, por el contrario, muy agradecido de Hurtado de Mendoza,  porque justamente a este último le debía toda su formación profesional y su carrera oficial. En suma, como dicen Orlandi y Montes en la p. 25 de la obra citada en la Bibliografía, “lo que le interesa a Oña es escribir, no una historia fiel y verdadera, sino una alabanza encomiástica a don García Hurtado de Mendoza. Llega en estos elogios a la adulación, llamando al ex gobernador de Chile “Sublime garza San García”, “Nuevo Aquiles”, “Ulises telamonio, esto es, ‘como Ulises, digno de una estatua’...
         Pedro de Oña realizó diversos viajes por América del Sur, principalmente a Charcas (Bolivia) y luego a Santiago del Estero y a Córdoba (Argentina), a donde llegó a mediados de 1606. También visitó España en 1608, donde tomó la representación de una Academia llamada “Antártica”.
         Durante ese mismo año regresó a la “Ciudad de los Virreyes” (Lima) para recibir por segunda vez el nombramiento de corregidor, en esta ocasión de la cercana región y villa de Yauyos (1608-1610). Fuerza es agregar que mientras gozaba de una licencia en la capital del virreinato, fue testigo de un violento temblor que sacudió la ciudad en 1609 y cuyos pavorosos estragos él mismo pudo relatar en octavas en una de sus obras titulada Relación del fuerte temblor de Lima de 1609.
         Luego se trasladó al Cuzco, desde donde llegó a ser nuevamente corregidor de Vilcabamba (1615-1617) y de Calca (hacia 1630), donde en 1629 publicó Ignacio de Cantabria, un extensísimo poema dedicado al fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola; y dio adecuado remate, en 1635, a El Vasauro (‘Vaso de oro’), poema  épico editado en 1635, cuyo objeto era ensalzar los logros de los Reyes Católicos y, según Hugo Montes y Julio Orlandi, ”glorificar las proezas de los Cabreras, condes de Chinchón, ascendientes de don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, quien años más tarde llegaría a ser  virrey del Perú (1629-1639). Esta última obra fue objeto en 1941 de un estudio crítico del profesor de la Universidad de Chile y Director de la Academia Chilena de la Lengua, Dr.  Rodolfo Oroz Scheibe (V.).
         No se sabe exactamente en qué fecha murió Pedro de Oña, sólo  que aún  estaba vivo hacia 1643.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Amadeus te convierte en un explorador submarino. Por Félix Pettorino.


El explorador submarino es un dispositivo similar en casi todo a El cosmógrafo, de cuyas maravillas, tú., amigo lector, acabas de disfrutar.
Pero debes de saber también que en lo que dice relación con el tema o materia específicos de la diversión o del deleite de que se trata, es naturalmente algo muy diverso. Se trata, como muy bien lo sabes, de la exploración de ese misterioso y poco conocido mundo de la profundidad de los mares y, por sobre todo, de los océanos, y que suelen contener por doquier remedos de astros en miniatura, como el sol o la estrella de mar.
Pero, a imagen y semejanza del Universo, los océanos están plagados también de innumerables y variadas unidades o piezas, casi siempre en actividad: peces solitarios o en cardúmenes, algas, moluscos y otros diversos seres de la vida subacuática de las más caprichosas formas, texturas, colores y tamaños.
Los peces, si es que no lo sabes bien, son vertebrados, por lo común de respiración branquial, esto es, filtran el oxígeno del agua mediante las branquias, que son láminas o filamentos externos e internos de varias capas o tegumentos en serie, que poseen también los moluscos y los cangrejos. Poseen por lo común escamas de diferentes y a veces combinados colores, que son placas superpuestas con el borde libre hacia atrás para hacer más expedita la natación y que en ciertas especies, a modo de protección, se convierten en filudas o punzantes.
Para facilitar su locomoción y dirección de movimiento de su flexibilísima columna vertebral, los peces están dotados de aletas pares, las pectorales y abdominales, una a cada lado, y de impares, por lo común de una sola unidad por tipo: la dorsal, la anal y la caudal. La última de las aletas impares es la cola del pez, que le sirve de un agilísimo timón para dirigir su “navegación” al nadar.
Aunque la forma de los peces es frecuentemente fusiforme, esto es, alargada en forma de huso, esto es, ancha en el centro  y gradualmente reducida hacia los extremos, no faltan especies con el cuerpo aplanado, ovalado, cilíndrico y hasta semiesférico.
Y al respecto, cabe recordar que existen en los fondos marinos muchas otras muy diversas características, que están dotados, de extrañas y caprichosas formas, como sucede, por ejemplo, con algunos especímenes de curiosos seres subacuáticos, por ejemplo, la grotesca y peligrosa carabela o fragata portuguesa (physalia physalis) de los mares más cálidos del planeta, que es prácticamente una colonia compacta de medusas semitransparentes de enormes y numerosos tentáculos urticantes muy dolorosos al contacto y  con frecuencia mortales, que llegan a alcanzar hasta 20 metros de longitud. Sus unidades componentes son de una tonalidad entre rosada y albiceleste. Entre los elementos que constituyen esta “colonia”, se reparten las labores de búsqueda o detección de posibles presas, la digestión, la defensa y la navegación, como si se tratara realmente de los variados oficios que desempeñan los miembros de una tripulación que navega en una “fragata portuguesa”. De ahí su nombre. Suena a casi increíble que este extraño animalejo sea en realidad una “colonia” de medusas capaces de realizar coordinadamente, como si se tratara de una orquesta sinfónica imaginaria, todas aquellas diversas funciones, a pesar de carecer de ojos, huesos y hasta de ano, de modo que defeca por la boca.
Otro tipo de seres marinos (a veces terrestres o al menos de agua dulce) son los moluscos (del latín molluscus, ‘blando’), que, al revés de los peces, son invertebrados. Por la capacidad que tienen de torcer continuamente el cuerpo, son de estructura muy blanda, por lo cual, al carecer de esqueleto, requieren de continuo albergarse en una concha calcárea revestida de una capa córnea nacarada (caracol), a veces desmesuradamente grande y en forma de espiral (caracola), para facilitar el arrollamiento que los protege de sus depredadores, como sucede con los caracoles. Los moluscos acuáticos, igual que los peces, respiran por branquias. Algunos de ellos, como la ostra, pueden secretar en su interior una sustancia pegajosa que a lo largo del tiempo llega convertirse en una o más perlas, o bien, nácar, lámina iridiscente por descomposición de la luz, que se presenta en la concha de moluscos muy codiciados como el abulón, caracol marino natural de las costas californianas.
Cabe considerar también a los crustáceos, invertebrados como los moluscos, pero artrópodos, esto es, dotados de piezas articuladas como es el caso de las arañas y de un buen número de insectos; pero cuya vida se desarrolla  a veces en agua dulce (ríos, lagunas y lagos) y la mayor parte en los fondos marinos, por lo cual respiran también por branquias. Igual que los insectos, poseen numerosas fases larvarias antes de llegar al estado adulto. Es el caso del nauplio o larva nadadora, dotada de  seis apéndices distribuidos en tres pares, que terminan convertidas en antenas, anténulas y mandíbulas. Entre los crustáceos más conocidos, podemos mencionar las cucarachas marinas, las pulgas de mar, los cangrejos, las langostas (como las del archipiélago de Juan Fernández), los langostinos, los camarones, las jaibas y las centollas (de las aguas de Magallanes, por ejemplo).
Nos falta mencionar aún las algas, plantas acuáticas que abundan en lagos y lagunas, y principalmente en el mar. Son vegetales de consistencia gelatinosa o membranosa, a veces coriácea, esto es, como de cuero, dotados de una sustancia lubricante que las hace resbaladizas al tacto. Se hallan provistas de tallos, por lo común bastante largos, con la forma de cintas o tubos, muy ramificados, aunque surgidos de una especie de tronco común. Algunas de ellas, como es en Chile el caso del luche y el cochayuyo, son alimenticias; otras, como el pelillo son la materia prima para preparar alimentos nutritivos o exquisitos, cremas para rejuvenecer la piel o fármacos dotados de proteínas y otras “mágicas” propiedades para combatir, evitar o aliviar diversos males como el colesterol alto, la trombosis y, según sostienen algunos, hasta el sida. El llamado pelillo (por su aspecto) es extraído en Chiloé (Caulin, en las cercanías de Chacao y otras zonas de las costas de Chile). Muchas de las algas son de bellísimo aspecto y coloración: largas y delgadas láminas ondulantes de color café con estrías en sus extremos, arbustillos sedosos o esponjosos de tonalidad rosada, verde o pardusca, matas provistas de tronco, ramas y ramificaciones de forma tubular, clorofiláceas en forma de globos verdes y brillantes, etc.
Como es sabido, una forma de explorar  los ambientes submarinos es actualmente el buceo, bien premunidos del equipo necesario. Valiéndonos de Internet, en Wikipedia, reproducimos para ti, estimado lector, el párrafo siguiente que te puede ilustrar muy bien acerca de su forma, estructura y empleo:

En el buceo autónomo el buzo utiliza una botella con aire a presión que le permite ir respirando el aire almacenado, dotándolo de una autonomía considerable (usualmente, en torno a una hora). Además del equipo básico y de la propia botella, se emplea un arnés, un mecanismo de flotabilidad -el arnés y el sistema de flotabilidad integrados reciben el nombre chaleco hidrostático, chaleco de flotabilidad o BCD (acrónimo inglés de Buoyancy Compensation Device)-, un regulador (sistema de válvulas, tubos y boquillas que permiten respirar el aire de la botella), y un sistema de lastre. No obstante, los estándares de seguridad actuales requieren de una serie de "relojes" que permitan al buceador saber a qué profundidad se encuentra y cuánto aire tiene, llamados profundímetro y manómetro, respectivamente. También se están popularizando los ordenadores de buceo, que en función de la profundidad, la mezcla de aire y el tiempo de permanencia bajo el agua, indican al buceador en cada momento los límites de profundidad en los que puede permanecer”.

Es lo que tú podrías practicar, atento lector, con la autorización (o, al menos, con el conocimiento) de tus padres y las prevenciones del caso, para disfrutar de las bellezas submarinas, después de un curso de especialización en buceo debidamente aprobado y legitimado por la autoridad marítima...
Pero si ello, como es muy probable, te resulta algo oneroso o difícil de  llevar a cabo, porque es en verdad peligroso para el inexperto y, además, no sea tu vocación (según me parece muy probable), puedes recurrir sin ningún problema a “El explorador submarino” ideado por Amadeus, que no es otra cosa que una colección fílmica muy variada de lo flora y la fauna submarina, de una hora de duración, de que tú podrías disfrutar a tus anchas, a fin de compenetrarte lo más fielmente posible de las bellezas y peligros de nuestro inmenso mar océano. Parafraseando lo expresado en el capítulo anterior relativo a El cosmógrafo, aunque con algunas modificaciones, te destaco lo siguiente aplicado a esta aventura submarina:
Después de haber presenciado como espectador, con el consabido apoyo del gorro “Morfeo” calado hasta las orejas, debes presenciar, previa pulsación de los botones correspondientes, una larga proyección de estas imágenes grabadas en El explorador submarino,  instalado en una especie de pequeño estuche acolchonado, que durante las sesiones de exhibición tú, como espectador, te lo has puesto enlazado a la altura del  pecho, deberás disponerte a dormir, a fin de inducir en tu mente la afición y el gusto por todo lo que concierne al conocimiento de los secretos misterios del mundo submarino...
Y como es posible que una vez  disfrutados aquellos sueños, no surja en ti ni la más peregrina afición por la observación submarina y sólo haya quedado, como útil experiencia, un grato recuerdo, es el deseo de Amadeus que  tú, estimado lector, en tu condición de atento espectador y luego de entretenido soñador, hayas tenido, al menos, el privilegio de regocijarte con el placer de haber satisfecho tu curiosidad conociendo buena parte de las maravillas que nuestro inventor tuvo la gentileza de brindarte, tanto en la realidad como durante el sueño, poniéndote al tanto de todo cuanto ofrece el fondo marino, con su sorprendente belleza y sus insondables 

Osmán Pérez Freire, músico creador de canciones. Por F. Pettorino y R. Luttges.


Osmán Pérez Freire [Stgo., 29.01.1879 – Madrid (España) 28.04.1930]. Después de cumplir los trece años, a raíz de las cruentas consecuencias del conflicto con el parlamento, que acabaron con el suicidio del presidente Balmaceda, los padres de Osmán debieron abandonar el país para establecerse en Buenos Aires. Dotado de un notable talento creador musical, nuestro personaje, al llegar a su juventud, como es tradición en la capital  rioplatense, se adaptó de modo inmediato al ambiente bohemio reinante, y en plena entrega-y sin renunciar jamás a su condición de chileno, llegó a ser durante unos nueve años presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores. En su obra incorporó la música tradicional chilena, la latinoamericana y los ritmos en boga como el fox trot, que, siendo algo anterior, logró mucha fama en nuestro país en la década de 1920. Además, solía presentarse acompañado en el piano por su esposa, María Adela, y en voces por sus dos hijas, Mercedes y Lily, quienes desarrollarían posteriormente una exitosa carrera musical. Entre los títulos más conocidos de sus obras figuran ciertamente el Ay ay ay, Copihues rojos, Río río, El delantal de la china, La tranquera, etc., composiciones estas que, a través de los años, han llegado a ser interpretadas por cantantes mundialmente famosos, como José Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti, entre muchos otros.
En 1929, en presencia del representante cultural del gobierno de Chile, obtuvo el Gran Premio de Música en la Exposición Universal de Sevilla. También en España, fue elegido miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y condecorado por el rey Alfonso XIII, en 1930, con la Gran Cruz de Alfonso XII.
Nuestro más conocido compositor de canciones populares a nivel planetario falleció de un ataque cardíaco cuando apenas contaba con 50 años de edad. Fue en uno de los tantos viajes que alcanzó a realizar al continente europeo. Datos obtenidos gracias al buscador Google, en Internet, en especial Wikipedia.

A OSMÁN PEREZ FREIRE

Nacido en tierra chilena
pate-perro sin igual,
un compositor genial
nos legó música buena.

Fue un gran músico y bohemio
Presidente con honores
de Autores, Compositores
Argentinos, sin apremio.

Forjó sus bellas canciones
en el Alma de este Chile,
nos selló sus ilusiones

cuando apagó sus candiles.
acallando diapasones
con cincuenta y un abriles

Luis Orrego Luco, otro gran novelista chileno. Por Félix Pettorino.

Luis Orrego Luco (Santiago, 18.05.1866 – Santiago, 03.12 1948]. Hijo de Antonio Lucas Orrego Garmendia, empresario que introdujo el uso de la cera en Chile, y de Rosalía Luco León de la Barra. Sus estudios los realizó en el Instituto Breideistein de Suiza, el Colegio Inglés de Radford y el Instituto Nacional de Santiago de Chile. Posteriormente estudió Derecho en la Universidad de Chile y se tituló de abogado en 1887.
            Sin embargo, su vocación fue la de escribir, ya sea como  ensayista, novelista, periodista o historiador. El primer reconocimiento por esta afición se dio en 1884 cuando ganó un premio en un certamen literario de la Universidad de Chile.
            Fue redactor del diario La Época, de Santiago; pero también cooperó con sus textos periodísticos en cerca de una docena diarios y periódicos, en especial de la capital: La Libertad Electora, el diario Los Lunes y la Revista Artes y Letras.
            Pero también, por cierto, le interesó mucho la política y en 1889 se encargó de la redacción editorial del diario radical El Sur de Concepción. Fundó, además, el diario La Mañana y en 1909, de la edición de la revista Selecta.
            Su éxito y prestigio se lo debió en buena parte a sus creaciones literarias, particularmente en el aspecto narrativo, donde predominaron las novelas de temas costumbristas o históricos relativos al país, como Un idilio nuevo (1892), Santiago (1900), Recuerdos del tiempo viejo (1912), La Revolución de 1891 (1914), Tronco Herido (1929) y Playa Negra (1947). Pero su mayor logro, sin lugar a dudas es la novela Casa grande (1908), que llegó a tener una multitud de ediciones y creo que las seguirá mantieniendo, al menos en el siglo XXI. Según Montes y Orlandi, p. 104, “posee valor real (está) pensada en su época como obra de clave, (esto es, alude a seres humanos que realmente existieron, a pesar de que no se los nombra), hay estudios objetivos y reales de la vida santiaguina. Son análisis detallados, hechos con penetración sicológica, de los vicios y debilidades de una clase social exteriormente esplendorosa: los bajos intereses predominan sobre el amor y la honestidad. El estilo es algo flojo, pero persuasivo y plástico”.
            Orrego Luco practicó también, y con gran fecundidad, el ensayo, donde se destaca mucho el interés por los destinos de nuestro país, particularmente en relación con las naciones más vinculadas a su historia, pasada, presente y futura. Entre los numerosos trabajos de este género, cabe destacar: El gobierno local y la descentralización (Europa - Estados Unidos - Chile) (1890), Páginas Americanas: novelas (1892), Los problemas internacionales de Chile: la cuestión peruana (1901), Los problemas nternacionales de Chile: la cuestión argentina. La Patagonia hasta el tratado de 1881 y negociaciones posteriores (1902), Chile contemporáneo (1904), Episodios nacionales de la independencia de Chile (1810 ) y Memorias de un voluntario de la Patria Vieja (1905).
            En 1891 tomó partido con el ejército revolucionario contra Balmaceda en la ciudad-puerto de Iquique, donde llegó a ejercer el puesto de 2º jefe del Regimiento Chañaral, 5° de Línea. Participó también en los combates de Concón y Placilla, el 21 y 28 de agosto respectivamente, y hasta cayó herido de un balazo.
            Una vez terminada la revolución, como es sabido, con el triunfo de los rebeldes, fue nombrado cónsul general y encargado de negocios en Madrid, cargo que desempeñó hasta 1893. El mismo año fue designado secretario de la legación de Chile en Río de Janeiro hasta 1894. Ese mismo año fue nombrado intendente de Colchagua y posteriormente Ramón Barros Luco lo nombró director de la Escuela de Bellas Artes en Santiago, donde llegó a ser contratado como profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Chile, Ministro de Justicia e Instrucción Pública de Juan Luis Sanfuentes Andonaegui, diputado por Osorno entre 1918 y 1921, a nombre del Partido Liberal; luego Ministro Plenipotenciario y Enviado extraordinario en Colombia en 1922, durante el gobierno de Arturo Alessandri Palma, y miembro de la Academia Chilena de la Lengua en 1941 hasta su fallecimiento, ocurrido, como se ha dicho, en 1948. [La mayor parte de los datos ha sido obtenida de Interner, vía Wikipedia, gracias al buscador Google].

lunes, 17 de septiembre de 2012

El cura chilote Fco, Cavada, notable estudioso de su archipiélago. Por Félix Pettorino.


Pbro. Francisco Javier Cavada Contreras [Ancud, 09.11.1864 – 26.11.1949]. Se ordenó de sacerdote a los poco antes de cumplir los 25 años. Fue profesor de religión, canónigo de Ancud, vicario general de Temuco y gobernador eclesiástico de Magallanes. Los dos grandes estudios que escribió a lo largo de su vida giran alrededor del folclore y el lenguaje típico de su tierra natal, el archipiélago de Chiloé. En primer término, Chiloé y los chilotes, editado en 1914 con el patrocinio de la Sociedad de Historia y Geografía, que comprende básicamente la historia, el folclore; y el típico modo de expresarse de los chilotes. A continuación, en 1921, el Diccionario Manual Isleño, con los que él llama “provincialismos de Chiloé” por la Imprenta Universitaria, Santiago, 1921. Advierte, eso sí, que “muchos de estos vulgarismos están también en vigor en la zona austral de Valdivia, debido a la frecuente comunicación de los isleños con las provincias limítrofes, adonde van en busca de trabajo” formando “una especie de población flotante que emigra de Chiloé a principios de primavera y regresa a principios de otoño y aun antes”. Su labor fue reconocida en 1932 por la Academia Chilena de la Lengua, la que le asignó el sillón Nº 8, en reemplazo de José Toribio Medina, fallecido dos años antes.

Rodolfo Lenz, gran lingüista alemán avecindado en Chile. Por Félix Pettorino.


Rodolfo Lenz Danziger [Halle (Sajonia, Alemania), 10.09.1863 – 07.09.1938]. Realizó sus primeros estudios en Breslau y Colonia, donde, fuera del alemán, tuvo la oportunidad de conocer la estructura de varias otras lenguas, en especial del francés, el griego, el hebreo, el italiano y el latín. Su afición por los idiomas fue muy temprana: voluntariamente eligió el hebreo y, sin perjuicio de ello, se decidió a aprender italiano de modo autodidáctico. Sus estudios superiores los inició en 1882, en la Universidad de Bonn, intercalando un poco su tiempo con la de Berlín, donde alternó un poco con la Lingüística comparada. En 1886 obtuvo en Bonn el grado de doctor en Filología, donde cumplió, además con su formación pedagógica. Agregando, entre otros idiomas, el árabe y el ruso. Es fama que Lenz poseía sólidos conocimientos, y hasta manejo oral y escrito, en al menos 13 idiomas.
En 1890 llegó a Chile contratado por el gobierno de Balmaceda para ejercer, junto con otros maestros europeos, como profesor en el recientemente creado Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en Santiago. Y no tardó en sobresalir por sus numerosos estudios en el ámbito de la lingüística y de sus diversas disciplinas afines, además de la etnología y el folclore.
Hacia 1920 publicó La Oración y sus Partes, su principal obra didáctica acerca del español vigente en aquella época. Aplicando la teoría de Wilhelm Wundt, propuso allí una gramática de base psicológica que tuvo bastante resonancia en su tiempo. Escribió además numerosos trabajos que se publicaron en los ya famosos Anales de la Universidad de Chile, con temas relativos a la gramática, la fonética, la lexicografía, la ortografía y la enseñanza de lenguas, amén de estudios de etnología y folclore relativos a los pueblos indígenas de América, en especial el mapuche. En este rubro se destaca el Diccionario Etimológico, escrito entre 1905 y 1910, que incluye cerca de 2000 voces de origen indígena, particularmente mapuche, quechua o aymara, usadas en Chile y que fue reeditada varios decenios más tarde, con una muy bien fundamentada presentación, por el catedrático chileno Mario Ferreccio Podestá, por intermedio del Seminario de Filología Hispánica de la Universidad de Chile.
Y era tanto su interés por los idiomas, que a mediados de la década de 1920, con ocasión de un viaje de vacaciones a Europa, se entretuvo en el barco con un camarero que hablaba cierta rara jerigonza, mezcla de lenguas africanas con palabras portuguesas, holandesas y castellanas, y que resultó ser el papiamento, lengua criolla de Curaçao, hablada en las islas de dicho nombre, Oruba y Buen Aire (Antillas Holandesas). Los diálogos con el camarero durante las semanas de navegación, le permitieron aprender aquella lengua y a su regreso en Chile, en 1928, hizo editar en los Anales de la Universidad de Chile, un curioso libro, poco conocido, titulado El Papiamento. La lengua criolla de Curaçao.
Pero su labor más fructífera para el país fue ciertamente la docencia universitaria, donde tuvo la oportunidad de preparar a los futuros profesores de lenguas. Entre ellos se destacó, por ejemplo el profesor Rodolfo Oroz S. (V.) y Yolando Pino Saavedra (V.).
Fue titular en las cátedras de gramática y  lingüística románica y general de la Universidad de Chile. También inauguró la enseñanza del inglés y del francés en el Instituto Pedagógico. Sus Chilenische Studien, publicados de 1892 a 1893, constituyen la primera descripción científica de la pronunciación chilena. Lenz se entusiasmó en grado sumo con su objeto de estudio, para él un verdadero descubrimiento, una novedad absoluta que produciría expectación en el Viejo Continente. Y se entretuvo, como un verdadero niño, escuchando en mapuche un puñado de leyendas que se dedicó a transcribir, a traducir y a comentar. En algún momento creyó haber descubierto que los rotitos de la ciudad y los huasitos del campo hablaban un español con sonidos araucanos, tesis conocida como “la teoría indigenista del doctor Lenz” y que para su mal pálpito, no fue acogida por la mayor parte de los estudiosos del español en el siglo XX, especialmente después de las bien fundamentadas objeciones que tuvo la iniciativa de publicar Amado Alonso, el eminente lingüista español en sus Estudios lingüísticos (temas hispanoamericanos, cap. III), editados por Gredos en 1953.

Félix de Augusta, sacerdote araucanista. Por Félix Pettorino.


P. Félix José de Augusta [Augsburgo, Alemania, 26.12.1860 - Valdivia, 16.11.1935]. De origen judeoalemán, su nombre civil era Félix José Catan. Realizó sus estudios de Medicina en la Universidad de Múnich, en la que llegó a titularse de doctor en Medicina y Cirugía. Pero su vocación era más bien el sacerdocio, y ya que sentía una gran vocación por el servicio al prójimo, entró al convento de los capuchinos de Laufen en 1887. Su primera profesión de votos la hizo el 6 de marzo del año siguiente y el 02.08.1890 fue ordenado sacerdote.
En enero de 1896, fray Félix José llegó a Chile acompañado de tres misioneros de origen bávaro: Anselmo de Kamin, Tadeo de Wiessent y Sérvulo de Gottmannshofen. En cuanto arribó a la Araucanía, su propósito, que cumplió a cabalidad, fue el de aislarse del resto de sus compañeros para dedicarse de lleno a las labores de evangelización y a la más adecuada y acuciosa instrucción de los mapuches en todo aquello que ellos requerían: mejorar en civilización, cultura y espiritualidad. Arrendó al efecto una modesta choza en medio de un distante lago de la región, y allí se abocó, en primer término, a comunicarse de continuo con los indios a fin de ir de a poco adentrándose en los secretos de su idioma.
Durante todo ese tiempo preparatorio y a través del diálogo con los mapuches se percató de las arbitrariedades a que ellos habían estado y estaban soportando de parte de sus vecinos criollos. Muchos de los abusos tenían su origen en el desconocimiento de la lengua española, razón por la cual estaban condenados a sufrir iniquidades y perjuicios de todo orden por parte de los chilenos, que solían traducirse en continuos engaños y hasta en reyertas con resultados dañosos, cuando no fatales. Y reflexionando en el asunto, llegó a la conclusión de que el mejor remedio estribaba en un buen manejo de la lengua que hablaban los chilenos y en un mejor conocimiento de su realidad social y cultural, de donde resultó un diálogo fructífero mediante el cual los indígenas aprendieron a manejarse cada vez mejor en español a la vez que él, como su leal intermediario, lograba hablar cada día mejor el mapudungun, esto es, la lengua de los araucanos. Y esa fue la forma inteligente y cristiana mediante la cual logró en gran medida el sincero aprecio con que siempre lo trató su fiel rebaño.
Así fue como a lo largo del tiempo pasó educando en la realidad y en la fe a los mapuches, y pudo servirse magníficamente de algunos de ellos para iniciarse en un aprendizaje profundo del mapudungun. Tras arduos y pacientes estudios, compiló todos sus apuntes y los reunió mediante métodos novedosos, que surgieron de las experiencias logradas y de su propia inventiva, que se tradujeron  durante el año 1903 en la Gramática Araucana, que pese al hecho de que el padre Augusta nunca había llegado a estudiar oficialmente la Lingüística, correspondía muy intuitivamente a uno de los logros de su metología, que es el llamado “trabajo de campo”. La publicación fue calurosamente recibida en el ambiente intelectual de Chile, al punto de que el distinguido y eminente lingüista de la Universidad de Chile, Dr. Rodolfo Lenz, alabó la obra por su acuciosa objetividad y erudición y por su espíritu altamente didáctico y pedagógico.
Mucho más tarde, en 1910, contando con la colaboración de su hermano en religión, el P. Fray Sigisfredo Schneider de Frauenhäusl, presentó ante el público chileno un nuevo trabajo con el título de “Lecturas Araucanas”, con el que se acrecentó aún mucho más su muy bien ganado prestigio. Pero la fama era totalmente ajena a sus propósitos. Así y todo, la comunidad científica del país tuvo nuevamente ocasión de aplaudir muy justificadamente el “Diccionario Araucano-Español, Español-Araucano”, cuya primera edición vio la luz pública en 1916.

Johow, notable investigador de la flora chilena. Por Félix Pettorino.


Federico Ricardo Johow Biehler [1859-1933].  Famoso botánico y micólogo alemán, que durante más de cuarenta años realizó una brillante labor en Chile en el estudio de nuestros vegetales autóctonos.
A los 18 años ingresó a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Berlín, con el propósito de estudiar Ciencias Naturales. Años más tarde se incorporó como estudiante a la Universidad de Bonn donde se especializó en Botánica, Zoología y Química, de modo que en 1880 se graduó como doctor.. A partir de 1882 será docente de Ciencias Naturales y Químicas en distintos Gimnasium y Liceos humanísticos de Alemania.
Mediante la recomendación y el apoyo de la Real Academia de Ciencias de Berlín, Johow parte a América, empezando por Antillas y Venezuela. Luego regresa a Alemania donde en Bonn se convierte durante 1888 en profesor extraordinario de Ciencias Naturales. Además del griego y el latín, así como el francés, y gracias a su viaje anterior a América, manejaba muy bien el español.
Por esa misma época, Dn. Domingo Gana, embajador de Chile en Berlín, se hallaba en plena labor de contratar profesores alemanes para el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Eran años de bonanza y el presidente Balmaceda había iniciado todo un plan para elevar el nivel académico de los profesores de enseñanza secundaria. Así es como fue convocado Federico Johow, quien inició sus labores universitarias de Botánica entre 1889 y 1926 . Se incorporó, además, como docente en las Escuelas de Farmacia y de Medicina.
Durante todo ese tiempo, fue autor de importantes investigaciones y trabajos relacionados con la flora chilena, entre los cuales se destacan las del Archipiélago Juan Fernández; que publica en 1896 con el nombre de Estudios sobre la flora de las Islas de Juan Fernández.

Claudio Matte, autor pionero de un silabario de larga vigencia en Chile. Por Félix Pettorino.


Claudio Matte Pérez [Santiago, 18.12.1858 – Santiago, 20.12.1956].  Estudió en el Instituto Nacional y luego en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Obtuvo el título de abogado en 1879. Dos años más tarde viajó a Europa, donde durante un largo período se dedicó al estudio de la enseñanza de las primeras letras, para lo cual recorrió diversos países, en especial Alemania, Francia, Inglaterra, y Suecia, examinando la metodología empleada allí para la enseñanza de las primeras letras. En Leipzig ingresó a un centro pedagógico a estudiar el tema y en 1884 terminó de preparar su “Nuevo Método para la Enseñanza Simultánea de la Lectura y Escritura”, que fue el trabajo preparatorio de lo que sería más tarde su exitoso “Silabario Matte”, conocido vulgarmente, por su primera lección, como “Silabario del ojo”, que durante muchos decenios gozó de gran acogida en todas las escuelas de primera enseñanza, no sólo en Chile, sino también en varios pueblos de habla hispana, especialmente de Latinoamérica. Se trata de un método gradual, que yendo de lo más simple a lo más complejo y del análisis a la síntesis de los conocimientos adquiridos, aprovecha la gran similitud que existe en español entre la pronunciación y la escritura. A su regreso a Chile, en 1885, el silabario fue usado por primera vez en una escuelita nocturna para obreros, los que en muy breve tiempo dejaron de ser analfabetos. El proceso fue tan rápido y exitoso, que no se dudó un instante en aplicarlo para los niños. Matte donó desde Europa varios ejemplares para nuestra Sociedad de Instrucción Primaria. Y más tarde, en 1889, traspasó gratuitamente sus derechos de autor a la mencionada institución, que lo compensó nombrándolo su presidente, cargo que desempeñó ad honorem hasta el mismo día de su muerte. Desde ese alto puesto se dio a la tarea de donar media docena de escuelas públicas para los niños de Chile. Matte, además de educador y filántropo, fue uno de los más entusiastas impulsores de nuestra “Ley de Enseñanza Primaria Obligatoria”, que rige en nuestro país desde 1915.

Manuel A. Román, cura autor del primer gran diccionario de chilenismos del siglo XX.

Pbro. Manuel Antonio Román [Doñihue, 1858-Santiago, 1920), Sacerdote, académico, humanista y latinista chileno que escribió biografías y panegíricos de santos, sacerdotes y obispos. En la revista Artes y Letras publicó en 1887-1888 la traducción castellana de la elegía Los tristes de Ovidio, que relata las penas que experimenta el poeta al ser desterrado por el emperador Augusto al Asia Menor a causa, entre otras acusaciones menores relativas a su vida algo disipada, de haber hecho pública su obra  títulada el Ars Amandi. En 1909, con ocasión de la edición de su famoso Diccionario de Chilenismos, recibió la distinción de Miembro correspondiente en Chile de la Real Academia Española. El Boletín de esta última da cuenta de sus trabajos realizados entre los que destaca su ensayo sobre La lengua del Quijote y el Diccionario de Chilenismos. Durante 19 años dirigió la Revista Católica, en la que acogió a los jóvenes eclesiásticos o a los seglares que iniciaban su vida literaria (v. gr.: Gabriela Mistral y Ricardo Latcham, entre otros). Publicó periódicamente (1901-1918) su Diccionario de Chilenismos y de otras voces y locuciones viciosas, en 5 vols. editados en Stgo.: I, 1901-1908: II, 1908-1911, III, 1913;  IV, 1913-1916; y V, 1916-1918. Obra trascendente por lo vasta y criteriosa. El autor, en su coloquial estilo no desprovisto de humor, empieza fantaseando en torno a la reacción que provocará su magna producción lexicográfica: “Tal se me antoja que van a decir algunos, entre admirados y desdeñosos, cuando ven el título de la presente obra: ¿Hasta cuándo -proseguirán- se han de aumentar los Diccionarios de Chilenismos? ¿No basta y sobra ya con el de Zorobabel Rodríguez, el de Camilo Ortúzar, el de Echeverría y Reyes, el de Lenz, y de tantos otros, aunque menos extensos, que han salido a luz? ¿A qué tanto purismo en el lenguaje? Lo natural es hablar y escribir como escriben y hablan todos, si es que nos demos de entender unos con otros; estamos en Chile, y a la chilena hemos de hablar, no a la española o castellana”.
            Y prosigue: “Vamos por partes, aventajados discípulos de Sancho. Bien veo que no se han extinguido, ni nunca se extinguirán, los “prevaricadores del buen lenguaje”, como llamó don Quijote al bueno de su escudero; pero armaos de paciencia y con ella despachad este sencillo prólogo, y si os sobran ganas, seguid después con el Diccionario, que de algún provecho os ha de servir su lectura”.
Se advierte aquí la sabiduría pragmática del maestro que, abandonando el tono autoritario de los lexicógrafos de su tiempo, resalta la utilidad didáctica del Diccionario para descubrir voces y significados, y para despejar dudas en los contenidos o en la corrección de las expresiones que desea consultar en él.
Luego, en el mismo estilo familiar, recuerda el origen de su feliz iniciativa: Y es que habiendo caído en sus manos en 1895 “uno de los primeros ejemplares que llegaron a Chile del Diccionario Manual de Locuciones Viciosas del presbítero chileno Don Camilo Ortúzar”, se sintió tentado a comentarlo y ampliarlo de tal manera que “la humilde hiedra había crecido tanto, que ya no era posible arrimarla al olmo en que se había pensado: era forzoso plantarla en el prado sola y dejarla campar por su respeto”. De ahí a utilizar La Revista Católica, “periódico fundado y dirigido por el clero y simpático para todos los católicos” no hubo más que un paso... Y así lo explica nuestro práctico curita: “Con el fin de hacer más amena y variada su lectura y, a la vez, disponer yo de más tiempo para dar redacción al nuevo material que venía acumulando, resolví principiar la publicación en La Revista Católica, haciendo al mismo tiempo tirada aparte de los pliegos para formar obra separada”. Y termina informando: “Tal es, curioso lector, la historia de este trabajo cuyo primer tomo tienes a la vista. Con estos datos y con el tiempo que ha durado la publicación (alrededor de siete años), podrás explicarte por qué la extensión de los artículos ha venido creciendo con el tiempo”. Acaso ya imaginaba que la duración y extensión de toda su labor iría a durar mucho más, pero nunca tanto: ¡18 años! Y descontando los prólogos: [tomo I, 538 pp.; II,438 pp.; III, 621; IV, 595 pp.; y V., 798 pp.; total 2990 pp.]. ¡Casi 3.000 páginas! Algo inaudito en su tiempo para un simple Diccionario de Chilenismos.

Valenzuela Puelma, pintor chileno. Por Félix Pettorino y Rafael Luttges.


Alfredo Valenzuela Puelma [Valparaíso, 1856 – París, 27.10.1909] De pequeño fue un real “niño prodigio”, ya que antes de los 10 años tocaba piano, leía libros difíciles para su edad y él mismo les sacaba pelos a las escobillas caseras para confeccionarse los pinceles con que pintaba. Siendo ya adolescente, ingresó a la Academia de Arte Pictórico donde estudió pintura con los conocidos maestros Mochi y Kirchbach. Mucho más tarde, a través de sus inveteradas lecturas, familiarizado ya con los autores de vanguardia, como Máximo Gorki, León Tolstoi, Emilio Zolá y Augusto Comte, adoptó una dominante inclinación por el cuerpo humano, particularmente los óleos sobre tela de atrevidos desnudos femeninos (para la época), como es el caso de La perla del mercader, de 214 x 138 cms., de 1884; o de La ninfa de las cerezas, de 113 x 179 cms., de 1888. Todo ello sin perjuicio de sus expresivos retratos también al óleo, como el de su maestro, Juan Mochi, de 74 x 55 cms., de 1885; el de El niño del fez o El turquito, de 28 x 20 cms., de 1890; el de la Sevillana, de 85 x 62 cms. del mismo año, el Retrato de Enrique del Campo, de corte señorial, de 66 x 84 cms., de 1894; y el tierno retrato de Mi hijo Rafael, de 46 x 34 cms., de 1899, que exhibimos en esta misma página. Este mismo año se separa de su mujer, Carlina Garrido, y ya con algunos síntomas de locura, abandona del todo a su familia, se entrega a la pintura de modo descabellado y en 1907 viaja por última vez a Europa donde, además de pintar, pretende probar “la cuadratura del círculo y resucitar muertos mediante la medicina natural (y) muere completamente loco y en la miseria en 1909” con una producción pictórica de gran calidad, pero que no sobrepasa los 170 cuadros. [Datos obtenidos de Chile, Arte. La mejor en la historia de la pintura y escultura en Chile, Ed. Antártica 1984, con investigación y textos de Isabel Cruz de Amenábar y la firma del Conservador del Museo Histórico Nacional, Sr. Hernán Rodríguez Villegas].

Valenzuela Llanos, notable pintor chileno de los siglos XIX y XX. Por Félix Pettorino.


Alberto Valenzuela Llanos [San Fernando (Chile), 29.08.1869 – Santiago, 23.07.1925]. De familia más bien modesta, después de sus estudios humanísticos, se vio obligado, en su misma ciudad natal, a trabajar en géneros, mas, cuando es sorprendido por alguno de sus padres pintando al óleo (en crea) unos bellísimos lirios y cardenales, su familia decide mandarlo a la capital, donde empieza a estudiar en la Escuela de Bellas Artes con maestros de la talla de un Juan Mochi, Pedro Lira y Cosme San Martín. De espíritu más bien introvertido y reflexivo, la pasión de su vida fue pintar paisajes, como lo revela su primera etapa con los óleos Valparaíso en 1895, de 75x 110 cms., Mujeres en la vertiente, Quebrada de los loros (1893) y La vendimia (1899). En 1901 viajó rumbo a París con una beca del gobierno, la que logró renovar cuatro veces consecutivas hasta el año 1906. En la capital francesa estudió en la academia Julien del maestro Paul Laurens. No se dejó atraer por el impresionismo, salvo más tarde, en su época de madurez, ni tampoco por los temas históricos, que eran “el fuerte” de su profesor. Según uno de los testimonios que hemos tenido ocasión de leer, “gusta sobre todo de la pintura de paisajes al aire libre, aunque sin mostrar predilección especial por ninguna tendencia”. Además, “la estadía parisina no cambia sus hábitos de vida casi monacales. El trayecto entre su pequeña buhardilla y taller de Montmartre es apenas modificado por la visita a algún museo o por una salida a pintar a Suresnes, Charenton o a los alrededores de la Ciudad Luz” (p. 269 de Chile, Arte. La mejor en la historia de la pintura y escultura en Chile, Ed. Antártica 1984, con investigación y textos de Isabel Cruz de Amenábar y la firma del Conservador del Museo Histórico Nacional, Sr. Hernán Rodríguez Villegas). Entre sus paisajes más celebrados podemos citar: Manzanillas en flor, óleo de 88 x 200 cms.; Riberas del Mapocho, 126 x 192 cms.; A orillas del (río) Yerd (58 x 97 cms).; Paisaje (145 x 252 cms.). Habiéndose retirado a vivir al caserío de Algarrobo, pintó allí Choza anadonada, Cielo y mar, Dunas de Algarrobo y Cardenales de Algarrobo, 27 x 35 cms. Según el texto citado, “entre 1913 y 1922 se sitúa la culminación de su arte. Su tela “Puesta de sol en Los Andes” obtuvo Medalla de Plata en el Salón de París de 1913”

Pedro Lira, notable pintor chileno de los siglos XIX y XX. Por Félix Pettorino.y Rafael Luttges.


Pedro Lira Rencoret [Santiago, 17.05.1846 – Santiago, 20.04.1912] De familia acomodada, estudió sus Humanidades en el Instituto Nacional. Luego ingresó a la Universidad de Chile a estudiar Derecho y hasta recibió su título de abogado, pero su vocación era la pintura, donde logró desempeñar a lo largo del tiempo un papel protagónico, hasta llegar a ser considerado uno de los cuatro grandes maestros de la pintura chilena, entre los cuales se cuenta a Pablo Burchard, Valenzuela Llanos y Valenzuela Puelma (V.). Solo tenía 16 años cuando se inscribió en la Academia de Pintura que dirigía Alejandro Cicarelli, italiano, natural de Nápoles. En 1873 parte a París, el centro más importante de la pintura y las bellas artes, donde se vincula con los maestros de la Academia Francesa y revela cierta preferencia por el pintor romántico Fernando Delacroix (1790-1863), al que admira tanto por su espíritu como por su perfección formal. En 1882, ya en posesión de una técnica maestra, Pedro Lira retorna a su país natal donde comienza el período cumbre de su carrera, no solo como pintor, sino como crítico y maestro de maestros. En sus varios centenares de óleos, cabe destacar los siguientes: “La fundación de Santiago” (1889) que obtuvo premio en la Exposición Internacional de París de ese mismo año; “La carta” (116 x 58 cms., V. pág. 73); Museo Nacional de Bellas Artes; “La mujer del gato” (1906) (100 x 74 cms.); Pinacoteca de la Universidad de Concepción; “El niño enfermo” (102 x 137 cms.), Museo Nacional de Bellas Artes; “Mujer de pueblo” (42 x 33 cms.), Museo Municipal de Viña del Mar; “Paisaje de primavera” (55 x 93 cms.), Museo Nacional de Bellas artes; “Gitana” (43 x 34 cms.), colección particular; “Paisaje de la Quinta Normal” (71 x 53 cms.) y “Retrato de Pablo Burchard” (71 x 53 cms.), ambos en el Museo Nacional de Bellas Artes.

A PEDRO LIRA

De familia acomodada
en la antigua Capital,
e Instituto Nacional
vive juventud dorada.

De abogado recibido
a Europa a estudiar pintura,
que lo empapa en su cultura
al ser muy bien acogido.

Cuando a la Patria regresa
es maestro de maestros,
en sus óleos da sorpresas.

¡Cuánto deslumbra su estro!
La gente al verlos expresa:
¡es un pintor de  los nuestros!

Siglo XIX: nace el ferrocarril transandino entre Chile y Argentina.

1840-1843: Los hermanos Clark y el Ferrocarril Transandino. La familia Clark se formó en Chile. El jefe de la familia es el único de origen británico (de Glasgow, Escocia), su esposa es argentina y sus hijos son todos chilenos. Mr. James Clark, el padre, nacido en 1802, arribó al puerto de Valparaíso en 1827, donde prosperó, después de dedicarse al comercio, y al poco tiempo contrajo matrimonio con una dama argentina, nacida en San Juan y residente en Chile.
De dicho  matrimonio, nacieron cinco hijos, el segundo de ellos llamado Juan, en 1840; y el cuarto Mateo, en 1843. Estos son los dos famosos hermanos Clark, que la posteridad recuerda como los que construyeron el telégrafo, el ferrocarril Trasandino y el  tren de Buenos Aires a San Juan.
Durante el gobierno del presidente José Manuel Balmaceda (1886-1891), hubo de parte del mandatario un notorio interés por desarrollar las comunicaciones, entre las cuales ocupaba en aquel entonces un lugar principal el trazado e instalación, tanto desde dentro como hacia afuera del territorio nacional, de un número adecuado de ferrocarriles. La magnitud de la tarea llevó a que en 1887 se creara el Ministerio de Obras Públicas. Ese mismo año, Balmaceda autorizó a Juan y Mateo Clark para construir el ferrocarril transandino de Los Andes (Chile) a Mendoza (Argentina).
He aquí una breve cita de la revista Chile Ilustrado que, mucho más tarde, en 1904, rememora al famoso Transandino y destaca la ímproba labor en pro del  país realizada por ambos hermanos: ... “Motivo de jubilosa satisfacción ha sido para todos los que se interesan por la prosperidad y el engrandecimiento de nuestra tierra la iniciación ya próxima de los trabajos del Transandino por Uspallata, obra colosal, cuya ejecución habían venido persiguiendo los señores Clark desde hace muchos años”(...) A nadie se le oculta la importancia enorme que tiene para nuestro comercio la apertura de esa vía, que ha de acortar considerablemente la distancia que hoy nos separa de los mercados que el Atlántico domina, y aún de los centros comerciales europeos.

Daniel Barros Grez, un notable escritor del siglo XIX. Por Félix Pettorino.


Daniel Barros Grez [Santa Cruz (Colchagua) 1834- Talca, 1904]. Se educó en el Instituto Nacional y en la Universidad de Chile , donde se tituló de ingeniero civil en 1860 y llegó a ser catedrático de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, Su especialidad profesional se volcó hacia el tema del aprovechamiento industrial y doméstico de las aguas. Así fue como en 1875 se hizo merecedor a un galardón por un invento suyo de distribución de aguas de regadío y diez años más tarde (1885) fue contratado por el gobierno ecuatoriano para dotar de agua potable a Guayaquil.
Su creación literaria, además de ser algo prolífica, se diversificó en diferentes géneros, en especial el cuento, la novela, y el teatro. En este último tema, que era su fuerte, logró un honroso segundo lugar con su obra El Ensayo de la Comedia (1889), en el Certamen Internacional del Ateneo de Lima. Pero su producción más divulgada es ciertamente la comedia “Como en Santiago” (1875), donde delata el arribismio y la carencia de autenticidad de la sociedad santiaguina, en contraste con la vida campestre. Su teatro es eminentemente costumbrista.
He aquí una lista cronológica de sus principales obras extraída de Internet, a través del buscador Google: Fábulas originales (1862); Como en Santiago (1875); Pipiolos y pelucones, novela (1876); Cada oveja con su pareja, comedia(1879); El casi casamiento o Mientras más vieja más verde, comedia (1881); El huérfano, novela (1881); Las aventuras del maravilloso perro Cuatro Remos, relatos en novela (1883); El vividor , drama (1885); El ensayo de la comedia, obra teatral (1889); y La academia político-literaria, novela(1889).

José Francisco Vergara, el fundador de Viña del Mar.. Por Félix Pettorino.


José Francisco Vergara Etchevers [10.10.1833 – 15.02.1889]. De familia acomodada, nació en una hacienda que poseían sus padres en Colina, al norte de la capital. En sus estudios se destacó en Matemáticas, por lo que decidió matricularse en la Universidad de Chile hasta titularse de ingeniero en 1866.
No bien empezó a ejercer su profesión cuando le correspondió trabajar como ingeniero auxiliar en dos importantes proyectos: la construcción del ferrocarril de Santiago a Quillota (luego al puerto de Valparaíso), y el túnel de San Pedro. En plena juventud contrajo matrimonio con Mercedes Álvares.
Tanto el ferrocarril como el casamiento aludido fueron decisiones muy importantes en su vida, que, más allá de las consecuencias personales o familiares, llegaron  a tener repercursiones históricas de cierta trascendencia para el futuro de la región. Pues, a raíz de ello, brotó en el emprendedor ingeniero la idea de tomar en arrendamiento la hacienda llamada “Viña del Mar” (hoy ciudad de ese nombre), de la cual al poco tiempo llegó a convertirse en copropietario, gracias al matrimonio con su arrendadora, Dª Mercedes Álvares, con quien tuvo dos hijos: Blanca y Salvador.
En 1874, tuvo la idea de fundar la ciudad que hoy conocemos, para lo cual, disponiendo de la parte más plana y baja de la hacienda, de la que era codueño con su esposa, comenzó a confeccionar un plano, trazando plazas y delineando calles, con el propósito de poner en venta los sitios para su ulterior edificación. Paralelamente hizo construir un hotel para los santiaguinos o gente del interior, que decidieran veranear a orillas del mar. De este modo -como ya debe haberlo intuido nuestro atento lector- el ingeniero Vergara, aprovechando además el paso del ferrocarril rumbo a Valparaíso, inició la fundación de la ciudad de Viña del Mar.
Pero, además, Vergara era un hombre de gran diligencia y habilidad para los negocios. Y al mismo tiempo desplegó una admirable capacidad para repartirse en los más diversos menesteres, pues llegó a destacarse como político y orador. Era lo que hoy pudiera llamarse un “hombre múltiple”, gran hacedor de las tareas útiles más disímiles, por poco importantes que en un principio pudieran parecer.
En 1868 se incorporó al Club de la Reforma. Después de viajar por Europa, fue electo diputado por Ancud, hacia 1877. Además, declarada en 1879 la Guerra del Pacífico, fue oficial de primera línea como para brillar con luces propias en las campañas de Tarapacá y de Tacna. Tanta fue su eficiencia como militar, que el gobierno llegó a nombrarlo en el cargo de Ministro de Guerra y Marina en Campaña, de modo que a partir del 15 de julio de 1880, tomó parte activa en la organización de la Campaña de Lima y en 1881 llegó a combatir con el éxito ya conocido en las batallas de Chorrillos y Miraflores.
Una vez finalizada su participación tan relevante en la Guerra del Pacífico, fue nombrado ministro del Interior del gobierno de Domingo Santa María (1881-1886); pero en 1882, prefirió ejercer la política activa, siendo elegido con una gran mayoría como senador por Coquimbo. Famoso fue el debate que Vergara inició en el senado, a propósito de la lectura de un telegrama de José Manuel Balmaceda, donde quedaba al descubierto la intervención electoral del gobierno.
Y a tanto llegó su fama, que al poco tiempo fue proclamado por el partido Radical como candidato a la presidencia en la Convención Nacional, Liberal y Radical que se reunió expresamente para ello en 1886. El diario La Libertad Electoral fue el portavoz de su candidatura. Sin embargo, renunció a continuar con la campaña, ya que su oponente, José Manuel Balmaceda, contaba con la poderosa protección oficialista y la mayoría de los votos, y él carecía, por su posición ideológica, del apoyo del Partido Conservador.
Francisco Antonio Encina, uno de nuestros historiadores más  perspicaces para definir el carácter de sus personajes, decía de Vergara lo siguiente: “La nota más desconcertante de la personalidad de Vergara es la conciliación de algunas características que siempre andan divorciadas, aún en los cerebros mejor dotados. Su amplitud mental era sencillamente asombrosa, sus aptitudes recorrían una gama que iba desde el hábil hombre de negocios hasta el estratega, desde el matemático hasta el escritor de poderoso temperamento literario, desde la más delicada sensibilidad hasta el más impetuoso empuje de la voluntad. Y la suya era una amplitud cerebral auténtica, la antítesis del charlatán”.
Retirado definitivamente de los afanes y azares de la política, pasó sus últimos años en su hermosa mansión, que aún se conserva como verdadera reliquia histórica, en medio de los bellos prados, arboledas y jardines de la Quinta Vergara de “su ciudad” de Viña del Mar.