lunes, 30 de enero de 2012

¡Los versos, los versos, los güenos versos!. (Félix Pettorino)

La cultura no vende...

Canturriando güenos versos
por calles di’ ayer y di’ hoy:
los remato en pocos pesos:
¡pueta premiao soy!

A lo profano y divino,
pa’ cualquier temita voy,
con rima y bailaule ridmo,
¡a toos los bustos leh doy!

Tamién curtivo la prosa:
chistes, drama y narración.
¡En mi cuesco hay mucha cosa
pa’ repletar una canción!

Hey ganao rehartos premios
sin gran ñeque ni sudol.
Y eso que llevo en el gremio
sólo un año d’ escritol.

Lea, señor, estos cuentos
pol cierto le gustarán:
hay episodios violentos,
muertos, sexo y güeá.

¡Qué quiere, si esa es la  moa...!,
los tengo en liquidación.
Le vendo la oferta toa
¡puro a una luca el montón!

Escribiendo me hey fregao,
¡necesito un gran doutol!
Se ve usté acomodao:
me tinca es güen compraol.

Apiádase de este genio,
entre muchos naít‘e  pior,
¿acaso me farta ingenio
pa’ ganame a usté, leutor?


Elegía de un gato renegado [Jorge Sánchez Morales (18 años)]


                     
Entre seis miradas negras,
brujas, no podéis soñar.
La luz se os hizo espera,
vuestro avanzar fue olvidar

Al divagar en el frío
mis recuerdos se hacen vida,
vuestro cliché se hace río,
así la luna no os mira.

¿Por qué la noche nos canta?
¿Quién seré, si solo soy?
¿Qué nos han hecho las sombras
a mi atención negra hoy?

Tu viaje, bruja, es tu suerte
Su rumbo se te olvidó
Me diste mirada verde,
y sombras para el horror.

Ya por tu cínico nombre
sólo me queda borrarte.
Nadie gana, nadie vela
Sólo yo, buscando orden.

Ya no ves mi sucia muerte,
así refuté al viento
¿Por qué esta mirada verde?
¿Qué será mi pensamiento?

Vieja ama, bruja Enigma
¿Quién dirá que tu magia es,
si las rosas sólo lloran
por tu ya perdido “usted”?

Tu perfidia yo perdono,
el miedo la curará.
Por este cruel abandono
jamás volveré a llorar.

El alma escribe la fuerza
y clama a su crecimiento,
sus caídas en la Tierra,
las sepulto sin lamentos.

Oí un canto atrayente
espejos verdes, una flor.
¡Qué ángel! ¡Qué valiente!
¡Una niña me miró!

Me acaricia nueva vida,
vibra mi piel, mi mente,
adivino mi salida,
¡ojalá hoy tenga suerte!

Sus manos serán futuro,
somos alientos gemelos:
no hay serpientes ni muros
que desgarren mis anhelos.

Siento un temblor gatuno
que me brota desde dentro.
No es un sueño nocturno
el que me columpia el pecho.

Veo dos luceros verdes:
¿ha entrado la mañana?
La alba faz es refulgente.
¡Ya tengo a mi nueva ama!




domingo, 29 de enero de 2012

La vida de mi amada Inés vista por ella misma

Vengo desde aguas minerales,
vengo donde se acaba el mundo,
donde cristalizan los corales
iluminando lo profundo.
Ya ni sé si he nacido
vengo donde nadie sabe,
como frágil flor he crecido
bajo aleros de nubes suaves.
Nací cuando morían
leves copos palpitantes.
Mi lecho lo cubría
una capa de frío flotante,
por el cabello crespo de los ríos
pude al fin deslizarme
hasta ingresar al valle mío
donde permanecí prendida
por un broche mágico de vida
para retornar a mis ríos
y proseguir día por día
mi forzoso viaje hacia la muerte.

Mamá y Lela Nechia Sus mejores declaraciones y consejos



“Le doy infinitas gracias a Dios por haberme permitido ser madre y haber podido traer al mundo a siete hijos sanos e inteligentes”

“Dios, que nos ama tanto, tendrá ya dispuesto su plan para el fin de nuestras vidas. ¡Sea lo que Él quiera!”


“Amé, fui amada, el sol acarició mi faz.
Vida, nada me debes. Vida, ¡estamos en paz!”.


“Dios puso frente a frente a dos puntitos minúsculos del Universo, se amaron y formaron una familia feliz”.

“...Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida
ni pena inmerecida...


“Les pido perdón. Por todo lo que les quedé debiendo.  Ahora rezo mucho por ustedes, mis hijos, y por cada uno de mis nietos”.


“Es inútil rebelarse contra la voluntad de Dios. Los contratiempos son para someter a prueba nuestra fe y nuestra fortaleza de espíritu”.

sábado, 28 de enero de 2012

Amores de estudiantes, flores de una vida son.

Nuestro amor de estudiantes.
(1945-2006)
I

Declaración de amor.

Fecha primitiva de redacción: Stgo., 03.11.45.
Fecha de entrega: 05.11.45.
Fecha del sí: 07.11.45.

A Inés:

                   Eres pura y frágil, como una virgen gótica, como una flor prematuramente pálida.
         Tus pétalos, tus suaves manos, me rozan al pasar y tu sombra blanca vierte sobre mi alma una tranquilidad perfumada y una dulzura desconocida.
                   Te deshojas mansamente. Tus palabras se deslizan cristalinas en mis oídos, en mi corazón y en todo mi ser. Y cada una de sus notas radiantes es para mí como un arrullo o un ensueño. Una lluviecita tenue que besa desde lejos mi frente y mis labios.
                   Algunas veces, cuando estoy triste, me detengo a mirar tus cabellos, siempre tan negros, sedosos y brillantes. Ese místico velo de azabache que ciñe tu rostro en un recogimiento casi religioso, en una mansedumbre que parece monacal. El viento de la tarde juega una y otra vez con él, indiferente a tu ausencia insondable y a mi obstinada melancolía.
                   Un rudo estremecimiento recorre mi cuerpo cuando creo adivinar que tus ojos negros me están mirando (así me lo parecen, aunque sé que tienen unos límpidos visos verdosos).
                   Es que me veo tan imperfecto y vulnerable ante la tersura diamantina de tu alma. De tu alma pura como el cielo más puro, frágil, como tu cuerpo frágil.
                   Quisiera poder alcanzarla entre la densa bruma de mis pensamientos  amargos.
                   Quisiera poder respirar el vaho de azahares que se oculta bajo el rosa de tus labios florecidos. Beber tu ternura.
                   ¿Por qué sólo el aire que besa el rocío del alba tiene ese privilegio?
                   ¿Por qué las brisas del atardecer pueden mecer a su gusto tus sedosos cabellos?
                   ¿Por qué el ventarrón del crepúsculo puede besar impunemente tus labios con la humedad de sus dedos?
                   ¿Por qué el céfiro de la noche puede palpar tu sombra y estrecharte con su suavidad de fantasías?
                   La voz se me ahoga en la garganta. Tú perteneces a Dios, a las manos de Dios, a las cosas de Dios. Él te ama, te desea y te tiene.
                   ¿Y cómo podría yo merecer  amarte? ¿Cómo podrían mis pobres brazos arrullar tus silencios, peinar esas hebras de negra seda, rodear tu sombra blanca y abrazarte, si fuese posible, hasta la Eternidad?
                   ¿Podría alguien amarte como Dios te ama?
                   Sé que tienes a tu alrededor muchos seres, amigos y queridos. Pero tú estás más allá de ellos. Tú tienes a la Eternidad. Y la Eternidad te tiene por amiga.
                   Por eso, frente a ti me siento indigno, infantil, indefenso... ¿Cómo podría yo amarte con un amor correspondido?
                   La voz se me ahoga en la garganta...: ¿cómo podría yo amarte?
                   Y ... sin embargo ..., ¡Ah, nooó! Iba a decir algo. Algo tan  anhelado como imposible,
                   Es que a ti te aman las flores de todas las edades.
                   Te ama también el viento. Y el sol, y la lluvia, y las nubes, y el mar.
                   Te ama, por sobre todo, Dios.
                   Porque tú perteneces a Dios, a las manos de Dios, al corazón de Dios, que es donde siempre tan cerca te siento.
                   Es que Él te ama tanto... Porque eres pura y frágil, como una virgen gótica, como una flor prematuramente pálida.
                   Y  yo ..., yo no podría, no merecería amarte ..., aunque... TE AMO: Félix.
II

El día en que comenzó el pololeo.

Siete de noviembre a las once
del año cuarenta y cinco.
dos estudiantes de entonces,
como si fuera un domingo,
en cuanto suenan los bronces,
en la calle están de un brinco.

Él le ha escrito un poema
de amor divino y humano,
¿le interesa a ella el tema?
¿o le habrá escrito en vano?
Para él es un dilema:
casi le coge una mano,
mas ella sonríe serena
y él se queda pensando...

Las palabras ¡ay! se quedan
trabadas en la garganta.

Soñando hasta esa altura,
el Diablo esgrime la cola
y echa a la Bruja Bermuda
que trae unas raras bolas.
Les cuenta historias oscuras...
Mas ellos en otra onda,
cargados a la ternura,
la dejan hablando sola
y con fría galanura
no le dan la menor bola.

El sí...seo de la brisa
anticipa la respuesta,
vuela al aire una sonrisa,
palpita el son de una fiesta.

Es solo el sueño de un beso
cuando las manos se tocan,
y de él, el embeleso
cuando ¡Sí! dice la boca,
como musitando un rezo.
La mente se vuelve loca
saboreando todo eso.
¡El corazón se desboca!

Que mucho dure este trato
que hago hoy de quererte”
contestó él en el acto.
¡Ojalá tengamos suerte!

Van más de sesenta años
y el AMOR se ve tan fuerte,
que seguimos pololeando
¡hasta el día de la muerte!

Viña del Mar, 7 de noviembre de 2006.

Y también por esos años de comienzos del siglo XXI, me atreví a resumir en este breve poemilla la bella historia de lo que fue nuestro amor como alumnos de Pedagogía, el más feliz episodio que alguna vez pude siquiera imaginar que viviría algún día:

III

Breve historia en verso de aquel amor de estudiantes


Hoy ha nacido un amor de los grandes
en la vieja casona de Alameda.
caricias y besos se dan sin veda
Félix Morales y la Inés Hernández.

Todos saben que es pasión que se expande,
es “química pura” a ojos vistas.
¿Digo  quiénes son los protagonistas?
Pues ... ¡Félix Morales y la Inés Hernández!

Los dos vuelan más allá de los Andes
sentados muy juntos en las clases de Piga
sin oír palabra de lo que el profe diga:
¡Son Félix Morales y la Inés Hernández!

Forman bella pareja de estudiantes:
él, cabro mateo, ella, lola mimosa.
Gozarán por siempre un idilio de rosas
el  tal Félix Morales y la Inés Hernández.

Cuando ya tengan sus siete hijos grandes
y se queden muy solos en su viejo nido,
igual seguirán amantes y unidos
ño Félix Morales y ña Inés Hernández.


Y cuando llegue ese día que Dios mande

que cada quien deje su ropaje humano,
verán cómo hacia Él y de la mano
van Félix Morales y la Inés Hernández.


A Valentina, poeta niña, y a su maestra Andrea Márquez [Del tata Félix]

A Valentina.

Mi querida nietecita:

Este modesto librito de poesías, que hoy te envío como singular obsequio, es obra de tu primita Rosario Garrido Matta.

Revela que hay en nuestra familia una veta de poesía que viene al menos desde comienzos del siglo pasado, donde cabe recordar las “Almitas de Niños” (1933) de nuestra tía maestra, Amelia Pettorino, que tú debes haber leído, porque se las regalamos hace algunos años.

Para la abuelita Inés y para mí ha sido una gozosa satisfacción el comprobar que esa preciosa veta de oro puro anida también en lo más profundo de tu corazón de niña.

¡Felicitaciones por ello!

Tu abuelito que mucho te admira y hoy mucho más te quiere:

Félix.


Viña del Mar, 6 de julio de 2005.


Para Andrea Márquez,
abnegada maestra de mi nietecita Valentina:

Reciba Ud. como muestra de gratitud
este modesto obsequio de un abuelito chocho,
por sus sabias lecciones
que, entre otros valiosos dones,
han hecho florecer
en Valentina
un acendrado amor por la poesía
que se refleja en sus primeros versos,
incipientes destellos
de su corazón de niña.

Vaya también para Ud. la admiración de un colega suyo:



Félix Morales Pettorino.


Viña de Mar, 7 de julio de 2005.

¡Loor a Joaquín. el recién nacido! [Bistata Félix]

A Joaquín querubín, serafín,
chiquilín primerín,
tiernín sin fin
del chochín papín
y de la mamín,
que te pondrá un escarpín
y otro escarpín
y te lavará el potín y el pirulín…
¡Rin-tin tín!
¡Aquí va el poemín
del abuelín Felín!

En Viña, cuna de flores,
ha nacido el Delfín,
fruto de dulces amores
que renunca tienen fin:
¡Mimos, besos sin rubores,
hicieron nacer a Joaquín!

Ghiringhelli, Andrés, el padre,
gentil marino y doctor;
Paz Adriasola es la madre,
estrella radiando amor
y Joaquín, niño admirable
por su destino de honor.

Será varón agradable
a los ojos del Señor.

Los tres tatas venerables
le auguran magna labor.
Con mil acciones notables
deslumbrará en derredor.
Y nosotros, respetables,
haremos “ga.gá” en su honor.

viernes, 27 de enero de 2012

Oda a Bernardo O'Higgins, Padre de la Patria (Félix Pettorino)

Bernardo O’Higgins Riquelme,
melodía de aires y bronces,
Dios quiso que fueras
el verso nuestro de cada día
resonando letra por letra
en todos los contornos
de Chile,
remontando al galope
montes y valles,
frondas, selvas y llanuras,
enfilando cauces
con tus espuelas
de plata pura,
vistiendo chamantos de cobre y nieve,
instituyendo calles,
edificios,
jardines y frontispicios,
presidiendo afanes y alegrías
en nuestros hogares, frente al océano,
entre estampas y fotografías
familiares,
irradiando la calidez del pueblo
con tus mejillas sonrosadas
de niño,
banda terciada
y espada al cinto,
prestigiando con brillo de metales
el palpitar de la Historia
y portando el tremolar de tricolores
por los más nobles recintos
del corazón de Chile.

Bernardo O’Higgins Riquelme,
melodía de aires y bronces,
Dios quiso que fueras
el canto nuestro de cada día.
cuando allá, en Inglaterra,
con Miranda,
tu alma joven
silabeó la libertad del pueblo
en su alfabeto revolucionario.
Y así, lidiando con libro y sable
en tus manos,
contra los tiranos de Europa,
soñaste tu Chile libre
y soberano.

Y al llegar a Chillán Viejo,
delineaste la Nueva Nación,
enarbolaste nuestra bandera,
levantaste una polvareda de centauros
desde fundos y aldeas
hasta Santiago.

Era el pueblo, como el de hoy,
con la altivez morena,
la intrepidez generosa
y la “voluntad de ser”. Frente a ellos,
te graduaste de General en cien batallas
y de Director Supremo en la civil contienda.

Siempre te siguió un puñado de valientes,
todos voluntarios,
patriotas, mestizos, indios, negros y libertos,
y en espigas apretadas
de bayonetas,
¡parecían ser muchos más
de los que eran!

Así fue como en El Roble,
El Membrillar y Quechereguas,
en Chillán, Linares y Colchagua,
Los Ángeles, Chacabuco y Cancha Rayada,
te ceñiste los laureles
de los grandes capitanes
y te hiciste
el Libertador de Chile.
Con ellos,
resististe día y noche
el arduo sitio de Rancagua
y te alzaste por sobre el desastre
con cien caballos alados
hacia la nueva aurora
de la Patria,
mientras un grito plural,
como descarga,
cruzaba
esa plaza inmortal:
“¡O vivir con honor
o morir con gloria!”
fue el eco de tus palabras.

Luego ..., el silencio.

Y el resonante coro quedó grabado
como lema
para la eterna memoria
del alma nuestra.

Bernardo O’Higgins Riquelme,
hijo del amor,
hermano y padre del pueblo,
nunca quisieron aceptarte
los sempiternos vasallos,
los duques, los aristócratas,
la alta sociedad de Santiago,
porque tu voluntad era la del pobre,
del proscrito, del oprimido,
y tu espada, la decisión de los esclavos
que liberaste.

Por eso los patricios
te abandonaron
y con zumbido de abejorros
conspiraron
para usurparte el mando.
Tú no les opusiste resistencia,
abdicaste con hidalguía,
dejaste el veredicto a la Historia,
no buscaste el retorno de la furia
y del cadalso
y partiste silenciosamente
al lar de tus ancestros:
El Perú,
con el alma ardiendo de pena
por tan negra ingratitud.

Sufriste la misma suerte
de San Martín, tu noble hermano,
con quien, herido de un brazo,
habías dado a la Patria
la libertad en Maipú.

Pero no importa, amado Padre:
¡aquí está tu Patria Nueva
presente!

Ella quiere recobrar
esa tu devoción incomprendida
y ese pasajero y cruel olvido.
Quiere susurrarte con dulzura
que cada retazo de esta tierra,
mar o cielo,
cada cristal de lluvia que cae,
cada hilo de hierba que crece,
cada río, cada caudal, cada orilla,
cada árbol, cada flor,
cada farellón, cada isla, cada montaña
de este Chile nuestro
te pertenece:
tú lo hiciste renacer,
¡fue tu lucha tenaz de cada día!

Bernardo O’Higgins Riquelme,
dulce nombre que repite el eco
de la Historia,
la Patria te esperó desde siempre
con los brazos abiertos,
y hoy, que te has entremezclado
en medio de los nuestros,
te has convertido
en la más amada melodía
de mi pueblo
y has vuelto a ser:
¡El himno nuestro de cada día!

Drama de un poeta no pintor ni músico (Félix Pettorino)

Como el pintor colora su amplio lienzo,
impregna, dios Amor, mi pobre vida;
no me dejes el alma de óleos vacía,
y cual excelso músico, rellena mi silencio.

Sin el don de amar no hay existencia,
el correr de las horas es soledad y angustia,
el alma va muriendo cual flor tronchada y mustia
y hasta la vida malogra su valor y esencia.

Amor divino: no abandones a tu pobre criatura:
hecho estoy de materia tan arcaica como inerte,
capaz no me siento de remontar a las alturas,

tampoco me hallo estampado en aguafuerte.
No puedo hacer de mi historia una pintura
ni de mi callar, un son que me colme de deleite.

LA ESPERA, cuento de amor de mi nieto Andrés Ghiringhelli.

Siempre había querido hablarte.  Te venía observando hace varias semanas y sentía esa transpiración húmeda que invadía mis manos y mi espalda cada vez que te veía. Debías tener unos 25 años a lo sumo, de mediana estatura, ojos grandes color verde esmeralda que me rememoraba una joya vetusta que alguna vez uso mi difunta abuela. Tenías esa mirada que deja a uno perplejo, deseando que nunca se acabe, como si atravesara la materia y todo pasara en un abrir y cerrar de ojos. Tu pelo largo, color de trigo (intercalé de), me traía recuerdos de infancia, de mi madre, cuando jugaba en el jardín y su cabello suave me rozaba la cara.
Sin embargo, no podía hablarte. Quería, sin duda. Pero no era un querer cualquiera, era algo que se desea de tal forma que ocupaba gran parte de mis pensamientos del día, al despertarme en la mañana,  al dormirme en la noche, en el trayecto al trabajo y mientras comía. También mis sueños habían sido invadidos por esta desconocida, sueños que se repetían noche tras noche.
Ni siquiera sabía tu nombre, ni donde vivías, ni menos conocía a tu familia. Pero imaginaba todo esto, pensaba en tu nombre, en tu casa, tu habitación y tus padres. Creaba este mundo ficticio para estar en paz conmigo mismo, aunque mi ser más recóndito sabía que todo era un invento.
 Ignoraba los días que soportaba esta situación, quizás un par de meses, desde que te conocí en el hospital. Esa mañana, estabas radiante con tu traje blanco de enfermera.  Al verte, sentí que te  había visto muchas veces, mas no recordaba donde. Y no pude hablarte. El corazón acelerado y la lengua torpe me lo impidieron.
Y así pasaron los días, las semanas y los consiguientes meses sin poder saber siquiera que hubieras oído el tono de mi voz.
Recuerdo una mañana que dudo que hoy la tengas en la memoria. Fue en el metrotrén para el rutinario y diario trayecto laboral. Me percaté que estabas sentada un par de asientos más allá. Te observé detenidamente todo el viaje, absorto, contemplando tu pelo mojado. Pensé cuantas veces habíamos viajado juntos y nunca te había visto, o quizás alguna vez estuve a tu lado y no  me di cuenta. Imaginé múltiples situaciones que se fueron diluyendo con el avance del tren. Este "soñar despierto” llegó a su fin con la aparición del hospital, tras las ventanillas del vagón. En el acto te incorporaste de tu asiento y te dispusiste a salir con pasos firmes y rápidos.
  Me apresuré lo más que pude hasta ubicarme muy cerca de ti. Solo bastaba que te dieras vuelta para que me vieras, lo cual pasó segundos después. Tu rápida sonrisa me hizo suponer  que me habías reconocido.
-“Hola, ¿trabajas en el Hospital, cierto?”, dijiste, mientras te acomodabas tu bolso en el cual se asomaba la manga de un sweater azul.
- “Si, soy residente del servicio de Oncología”, -apenas pide tartamudear sorprendido. Además, cual acto reflejo, fruncí el ceño para dar a entender que te había visto en alguna parte. “Tú (Tu) también parece que trabajas ahí”, -murmuré.
- “Claro, es mi séptimo mes en el servicio de geriatría”, me respondiste, clavándome esa sonrisa que me perseguirá en sueños toda mi vida.
         “¡Siete (siete) meses!, pensé y me asombré  de la cantidad de tiempo que había pasado desde esa mañana, siete meses en los que estuve siempre atento y expectante a tu aparición, merodeando los pasillos del servicio de pediatría, inventando rondas médicas, con el solo objeto de verte y escuchar tu voz.
- “Algunas veces te he visto en mi piso de hospitalizados, pero no como médico tratante de algún paciente” -disparaste de pronto.
-  “Sí, sí,”  intentando cortar la conversación, a la vez que sentía como me hervía la cara. “Es (es) que me sirve como atajo para llegar más rápido al casino”, te dije, a la vez que me sorprendía de mi tonta excusa.
                Pensaba mientras caminábamos en cómo  poder verte de nuevo, invitarte a algún trago, ir al cine o seguirte a la salida, ya que con muy pocas probabilidades  se repetiría este encuentro furtivo. . De pronto, me angustié al estar acercándonos al hospital donde cada uno tomaría su rumbo.
       - “¿Cómo te llamas?”, te pregunté de improviso, notando que mis manos transpiraban un sudor frio. 
         - “Elena”. ¿Y tú?  –me contestó ella replicándome la pregunta. 
       - “Sebastián”, te respondí, tratando de disimular mis ganas de mirarte una vez más y de conservar esa imagen en mi memoria. 
          Molesto con mi nerviosismo y mi falta de resolución, divagaba con excusas para alargar el diálogo lo más posible. 
        Pensé en encararte diciendo “¿podríamos tomar un café a la salida?”, a la vez que instantáneamente me arrepentí y me sonrojé nuevamente.
  Así seguimos caminando, mientras  con pena sentía que mis posibilidades se iban esfumando  con cada paso que daba.
          De pronto, mi celular suena. Hago la movida clásica de siempre y presiono la tecla de silenciar. Nada ni nadie podía ser más importante en este momento. “-¡Bah!, cortaron”, me dije para disimular.
            El viento helado de otoño golpeaba fuerte en mi cara.  El olor a puerto comenzaba a invadir cada rincón de la ciudad, mientras que bocinas varias, ladridos de perros vagos y motores de vehículos solo hacían de comparsa para el sonido típico de una mañana cualquiera.
Y así fue como perdí la oportunidad más clara que tuve para acercarme a ti. Te mantuviste detrás de esa línea oscura que es lo desconocido.
         Ese día, lo recuerdo como si fuera ayer, fue doblemente tedioso. Sentía rabia e impotencia, que tuvieron su punto máximo cuando te vi alejarse a medida que agitabas la mano para despedirte. Mordiendo mi rabia, remedé tu saludo de despedida y me dispuse a comenzar un nuevo día laboral.
-“Al menos supe su nombre”, recuerdo que me consolé.
      Evocando  esos meses,  me veo sumido en la tristeza. Podría decirse que se respiraba ese sentimiento en el ambiente.  Mi vida se basaba en el hospital y en las noches de juerga del fin de semana, donde generalmente me juntaba en el departamento con mis amigos, treintones  y solteros como yo, a hacer algún asado y a tomar unos tragos. De ahí el camino era amplio, algunos nos íbamos a pubs de la Subida Ecuador en Valparaiso, otros a Viña del Mar y los más ebrios volvían a  sus casas.
                La imagen de mi departamento las mañanas siguientes eran dignas de una escena de la Divina Comedia del Dante. Al desorden total de vasos, (la mayoría vacíos  y unos cuantos llenos) platos sucios y servilletas arrugadas en el piso. Habría que agregarle la mujer de turno que se quedaba en una que otra madrugada. Al despertar, la dama ya se había ido, lo cual me ahorraba la tarea de seguir esperando…
Los meses siguientes pasaron sin muchos hechos importantes, mientras mi angustia y desesperanza crecían en forma alarmante. Te vi un par de veces, con el máximo avance de que ya te podría saludar por tu nombre.
El día en que me derrumbé fue cuando te divisé de la mano con un médico del hospital, el cual un par de años después se convirtió en tu esposo. Sufrí para mis adentros, como había sido la tónica, ya que nadie, ni el mejor de mis amigos, sabía de mis sentimientos. Eso habría sido como publicar mi nula capacidad de acercarme a la mujer que quería. Aunque quizás hubiese sido una buena alternativa para recibir algún consejo o para que alguien me presionara a hacer lo que nunca hice.
En una de las múltiples noches de fin de semana, conocí a Eva, la mujer con la cual me casé tres años después. Tuvimos  cuatro hijos  varones y un muy buen pasar como familia. Compramos una casa en Viña y otra de veraneo en Algarrobo y tuvimos una vida absolutamente normal, única expresión que no puedo comprender del todo a mis 85 años.
   Te recordé cada día de mis 38 años de matrimonio hasta el fallecimiento de Eva. Siempre tuve el remordimiento de que no hice lo suficiente para tenerte para siempre conmigo e imaginaba mi vida contigo de una manera tan distinta, que hasta el día de hoy no sería capaz de precisar..
          Nunca más ni siquiera te divisé.   Solamente me enteré de que hiciste un postgrado en España y después fue como si la tierra te hubiese tragado.
             Hasta que apareciste por esa puerta… mi corazón ya decrépito logró acelerarse, mientras mis pies sudorosos temblaban bajo las sábanas. Intenté  mascullar alguna palabra, pero el reciente accidente vascular encefálico que me había llevado a una  clínica  me lo negó. La pantalla que me monitoreaba mostraba una leve taquicardia. Te acercaste tierna y dulce, solo como lo haría una enfermera de experiencia, y me cuidaste en esta larga agonía de años que oscilan entre la tortura y la alegría de verte… Nunca sabré si me reconociste, pero de lo que estoy seguro, es que cambiaría mi vida entera por este  puñado de años contigo.
            Hoy, cuando siento que mi final ya está cerca, te veo venir…, acaricias mi lánguida y cenicienta cabellera… Cierro mis ojos y sin quererlo siento que una solitaria lagrima cae sobre una de mis arrugadas mejillas…  Y me late el corazón al sentir que la larga espera valió realmente la pena...

Escrito por Andrés Ghiringhelli Morales en La Mar, 23 febrero 2009.
Dedicado a su esposa, Da. María Paz Adriasola Latorre.
A Adalia, en su primer día de vida.

I


Nace la niña.

Verano, siete de enero,
primores del 2010,
surge en Maipú desde el cielo
un querubín de alba tez,
sus ojos son dos veneros
de radiante brillantez.
Algo de Pauli y Marcelo
hay en su boca de miel
y acaso un dejo ligero
de “lelas” Helga e Inés.

II
Jolgorio.

Alégrase el clan entero
por esta primera vez.
Es el más valioso obsequio
prodigado por nuestro Rey.
Don de amor  puro  y sincero
premio a sus lunas de miel
para Morales Lucero,
pareja lozana y fiel
que para años venideros
auguran ser un vergel.

III
Adalia

Adalia, reina entre flores.
chinita, disfraz de arlequín,
disfruta de los olores
del más jocundo jardín
y desde el seno los sabores
como travieso querubín.
De la vida los primores
bebe hasta que puedas al fin
¡volar de dedos rectores
a hacer otra vida feliz!







Calurosas felicitaciones para:


Paulina ♥ Marcelo

y

Helga ♥ Nonín.




El bistata Félix