¡Pára, pára, leñador!
-¡Chac, chac, chac!- golpea el hacha,
en tus manos, leñador
cuando a un roble o a un alerce
le arrancas el corazón.
De a uno en uno van cayendo
por tus manos, leñador,
los árboles de los bosques
que nos regaló el Señor.
Y se van los pajarillos
por tu culpa, leñador,
destrozaste las jaulitas
que para ellos hizo Dios.
Ya no se sienten gorjeos
por tu culpa, leñador
¡nunca habrá cantos ni vuelos
en donde no hay corazón!
-¡Chac, chac, chac!- golpea el hacha,
en la heredad del Señor.
Sigues sembrando la muerte:
¡pára, pára, leñador!
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