miércoles, 16 de mayo de 2012

Homenaje por el nacimiento de Nancho, un artista excepcional. De Félix Pettorino.

La llegada al mundo de nuestro hermano Nancho aconteció en Antofagasta, la ciudad llamada “dormida”, aunque jamás (que yo sepa) lo ha estado. Y así fue cómo en una noche calurosa del segundo día de febrero de 1933, los hijos aún niños de la familia Morales dormían plácidamente sin siquiera imaginar el gran suceso que estaba a punto de suceder. Si alguno hubiera permanecido insomne como yo lo estaba, habría podido advertir cierta agitación dentro del dormitorio matrimonial. Era la mamá Tina que se retorcía en su lecho, presa de los dolores de parto. José Pío, el padre, de unos 35 años, se sintió obligado a levantarse de la cama que compartía con ella. Como era hombre previsor, prendió un frágil cabo de vela y partió rumbo a la cocina a preparar una “teterada” de agua caliente. Al rato sonaron unos leves golpes en la puerta de calle. Corrió a abrir. Era la matrona, una señora de menuda estatura, morenita y algo rechoncha, provista del instrumental y los fármacos necesarios, que acudía prestamente a lo suyo, justo a la hora señalada por el “matrón”, o con cierto eufemismo, “médico de señoras”, como solía llamarse en aquel entonces.
Después de ingresar la recién llegada a la habitación de la parturienta, se acercó suavemente a la paciente, le palpó la frente sudorosa y con su habitual fineza profesional le soltó unas cuantas palabras de aliento. La afectada, que era una dama bajita de unos tres años menor que su esposo, perseveraba en sus padecimientos, pero se empeñaba por retener los quejidos y las lágrimas que pujaban por salirle de las órbitas alumbrando sus ojitos semicerrados. Más que valerosa, estaba resignada y hasta, se podría decir, casi contenta con su suerte.
Había que proceder con celeridad. La matrona echó con fuerza hacia atrás sábanas y frazadas y al alzar la camisola, dejó al descubierto el vientre combado de su clienta, percatándose de que ya la criatura por nacer asomaba su negra cabezuela humedecida entre los labios de la vulva, abierta como las fauces de un gran pez devorando a su presa.
Fue el momento en que la casa entera se sintió invadida con los desesperados berridos del crío, que, por supuesto, era un varoncito que inmediatamente fue alzado por los aires en los robustos brazos de la partera, sin que hubiera habido necesidad alguna de plantarle en sus nalguitas sonrosadas el consabido palmetazo de estilo.
         A poco andar, los alaridos del recién nacido se suavizaron en un vaivén rítmico-melodioso de dulces vagidos emitidos con cierta armonía, como el de un corderillo en ansiosa búsqueda del pecho materno.

La matrona, templando un tanto la agilidad de sus movimientos, se detuvo a escuchar por unos segundos el tierno llanto del crío.
¡Será un artista, talvez un gran músico! exclamó alborozada al constatar el buen resultado de su labor.

Era justo el instante sagrado en que emergen la profecías que al ineludible paso del tiempo resultan verdaderas de tanto pensar, repensar y soñar en ellas.

Recordación aniversaria de su hermano mayor, testigo distante del gran acontecimiento, a propósito de uno de los tantos cumpleaños del artista: El 2 de febrero de 1995, cuando a Nancho se le celebraba su sexagésimo segundo cumpleaños, le nació el impulso fraternal de hacerle llegar el siguiente saludo recordatorio de su nacimiento:
“Hace 62 años justos, en Antofagasta, calle General Velásquez esquina Orchard, cerca de la medianoche, viniste al mundo, silencioso y sereno, como ha sido la tónica general (salvo excepciones contadas) de tu ya larga y fructífera existencia”.
“Viniste sustituyendo a un gran dolor de madre. La muerte de Rosita, tu predecesora, acaecida el 11 de marzo de 1932, dejó sumidos a nuestros padres en un sufrimiento que bien podrás imaginar, ya que eres, como todo buen artista, muy sensible. El inagotable amor maternal, hasta ese instante frustrado por una muerte prematura, se volcó como un alud hacia esa criatura tierna y dulce que acababa de nacer. Esto te explicará los amorosos cuidados de mamá Tina y de Nena, nuestra hermana mayor, que pudiste disfrutar tan intensamente durante toda tu infancia. Ellas fueron los dos ángeles custodios de tus primeros años... y ello podría esclarecer también el notable desarrollo, desde esa tan tierna edad, de todo lo que se ocultaba en potencia dentro de un ser tan aparentemente frágil como el tuyo, esto es,  la capacidad creadora que suele manifestarse al máximo en aquellos períodos de la vida en que resplandece el amor”.
“Me hago parte de ese cariño inagotable hacia ti en este, tu memorable día de cumpleaños. Que  disfrutes de muchos, muchos más, y que sean tanto o más felices y creativos como los pasados”.
“Te abraza con cariño tu hermano Félix.”

 [Extraido de la biografía ilustrada de Hernán M. Pettorino titulada "Semblanza de un artista", de Félix M. Pettorino, obra editada por la Universidad de Playa Ancha, Valpso., 2009, 202 pp.

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