jueves, 13 de septiembre de 2012

Volodia, escritor chileno de gran fecundidad y muy galardonado al final de su larga vida, pero que no tuvo mucha suerte en su vida privada. Por Félix Pettorino.


Volodia Valentín Teitelboim Volosky [Chillán (Ñuble), 17.03.1916 – Santiago, 31.01.2008]. Era hijo de un matrimonio de inmigrantes judíos procedentes de Ucrania y Moldavia. Su nombre real era Valentín, pero su idealismo político lo llevó a cambiarlo por Volodia, que era el apodo de la infancia de Lenín. Ya en el liceo, cuando era un adolescente de 16 años, empezó a interesarse cada vez con mayor apasionamiento en los problemas de los asalariados e ingresó con gran entusiasmo a las Juventudes Comunistas.
Después de rendir con éxito su Bachillerato en Letras, ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Durante su estudios de “leguleyo”, en dos ocasiones llegó a ser presidente del Centro de Alumnos. Pero tuvo también la oportunidad de conocer a una compañera que, además de lucir una muy poco común hermosura, era poetisa. Bastaron esos dos requisitos, más (obviamente) la afinidad de ideales, para enamorarse perdidamente de ella. Se llamaba Raquel y la suerte de él fue que ella no tuvo inconveniente alguno para “pololear” con él. A pesar de la desventaja de no ser lo que se llama en Chile “un joven buen mozo”, poseía en cambio tres puntos a su favor: el ser un “camarada” de buena estatura y de gran talento y simpatía. Eran años gloriosos, de serias responsabilidades forjadas en un cerebro hirvientes de ideas humanitarias, pero que en ningún caso podían contrariar la alegría de vivir propia de las edades juveniles. Su severo ideario político no impidió, por ejemplo, que pusiera todo su estro poético al servicio de los Juegos Florales de 1931, donde por primera vez llegó a ser laureado como poeta.
Cuatro años más tarde, al titularse de abogado con la tesis ”El amanecer del capitalismo. La conquista de América", en que ponía crudamente y al desnudo la explotación de los trabajadores por el capitalismo americano, entró a formar parte de la Comisión Política del PC.
Por ese tiempo Volodia decidió contraer matrimonio con Raquel, la linda mujer que le quitaba el sueño. Y fue inmensamente feliz, al menos durante aquel período. Como recuerda su colega Mireya Baltra, a ella “yo la conocí en los actos del partido. Raquel era una mujer interesantísima, inteligente, atractiva. Volodia la amaba intensamente”.
Podría decirse que su vida entera la entregó al más arduo trabajo literario, en contraste con muchos  escritores de su tiempo. Y no olvidó en ningún momento sus compromisos ideológicos en lo político. Así es como novelas, memorias, biografías y ensayos brotaron de sus manos como un torrente.. Su primer libro, Antología de la Nueva Poesía Chilena, editado en 1932, junto a Eduardo Anguita, recopila a nuestros grandes poetas y desata una fuerte controversia en la época, ya que omite a Gabriela Mistral y, como si esto fuera poco, ahonda aún más la pugna entre Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Pablo Neruda, con quien, aunque parezca curioso, cultivó una estrecha amistad desde 1937, explicable solo por la gran afinidad política existente entre ambos.
Otra tarea que emprendió fue la de escribir libros de memorias, tales como Un muchacho del siglo XX (1997), donde se define y se memoraliza a sí mismo como miembro de su partido; La Gran Guerra de Chile y Otra que Nunca Existió (2000), alusiva a la rebelión contra Pinochet (1973-1988), convertido en dictador por una guerra civil que nunca ocurrió; y Noches de Radio (2001), que recuerda aquellos programas de “Escucha Chile” desde Moscú, en que participa el propio Volodia, subrayando, entre otras cosas, la valiente defensa de los derechos humanos por parte del cardenal Raúl Silva Henríquez y la Vicaría de la Solidaridad.
Famosas fueron también sus biografías de Jorge Luis Borges (en Los dos Borges) de Huidobro, Neruda y Gabriela Mistral, a quien, con gran nobleza de su parte, reivindica, después de haberla desdeñado en la Antología de la Nueva Poesía Chilena, &editada en 1932, junto a  Eduardo Anguita.
Miembro de la generación del '38, su obra también abarca la poesía y la novela, género con el que marcó un hito en la narrativa social de Hijo del Salitre, que tiene como protagonista a Elías Lafferte, histórico líder comunista y pieza clave en el desarrollo del movimiento obrero en Chile; y La semilla en la arena, novela autobiográfica basada en las experiencias sufridas por él  en Pisagua, donde, entre otros incidentes, manifiesta el sufrimiento de los prisioneros, entre otros, Félix Morales, el pintor de brocha gorda, que muere de inanición.
Periodista, crítico literario y fundador de revistas, como Aurora y Araucaria de Chile, además del diario El Siglo, Volodia Teitelboim volcó toda su pasión por la palabra no sólo en la que escribió en gruesos volúmenes, sino también en la que proclamó en la palestra política, donde los más diversos sectores lo han reconocido como uno de los grandes oradores del Congreso Nacional. A propósito de estas actividades, él mismo comentó en una ocasión:: "la política era mi mujer legítima y la literatura, mi amante. La amante me rondaba por las noches, pidiéndome cuentas".
Por todo esto y mucho más, se hizo acreedor al Premio Nacional de Literatura de Chile, otorgado algo tardíamente durante el año 2002. &
Como muchos de sus biógrafos lo han dicho, la vida pública de nuestro escritor estuvo siempre plagada de memorables actos nobles, idealistas y valerosos, éxitos por doquier, premios y reconocimientos, mientras, en verdad, durante su existencia personal sólo tuvo que padecer las angustias de la prisión y del exilio, la falta de respuesta al amor otorgado, que inevitablemente conduce a la desilusión y al olvido, cuando no a la traición, la incomprensión de los seres más amados y el prolongado dolor por males irremediables que más temprano que tarde suelen arrastrar al sepulcro.
Volodia solo tenía 25 años cuando le correspondió hacerse cargo como subdirector de “El Siglo”, órgano oficial del partido comunista, soportando estoicamente, de tiempo en tiempo, las amenazas, suspensiones o cierres de los más diversos gobiernos de turno y que, pese a todo, se mantiene incólume hasta hoy.
Las constantes reuniones, actos y el compromiso inclaudicable con su partido, lo convirtieron en un hombre excesivamente ocupado, lo que se traduciría en fuertes quiebres personales con la mujer que amaba y que a la sazón era su esposa. La verdad es que él estaba casado con la política, y no con su mujer ni con nadie más...
Así, por ejemplo, durante el período de Gabriel González Videla, cuando a fines de la década de los 40, se produjo la ruptura entre el gobierno y el PC, surgió la nefanda “Ley de Defensa de la Democracia”, o “Ley Maldita”, como la llamaban los camaradas, y el escritor se vio forzado a vivir en la clandestinidad y más tarde relegado por un tiempo en Pisagua, lo que habría de acabar, como era de temer, en un quiebre tan definitivo como doloroso con su bienamada pareja.
Sucedió que en 1947, Raquel volvió a toparse con Álvaro Bunster, quien había sido por breve tiempo su pololo durante los años de su juventud universitaria, y hoy era un abogado exitoso, que lo recordaba con alguna nostalgia, máxime cuando además de la vida triste y solitaria que ella sobrellevaba, él por su parte era  un varón que por sobre su marido tenía las innegables ventajas de ser muy buen mozo y de disfrutar del mayor tiempo libre imaginable... Y pasó lo que tenía que pasar. Mientras Volodia permanecía ocultándose en cualquier parte ajena a su hogar, como reo fugado, Raquel quedó embarazada de Bunster. El 15 de abril del año siguiente nació Claudio...; pero Volodia, dotado de un amor y comprensión nobles a toda prueba, lo adoptó como hijo propio, haciendo caso omiso de la infidelidad y transmutándola inevitablemente como producto del amor conyugal, en un secreto compartido solo con su pareja..., o acaso también con el PC., como sostienen algunos malpensados...
Aunque, por cierto, no faltaban quienes sabían o sospechaban que el niño era hijo de Bunster, el tema cada vez se comentó con menos frecuencia. Para tapar el escándalo, Raquel conversó con Bunster y le pidió que nunca dijera que Claudio era su hijo. El niño creció creyendo que su padre era Volodia, mientras el matrimonio se distanciaba cada vez más a ojos vistas.
Ocho años más tarde, en 1955, Volodia fue relegado a Pisagua junto con otros dirigentes comunistas. Entonces el amor que Raquel podría haber sentido por el gran caudillo del PC, si es que algo le quedaba, se acabó completamente. La abogada y poetisa iba a ver a su marido al campo de concentración y volvía para estar con Jaime Barros, un economista de izquierda con el que  había iniciado una nueva relación sentimental.
Luego, Volodia, una vez libre, intentó volver a vivir con ella hasta que en 1957 Raquel, no pudiendo soportar más, se marchó con Barros a Cuba. “Ella llegó a medianoche. Saludó en forma educada. Salió del dormitorio, anduvo un rato por la casa. Seguramente fue a ver al niño en su pieza. Luego, oí sonar un portazo. Me levanté. Recorrí la casa. No estaba. Se había ido. No pude dormir. Salí un rato al patio. Me senté en la biblioteca. Volví a la cama. La noche es un espacio en que se pasean los fantasmas...”, escribió con mano temblorosa un desolado Volodia.
Sin embargo, a pesar de tanta amargura, prosiguió su vida militante con la misma entrega de siempre.  “Todos sabían que la vida de Volodia era una tormenta, pero nadie lo comentaba en público”, confidenció una vez el ex dirigente de las JJCC Gonzalo Rovira.
Ya anciano octogenario, Volodia confesaba que aunque su relación con las mujeres había sido siempre “estupenda pero complicada”. A pesar del primer y gran descalabro conyugal declaró en una entrevista: “No concibo una reunión hermosa si no hay mujeres, no lo digo por una razón sexual, la mujer introduce fantasía y también conflicto”.
No cabía duda de que dado lo expuesto, Volodia, tarde o temprano, trataría de rehacer su vida sentimental. Fue en 1982, a los & 66 años, cuando se casó con Eliana Farías, profesora y periodista porteña, dotada también de cierta notoria belleza muy propia de una mujer como ella en su edad madura. Eliana había tenido un hijo, llamado Roberto, a quien matriculó en el Instituto Barros Arana, de modo que sólo los fines de semana vivía con su madre, Volodia y su presunto hermanastro Claudio. Más tarde se agregó Marina, la primera hija biológica y legítima de Volodia, que lo colmó de una felicidad tan grande, como nunca la habia podido disfrutar a lo largo de su bien zarandeada existencia.
 Por su parte, Roberto entró a militar a las JJCC a los 17 años. Y el día menos pensado llamó por telefono a su madre desde el aeropuerto de Moscú: Me voy a Cuba”, le comunicó, sin inmutarse, como quien va a una reunión de camaradas...
Un vez instalado con camas y petacas en la isla caribeña, dejando a Eliana, su madre, en la desolación más angustiosa, comenzó su entrenamiento militar y en 1979 partió a Nicaragua a combatir. Desde donde estuviera, nunca se olvidaba de enviarle una breve misiva a su madre y otra, siempre más detallada, a su padrastro, a quien se dirigía a  tratándolo cariñosamente de “Volo”. En una ocasión, que aumentó los negros presentimientos de Eliana, su madre, Roberto mandó desde Nicaragua un horroroso video, en el que aparecían grabados por doquier los cadáveres después de los& más atroces combates..., con este irrisorio consuelo a modo de título: “Ya llegará el día en que no habrá más guerras”.
Al final de esta loca aventura, pasó lo que tenía que pasar: Roberto murió ametrallado o mutilado por las balas enemigas. Había sido un buen “camarada”; pero por su apasionamiento juvenil había optado por distanciarse de la política más pacífica que propiciaban el “tío Volo”, mamá Eliana y el PC. Y Volodia, a pesar de que tanto amaba a su hijastro no asistió al funeral, algunos opinaron que no fue por la atroz pena que lo embargaba, otros simplemente que por disciplina partidaria... Pero la verdad, según algunos mal pensados, parecía ser otra...
Lo malo de todo fue la muerte de Roberto Nordenflycht, esto es, del hijo de Eliana Farías, fue “la gota que colmó el vaso”. Como era lógico imaginarlo, Eliana culpó a Volodia de la muerte de su hijo. Según su modo de ver las cosas, Volodia había sido el causante de la tragedia al inculcarle a su hijastro sus ideas revolucionarias, sobre todo mediante la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que él mismo había ayudado a crear...
            En suma, los últimos tiempos de nuestro noble Volodia fueron muy amargos: dos fracasos matrimoniales seguidos sin haber tenido responsabilidad directa en las causas de su fracaso. Separación involuntaria no deseada de su amado hijo Claudio, trágico final de Roberto, su hijastro a quien tanto amaba; y. por último, como si fuera poco, la incomprensión del partido...
Pero en su lecho de muerte pudo esperar pacientemente día tras día, hora tras hora, el posible retorno de su único amor correspondido, que eran “sus ojos”: su amada hija Marina, cuya llegada desde Eurropa aguardaba impaciente, para poder iniciar por fin y para siempre el ansiado sueño de la paz.... Pero todo fue en vano... Su hija, su única y verdadera hija no llegó, no pudo llegar a tiempo...
Pero pasemos a algo más positivo. Para destacar la real magnitud de la obra del escritor Volodia Teiteboim, he aquí una nómina en orden cronológico de sus libros, que he podido extraer de Internet:
§                     El amanecer del capitalismo. La conquista de América -  1943; Hijo del Salitre – 1952; La Semilla en la Arena. Pisagua – 1957; Hombre y Hombre – 1969; El oficio ciudadano – 1973; El pan de las Estrellas – 1973; La lucha continúa, pólvora del exilio – 1976; Narradores chilenos del exilio – 1978; La guerra interna – 1979; Neruda – 1984; La palabra y la sangre – 1986; El corazón escrito – 1986; En el país prohibido – 1988; Gabriela Mistral, pública y secreta – 1991; Huidobro, la marcha infinita – 1993; Los dos Borges – 1996; Un muchacho del Siglo XX – 1997; Notas de un concierto europeo – 1997; Voy a vivirme – 1998; La gran guerra de Chile y otra que nunca existió – 2000; Noches de radio – 2001; y Ulises llega en locomotora – 2002.

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