viernes, 14 de septiembre de 2012

José María Caro Rodríguez, el niño de origen humilde que llegó a ser el primer cardenal chileno. Por Félix Pettorino.


Cardenal José María Caro Rodríguez [Pichilemu, 23.06.1866Santiago, 04.12.1958]. Sus primeras letras las aprendió con su abuelita Cayetana. Ya suficientemente “entrenado”, ingresó a la escuelita de Ciruelos, donde para asistir a clases, entre ida y vuelta, debía recorrer cinco kilómetros diarios.
Ahora bien, como el canónigo Ramón Saavedra Jiménez de la catedral de Santiago poseía una pequeña propiedad en Cáhuil, pueblecito vecino a Pichilemu, y necesitaba a alguien que le ayudara a oficiar la misa, tuvo la feliz ocurrencia de pedirle al párroco de Ciruelos que le buscara a un muchachito de buena voluntad dispuesto para ese menester. El elegido fue justamente José María.
Pasado un tiempo conveniente, viendo el canónigo que el acólito, por su piedad y espíritu de servicio, “estaba hecho” para el sacerdocio, se lo propuso y el muchachito aceptó en el acto. Así fue como en el mes de marzo de 1881, José María viajó a Santiago con su padre a rendir examen al Seminario de Santiago. Fue admitido en la sección de San Pedro Damiano, destinada a estudiantes de zonas rurales.
Allí fue donde el jovencito realizó sus estudios de Humanidades, de modo que hacia 1887 dio comienzo a los correspondientes a Teología, Latín y Griego. Y se desempeñó como tan buen estudiante que más tarde, cuando llegó el momento, según se cuenta, fue capaz de dictar cursos en la lengua de Aristóteles dentro del mismo Seminario Conciliar.
            Más tarde, en 1887, el recién nombrado Arzobispo de Santiago, Monseñor Mariano Casanova, lo designó junto a otros alumnos para proseguir sus estudios en Roma, tanto en el Colegio Pío Latino como en la Universidad Gregoriana. Al poco tiempo enfermó gravemente del pulmón. A pesar de tan serio inconveniente, fue ordenado sacerdote el 30.12.1887. Poco más tarde se graduó como doctor en Teología de la Universidad Gregoriana.
Regresó a Chile en 1891, justo en los momentos en que el país se veía fragmentado por una cruenta guerra civil cuyos combates provocaron miles de muertos entre el bando presidencialista y el congresista.
Años más tarde, en 1910, el padre Caro fue destinado a la localidad de Mamiña,en Tarapacá. En mérito a su exitosa labor, al año siguiente fue designado obispo de Iquique y vicario apostólico de toda la provincia. Recibió el orden episcopal de parte del internuncio, Monseñor Sibilia, el 28.04.1912.
            En 1925, después de haber permanecido como obispo de Iquique durante 13 años, el pontífice Pio XI lo nombró obispo de La Serena. En ese ministerio escribió y publicó varias obras importantes para Chile y para su iglesia, como Fundamentos de la Fe, Porque Creo, El Matrimonio Cristiano, El Misterio de la Masonería, La Iglesia y los Obreros, etc.
Años después, el 14.10.1939, se dirigió a la capital con el fin de tomar posesión de la Arquidiócesis, luego de que el Papa Pío XII lo nombrara como el Séptimo Arzobispo de Santiago. Monseñor Caro supo ganarse el cariño de los feligreses y sobre todo del pueblo de Santiago. Siendo uno de los principales pastores de Chile, supo mantener excelentes relaciones con los gobiernos radicales no creyentes que tuvo Chile en aquellos años en que le correspondió ser Jefe de la Iglesia de Santiago. Impulsó la edificación del Templo Votivo de Maipú y visitó en diversas ocasiones el Hogar de Cristo, estimulando la gran obra de San Alberto Hurtado (V.), y cuando este falleció, rezó por él el Angelus en la Catedral.
El 23.12.1945 el pueblo chileno recibió alborozado la noticia de que el Papa Pío XII había elegido a monseñor Caro para ser ordenado cardenal en el mes de febrero del año siguiente. El arzobispo viajó en pleno invierno europeo. Su salud no lo acompañó y el frío y las inadecuadas condiciones de Roma para un anciano como él, le causaron una bronconeumonía de la que le fue muy difícil reponerse. Afortunadamente su salud se recuperó temporalmente y pudo recibir del Santo Padre el capelo cardenalicio el 19.05.1946, convirtiéndose así en el primer sacerdote chileno en alcanzar la dignidad de Príncipe de la Iglesia.
Y un último dato: monseñor Caro, por el carácter ejemplar de su vida y de sus obras de bien, se encuentra actualmente en proceso de beatificación.

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