Pedro de Oña [Angol, 1570 – Lima,
1643(?)]. Nacido en Chile, pero de
progenitores españoles: Gregorio de Oña, nacido en Burgos e Isabel de Villegas
y Acurcio. Su padre había llegado a Chile en 1558, pero corrió la suerte de
muchos de los conquistadores: murió en
un combate con los araucanos. Su madre, Isabel de Villegas, consideró prudente
llevarse al niño a Lima donde en 1590, le
consiguió una beca para el Real Colegio
de San Felipe y San Marcos, donde terminó graduado en Artes. La beca
había sido creada por García
Hurtado de Mendoza en favor de los súbditos desamparados por la guerra. Desde pequeño
mostró gran afición por la lectura de los clásicos latinos y españoles, sobre
todo de Alonso de Ercilla y, en
general, de los poetas barrocos, que se hallaban en boga.
En 1593, cuando ya era todo un joven
letrado, le tocó participar en la expedición comandada por Pedro de Arana para
sofocar una asonada que se había originado contra las alcabalas, impuestos que
debían pagarse al rey o a su representate legal (como el IVA de hoy), por la
ventas o los trueques que se hacían de ordinario. A su regreso ingresó
beneficiado con la beca Hurtado de Mendoza a la Universidad Mayor
de San Marcos a complementar sus estudios, especialmente en Teología y Leyes.
El
año 1596, cuando ya había sido
designado corregidor en la localidad de una provincia del virreinato de El Perú
llamada de Jaén en Bracamoros, tuvo la oportunidad de presentar la publicación
del Arauco Domado, su primer libro,
que resultó ser un gran poema épico que había empezado a escribir en 1594. La obra es mucho más que una
vulgar imitación de la inmortal Araucana
de Alonso de Ercilla y Zúñiga, editada mucho antes en Madrid en 1569, 1578 y
1589. Y el título no sólo contradice el contenido de la epopeya de Ercilla,
sino la propia realidad histórica de su tiempo, ya que el territorio mapuche
distaba aún varios siglos para ser conquistado por sus nuevos ocupantes... Es,
a la vez, un mentís, en lo tocante a las acerbas críticas que le dirige de vez
en cuando Alonso de Ercilla al gobernador
de Chile, García Hurtado de Mendoza (llamándolo, por ejemplo “mozo capitán acelerado”), quien -como se
sabe- por una simple reyerta de Ercilla con otro militar, lo había apresado y
ordenado ejecutar..., aunque, gracias a la intervención de una dama, se salvó
de la horca sólo unas horas antes de la ejecución. Y el autor del Arauco Domado estaba, por el contrario,
muy agradecido de Hurtado de Mendoza, porque justamente a este último le debía toda
su formación profesional y su carrera oficial. En suma, como dicen Orlandi y
Montes en la p. 25 de la obra citada en la Bibliografía , “lo que le interesa a Oña es escribir, no una
historia fiel y verdadera, sino una alabanza encomiástica a don García Hurtado
de Mendoza. Llega en estos elogios a la adulación, llamando al ex gobernador de
Chile “Sublime garza San García”, “Nuevo Aquiles”, “Ulises telamonio”, esto es, ‘como Ulises, digno de una
estatua’...
Pedro
de Oña realizó diversos viajes por América del Sur, principalmente a Charcas
(Bolivia) y luego a Santiago del Estero y a Córdoba (Argentina), a donde llegó
a mediados de 1606. También visitó España en 1608, donde tomó la representación de una Academia llamada “Antártica”.
Durante
ese mismo año regresó a la “Ciudad de los Virreyes” (Lima) para recibir por
segunda vez el nombramiento de corregidor, en esta ocasión de la cercana región
y villa de Yauyos (1608-1610). Fuerza es agregar que mientras
gozaba de una licencia en la capital del virreinato, fue testigo de un violento
temblor que sacudió la ciudad en 1609 y cuyos pavorosos estragos él mismo pudo
relatar en octavas en una de sus obras titulada Relación del fuerte temblor de Lima de 1609.
Luego
se trasladó al Cuzco, desde
donde llegó a ser nuevamente corregidor de Vilcabamba (1615-1617)
y de Calca (hacia
1630), donde en 1629 publicó Ignacio de Cantabria, un extensísimo poema dedicado
al fundador de la Compañía
de Jesús, San Ignacio de Loyola; y dio adecuado remate, en 1635,
a El Vasauro
(‘Vaso de oro’), poema épico editado en 1635, cuyo objeto era ensalzar los
logros de los Reyes Católicos y, según Hugo Montes y Julio Orlandi, ”glorificar las proezas de los Cabreras,
condes de Chinchón, ascendientes de don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera,
quien años más tarde llegaría a ser
virrey del Perú (1629-1639).
Esta última obra fue objeto en 1941 de un estudio crítico del profesor de la Universidad de Chile y
Director de la
Academia Chilena de la Lengua , Dr.
Rodolfo Oroz Scheibe (V.).
No
se sabe exactamente en qué fecha murió Pedro de Oña, sólo que aún estaba vivo hacia 1643.
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