miércoles, 5 de septiembre de 2012

Joaquín Edwards Bello, gran novelista chileno del siglo XX. Por Félix Pettorino.


Joaquín Edwards Bello [Valparaíso, 10.05.1887 – Santiago, 19.02.1968]. Hijo de una acaudalada familia liberal de banqueros y diplomáticos, con la promisoria añadidura del prestigio intelectual recibido gratuitamente del ancestro “Andrés Bello”, realizó sus estudios en el antiguo Colegio Mackay del cerro porteño llamado Concepción y luego en los Padres Franceses y el Liceo Eduardo de la Barra, ambos también de Valparaíso. Y como sus padres deseaban para él un futuro de gran estadista o representante diplomátíco, al terminar sus estudios secundarios, en 1904, deseaban mandarlo a estudiar a Europa.
            Sin embargo, Joaquín no se hallaba con vocación ni disposición de seguir una carrera tan formal y ambiciosa como aquella. Su vocación era básicamente el periodismo, vinculado con cierta dosis de imaginación creadora y fundada siempre en la realidad imperante. En el fondo era un escritor criollista “politemático” y absolutamente adherido a la compleja y variada realidad contemporánea que le había correspondido vivir, no por ejemplo, solamente en el campo, en el mar o en la mina, sino la sociedad en su totalidad; ni tampoco lo puramente nacional, sino en la medida en que de algún modo llegara a tener proyecciones que de algún modo afectasen, al menos, a la realidad continental.
            Ya a los 14 años refleja su vocación de escritor que vibra con la realidad sensible y en 1901 inicia la redacción de un diario de vida de tintes periodísticos... Al año siguiente, uno un poco mejor estructurado, titulado “La Juventud, y a los 16 años con “El Pololo” y la sátira “La Zapatilla Homicida”.
            En 1905 debe viajar de todas maneras a Europa, ya que se trataba de acompañar a su padre enfermo, quien fallece al poco tiempo. No le queda otro remedio que permanecer en la ciudad de Londres estudiando en el colegio Sulhamps Tead Rector, donde ya estaba matriculado. Y cuando a mediados del año siguiente se hallaba de vacaciones en Madrid, llega a sus oídos la noticia del terrible terremoto de Valparaíso, ocurrido el 16.08.06, por lo cual retorna lo más pronto que puede a su país, donde, fuera de los daños materiales fáciles de reparar (gracias a la gran fortuna que ostentaba la familia) no le ocurrió nada de real gravedad.
            En vista de todo esto, nuestro biografiado, en plena juventud, salud y aparente riqueza, adopta la decisión de “vivir la vida” y se dedica a viajar por los lugares que le vayan ofreciendo mayor jolgorio, placer y emociones, y durante un buen tiempo se convierte en un “petimetre” irresponsable, que derrocha su abundante presupuesto personal en francachelas, mesas de juego y diversiones “non sanctas”. Por suerte esta “racha” tenía que durarle poco y al año siguiente (1910) recapacita, no tanto por haberle sobrevenido una conmoción de ética personal, sino por haberse quedado sin un centavo y sin ayuda familiar a mano, por lo cual se ve obligado a regresar a Chile, justo durante el año de la celebración del primer centenario de su Patria. Es el período en que utilizando sus propias experiencias desalentadoras y un tanto auxiliado por su amigo Enrique Tagle, escribe su primera novela, El inútil, obra que le trajo más sinsabores que recompensas, ya que de modo inmediato se ganó el repudio y hasta el vacío de sus iguales, que solían hacer por tradición y costumbre las mismas irresponsables picardías de su pasado inmediato. El desaire de su grupo social fue tan virulento, que se vio obligado a emigrar a cualquier parte, entre ellas a Río de Janeiro, ciudad que pronto debió abandonar a raíz de su inútil defensa contenida en artículos sarcásticos que acabaron por alejarlo de la ciudad brasileña por sus diatribas que tanbién parecían afectarlos a ellos...
            Mas, aunque parezca paradoja, este lapso de “autoexilio” otrora más adecuado para un leproso, fue extraordinariamente productivo para Joaquín, quien –a renglón seguido publicó Tres Meses en Río de Janeiro (1911); El Monstruo (1912); “La Tragedia del Titanic” (1912); Cuentos de todos los Colores (1912); y “La Cuna Esmeralda”(1918).
            De regreso en Chile, en 1919, es contratado como periodista por el diario La Nación de Santiago, donde trabajará por más de 35 años, aunque también colaborará con sus artículos para el diario La Patria de Concepción y El Correo de Valdivia. Sus comentarios esta vez no solo fueron mejor acogidos de lo que podría presumirse de ellos, sino que contaron con los elogios del crítico literario de turno, que era “Alone” y del escritor Luis Orrego Luco.
            Los éxitos los llevaron al optimismo y como del optimismo al enamoramiento no hay más que un paso, pronto contrajo matrimonio con una dama muy bonita llamada Ángeles Dupuy, que lamentablemente lo acompañará por muy pocos años, ya que fallecerá prematuramente. Pero la compensación de los triunfos editoriales le trajo aún nuevas satisfacciones , ya que el mismo año 1920, publica El roto, que es, sin duda, su obra maestra, donde retrata a nuestro pueblo menos, diría yo, con sus virtudes que con sus numerosos defectos. La obra fue y sigue siendo lo que se llama hoy un “best seller”, tanto así que le tocó esta vez ser elogiado por la mismísima Gabriela Mistral.
Entusiasmado con tantos éxitos reflejados en las críticas laudatorias y en las ventas, al año siguiente, en 1921, edita dos nuevos títulos: La Muerte de Vanderbilt y Metamorfosis, para proseguir después, en 1925, con el ensayo “Nacionalismo Continental” (reeditado en 1935 y 1968) y “El Bolchevique”, en 1927. Y en 1928, en su calidad de periodista redactor del diario  La Nación, publica “El chileno en Madrid” y luego, en 1933, “Criollos en París”, donde comenta, como sostiene su contemporáneo autor de Casa grande, el “afán de figuración, snobismo y de amor a los títulos” de nuestros compatriotas (Luis Orrego Luco, Junio de 1935) , crítica que en 1904 ya había hecho muy sardónicamente nuestro Alberto Blest Gana (V.) en “Los transplantados”.
En 1944 fue designado miembro de la Academia Chilena de la Lengua, donde ocupó el sillón N° 11.
Víctima de una hemiplejía, que lo tuvo postrado en sus últimos años, se suicidó el 19 de febrero de 1968 con el revólver Colt que le había obsequiado su padre antes de morir.
§                     En su dilatada vida de escritor y periodista, obtuvo premios importantes, como los siguientes:
§                     Premio Atenea de la Universidad de Concepción (1932)
§                     Premio Marcial Martínez (1934)
§                     Premio Nacional de Literatura (1943)
§                     Premio Nacional de Periodismo (1959)
§                     Condecoración “Hijo Ilustre de Valparaíso” (1958).

Obras más importantes:

§                     El Inútil, 1910
§                     El monstruo: novela de costumbres chilenas (Imprenta La Ilustración, 1912)
§                     El roto (Santiago, Editorial Chilena, 1920)
§                     La muerte de Vanderbilt (Cóndor, 1922)
§                     Crónicas (Santiago, Zig-Zag, 1924)
§                     El chileno en Madrid (Santiago, Nascimento, 1928)
§                     Cap Polonio (La novela nueva, 1929)
§                     Valparaíso, la ciudad del viento (Santiago, Nascimento, 1931)
§                     Criollos en París (Santiago, Nascimento, 1933)
§                     La chica del Crillón (Santiago, Ercilla, 1935)
§                     El nacionalismo continental (Madrid, Imp. G. Hernández y Galo Sáez, 1925; ampliada con 2ª y 3ª partes, Santiago, Ediciones Ercilla, 1935)

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