Desencanto.
Por Félix Pettorino.
Hoy me he puesto a pensar conmigo mismo
en tanta cosa breve de esta vida:
olvidada de Dios, el alma herida
se está mirando al fondo del abismo.
Condenado por un juez sin clemencia,
el cavilar es más largo que el sueño:
estoy muriendo en un hogar sin dueño,
ya perdí la ilusión de la existencia.
¿El amor? Sólo el dolor subsiste,
vano roce de carnes alienadas,
consuelo frágil de un destino triste
que acrecienta la angustia de la Nada
y torna trágico el por qué naciste
para expirar en una llamarada.
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