lunes, 17 de septiembre de 2012

Félix de Augusta, sacerdote araucanista. Por Félix Pettorino.


P. Félix José de Augusta [Augsburgo, Alemania, 26.12.1860 - Valdivia, 16.11.1935]. De origen judeoalemán, su nombre civil era Félix José Catan. Realizó sus estudios de Medicina en la Universidad de Múnich, en la que llegó a titularse de doctor en Medicina y Cirugía. Pero su vocación era más bien el sacerdocio, y ya que sentía una gran vocación por el servicio al prójimo, entró al convento de los capuchinos de Laufen en 1887. Su primera profesión de votos la hizo el 6 de marzo del año siguiente y el 02.08.1890 fue ordenado sacerdote.
En enero de 1896, fray Félix José llegó a Chile acompañado de tres misioneros de origen bávaro: Anselmo de Kamin, Tadeo de Wiessent y Sérvulo de Gottmannshofen. En cuanto arribó a la Araucanía, su propósito, que cumplió a cabalidad, fue el de aislarse del resto de sus compañeros para dedicarse de lleno a las labores de evangelización y a la más adecuada y acuciosa instrucción de los mapuches en todo aquello que ellos requerían: mejorar en civilización, cultura y espiritualidad. Arrendó al efecto una modesta choza en medio de un distante lago de la región, y allí se abocó, en primer término, a comunicarse de continuo con los indios a fin de ir de a poco adentrándose en los secretos de su idioma.
Durante todo ese tiempo preparatorio y a través del diálogo con los mapuches se percató de las arbitrariedades a que ellos habían estado y estaban soportando de parte de sus vecinos criollos. Muchos de los abusos tenían su origen en el desconocimiento de la lengua española, razón por la cual estaban condenados a sufrir iniquidades y perjuicios de todo orden por parte de los chilenos, que solían traducirse en continuos engaños y hasta en reyertas con resultados dañosos, cuando no fatales. Y reflexionando en el asunto, llegó a la conclusión de que el mejor remedio estribaba en un buen manejo de la lengua que hablaban los chilenos y en un mejor conocimiento de su realidad social y cultural, de donde resultó un diálogo fructífero mediante el cual los indígenas aprendieron a manejarse cada vez mejor en español a la vez que él, como su leal intermediario, lograba hablar cada día mejor el mapudungun, esto es, la lengua de los araucanos. Y esa fue la forma inteligente y cristiana mediante la cual logró en gran medida el sincero aprecio con que siempre lo trató su fiel rebaño.
Así fue como a lo largo del tiempo pasó educando en la realidad y en la fe a los mapuches, y pudo servirse magníficamente de algunos de ellos para iniciarse en un aprendizaje profundo del mapudungun. Tras arduos y pacientes estudios, compiló todos sus apuntes y los reunió mediante métodos novedosos, que surgieron de las experiencias logradas y de su propia inventiva, que se tradujeron  durante el año 1903 en la Gramática Araucana, que pese al hecho de que el padre Augusta nunca había llegado a estudiar oficialmente la Lingüística, correspondía muy intuitivamente a uno de los logros de su metología, que es el llamado “trabajo de campo”. La publicación fue calurosamente recibida en el ambiente intelectual de Chile, al punto de que el distinguido y eminente lingüista de la Universidad de Chile, Dr. Rodolfo Lenz, alabó la obra por su acuciosa objetividad y erudición y por su espíritu altamente didáctico y pedagógico.
Mucho más tarde, en 1910, contando con la colaboración de su hermano en religión, el P. Fray Sigisfredo Schneider de Frauenhäusl, presentó ante el público chileno un nuevo trabajo con el título de “Lecturas Araucanas”, con el que se acrecentó aún mucho más su muy bien ganado prestigio. Pero la fama era totalmente ajena a sus propósitos. Así y todo, la comunidad científica del país tuvo nuevamente ocasión de aplaudir muy justificadamente el “Diccionario Araucano-Español, Español-Araucano”, cuya primera edición vio la luz pública en 1916.

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