miércoles, 5 de septiembre de 2012

Mariano Latorre Court, el padre del criollismo nacional. Por Félix Pettorino.


Mariano Latorre Court [Cobquecura (Chile). 04.01.1886 – Santiago, 10.11.1955]. Dado que su familia debió trasladarse a diversos lugares de la zona central-sur de Chile, vivió su infancia disfrutando de la variedad de paisajes y escenarios que tales cambios se lo permitían: Cobquecura, Constitución, Valparaíso, Santiago, Parral y Talca, donde se titula de bachiller en Humanidades en 1904. En esta última ciudad tiene la suerte de hacerse de un amigo afín, el futuro escritor Fernando Santiván con el cual comparte sus inquietudes literarias y hasta se atreve a colaborar en la revista Zig-Zag y en diversos diarios de la época, como La Actualidad” y “La Libertad”.
            Conociendo muy bien las aptitudes de Mariano, su padre le recomendó que estudiara una carrera “lucrativa”, como Derecho. Y así lo hizo hasta que su progenitor falleció, a raíz de lo cual optó por la carrera  que le brindaba la posibilidad de realizarse en sus afanes juveniles, e ingresó al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile a estudiar en la asignatura de Castellano. Y llegó a titularse “cum laude” como profesor del ramo durante el año 1915, pocos años después de haberse iniciado en la actividad de su predilección con Cuentos del Maule, editado con gran éxito en 1912. Fue el primer fruto de la actividad literaria que iba a desarrollar durante toda su vida: la descripción y el relato que extasían al lector con las maravillas con que Dios y Doña Natura han prodigado al variadísimo paisaje chileno, desde el cálido y estéril desierto hasta la exuberancia vegetal de valles montes y bosques; desde los serpenteantes y correntosos ríos hasta los extensos lagos, no siempre apacibles, y las lagunas pobladas de las más exóticas aves autóctonas y de los más curiosos peces; desde las altísimas montañas coronadas de blancura, donde merodean los cóndores en busca de sus fáciles presas, hasta ese océano gigantesco y pródigo, a veces temible; desde las estepas verdeantes de pastizales, musgos y aguajes en la Tierra del Fuego hasta la alba suntuosidad de glaciares y ventisqueros. Mas, no solo el paisaje, también la gente, con la paradoja de su unidad racial e idiomática frente a la variedad de ambientes y menesteres. Todo esto es lo inaugura en Chile nuestro gran maestro del criollismo y del costumbrisno sin estridencias, porque por sobre todo, se impone el autor de cuentos y novelas como un observador fino y penetrante y un cultor de la belleza en vivo del ambiente natural, como no hay ningún otro narrador o descriptor chileno que haya sido capaz de igualarlo.
La excelencia de su trabajo literario no tardó en ser reconocida: en 1936 se le otorga el premio municipal de Santiago y algo más tarde, en 1944, el Premio Nacional de Literatura.
Para finalizar, enumeraremos sus obras más importantes. Se trata de una trayectoria productiva, que además de novedosa e interesante, presenta un alto valor estético, que a veces linda con los de la poesía: Cuentos del Maule (1912); Cuna de Cóndores (1918); Zurzulita (1920); Ully (1923); Chilenos del Mar (1929); On Panta (1935); Hombres y Zorros (1937); La Literatura de Chile (1941); Mapu (1942); Viento de Mallines (1944); El Choroy de Oro (1946); Chile, País de Rincones (1947); El Caracol (1952); La Paquera (1958); La Isla de los Pájaros (1959); y Memorias y otras confidencias (1971).


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