viernes, 14 de septiembre de 2012

Encina, grande como el árbol del mismo nombre. Por Félix Pettorino.

Francisco Antonio Encina Armanet [Talca, 10.12.1874 - Santiago, 23.08.1965] (y la ayuda que recibió de Leopoldo Castedo Hernández): Cursó sus estudios en el liceo de su ciudad natal y en la Universidad de Chile. En 1896 recibió su título de abogado. Ejerció por un tiempo su profesión, luego dedicó sus afanes a las labores agrícolas en la hacienda ”El Durazno”, próxima al ramal Las Cabras, pues ese tipo de actividades era toda una tradición en su familia. Continuando las tendencias conservadoras propias de su gente, se incorporó por breve tiempo a la vida política ingresando al Partido Nacional, y logró ser elegido diputado por dos períodos consecutivos, entre 1906 y 1912 por  Linares, Parral y Loncomilla.
            Pero su real vocación era la historiografía y muy en particular, la de Chile, su Patria y su entorno americano. Y sin perjuicio de los largos años que dedicó al cuidado de sus campos y a las operaciones comerciales que aquellos traen consigo, prevaleció su vocación de intelectual por el destino de su país, desde el plano educacional hasta el político y económico. Se destacó como real sociólogo positivista por ser un observador agudo y crítico de los acontecimientos desde su particular punto de vista político y así fue como fueron apareciendo sus bien estudiados ensayos y artículos, como La educación económica y el liceo (1912) y Nuestra inferioridad económica, sus causas, sus consecuencias, dados a conocer a la opinión pública también durante 1912. Escribió más tarde una obra en dos volúmenes sobre el ministro Diego Portales (1934), que obtuvo gran éxito, y un interesante trabajo acerca de  El nuevo concepto de la historia (1934).
            No obstante, faltaba todavía darse a conocer como uno de los más grandes historiadores chilenos, lo que es ya mucho decir, dada la alta jerarquía lograda tradicionalmente en Chile en este rubro de las ciencias humanas. Es su monumental Historia de Chile, desde la prehistoria hasta 1891, en 20 volúmenes, entre 1940 y 1952. Editada totalmente por Nascimento, a causa de la claridad y amenidad de su estilo narrativo y de su alto valor sociológico a la vez que sicológico, obtuvo un éxito resonante entre los lectores chilenos, cosa más bien rara en los autores del género, lo que le valió el siguiente juicio de Raúl Silva Castro, “desprejuiciado y moderno, próximo al pormenor susurrante que tienen los hechos de la vida, inalcanzables muchas de las veces para los engolados historiadores”. Razones estas que están por demás para recibir un premio de los grandes, como el Nacional de Literatura que recibió en 1955.
En 1941, Encina se dará un breve interludio para escribir y publicar el interesante ensayo acerca de “Las relaciones entre Chile y Bolivia”, trabajo que volverá a ser editado en 1963. Y ya publicada su Historia de Chile completa, a partir de 1952, nuestro historiador continuará sacando a la luz más y más productos de sus lecturas e investigaciones . Y aflorarán de sus desvelos de historiador nuevos títulos, como: “La presidencia de Balmaceda”, (1952); “Portales. Introducción A la historia de la época de Diego Portales (1830 -1891)”, de 1953; en 1954, “Bolívar y la independencia de América Española” (8 tomos), “La emancipación de la presidencia de Quito, del Virreinato de Lima y del Alto Perú” y, por último, el esperado trío con todo tipo de ilustraciones, que es el “Resumen de la historia de Chile”, conocido como “la Historia de Chile de Encina y Castedo”. desde la prehistoria a 1891. Y, finalmente, dada la avanzada edad de Encina, viene en su ayuda el historiador español Leopoldo Castedo Hernández (27.02.1915 – Santiago, 10.10.1999), uno de los emigrantes traídos por Neruda en el Winnipeg, (V.), nacionalizado posteriormente como chileno, que trabajó en el resumen de la obra, preocupándose de las ideas racistas de Encina y añadiendo una iconografía bastante variada alusiva a los acontecimientos y lugares de los relatos históricos. Publicado en 1954, su obra se convirtió en un éxito de ventas, y en 1982 editó un nuevo tomo del resumen, en el que se incluía la época parlamentaria (1891-1925). Además del resumen, Castedo escribió otros libros relacionados con la historia del arte y variados documentales.
            Pese a su calidad de mero historiador, Encina, fue laureado en 1955, con el Premio Nacional de Literatura, el más alto reconocimiento oficial de nuestro país. En el año 1957, edita “El imperio hispánico hacia 1810 y la génesis de su emancipación”; y “La cuestión de límites entre Chile y Bolivia; y la apertura desde la independencia hasta el tratado de 1881.
            La verdad es que Francisco Antonio Encina es de esos autores laboriosos y geniales a quienes les faltó vida para seguir engendrando libros.

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