miércoles, 5 de septiembre de 2012

Oda a la Esmeralda sumergida. Elegía de Félix Pettorino incluido en el "Poemario de Chile heroico"

Oda a la Esmeralda sumergida.

Agua sobre agua hasta besar el aire,
yace en el fondo
el negro casco partido
por la profunda llaga del espolón
y en su seno se confunden las cenizas
de los mártires
con la pólvora del último cañón.

¡Oh, gloriosa Esmeralda,
dormitas para siempre
el dulce sueño de las caracolas!

Acunada en un ondulante lecho de actinias
por el armonioso balanceo de las olas,
arrullada por los ecos submarinos
y llorada por los gritos lastimeros
de alcatraces,
cormoranes
y piqueros,
aún pareces evocar
el tañer de la campana
en los bronces de la arenga
de Arturo Prat.

Todavía tiemblan las cuadernas
y se remece el bauprés
con los toques del clarín,
el zafarrancho
y la vocinglería
de oficiales y de tropa
alistándose prestos
sobre la cubierta.

Todavía se estremece la arboladura,
hoy sepultada por el cieno
de las profundidades
y en tu tabernáculo oculto aún perdura
el eco
de las descargas
y el último “Viva Chile!”
de tu marinería.

¿Qué rara vibración del agua o del aire
recogió en tu cuerpo de roble enterizo
el salto hacia la fama
de tu gran capitán?

¿Es que resuena aún en los golpes del oleaje
el temblor de las astillas disgregadas
por el espolonazo
y las balas,
por el espolonazo
y las granadas,
por el espolonazo
y las ráfagas.
hasta que, en apogeo de abordajes,
se hundía, besado por las aguas,
el altivo gallardete
de la estrella solitaria?

Agua sobre agua hasta besar el aire,
tu sentina guarda hoy los restos
de la última cena,
lloran sal los camarotes,
mamparos
y pañoles
y, con la mar llena,
gime el vacío de tus muertos cañones.

¿Qué es esa impalpable mortaja
de finísimo polvo sumergido
que te abraza en medio del silencio
desde aquel último fulgor del mediodía
cuando, ebria de gloria, te fuiste envolviendo
en un tibio manto de huiros,
a medida que emprendías
raudo vuelo hacia los astros
con el eco de tu último estampido?

Eres la estela secular de la batalla,
alma y nervio de cien marinos inmolados,
vestigio anónimo de voces evadidas,
despojos iluminados, restos de metralla
cayendo,
bullendo
y emergiendo
en las escotillas siempre abiertas
del mar
bajo la gala floral de siemprevivas
y un albo paso de gaviotas
a la luz del sol matinal.

¿Qué es esa arenisca esplendorosa,
esporas de otras vidas, polen de pálidas estrellas,
lluvia inacabable de minúsculos soles,
disolviendo la luz en mil centellas
sobre la oquedad de tus sombríos portalones?

Es rayo multiplicado, ceniza incandescente.
ola maternal cargada de cauquiles,
savia ancestral de una rompiente
derramando camanchaca desde Iquique.

¡Oh, gloriosa Esmeralda!:
eres la  mano que me ampara,
eres mi brazo y mi cabeza,
eres la sangre que me exalta,
eres mi corazón, mi fortaleza,
eres
germen de mieses
y aliento de fusiles,
eres el mar hecho grandeza
y la tierra hecha raíces,
eres pan de aguas
y sal de piedras,
eres molusco, eres peces,
eres cobre, eres caliche,
eres pasado de glorias
y presente de promesas,
eres ancla del sentimiento
y puerto matriarcal de Chile.

Nave astral, badajo de campana,
pétalo solitario, himno perdido,
polvo de luna, cáliz de la Patria,
flor de madera, lucero submarino,
alma del mar, arrecife del silencio,
gema engastada, estrella sumergida,
árbol de coral, corola inmarcesible,
cofre de recónditos tesoros, altar de Chile,
corazón de hierro dulce, casco destrozado,
nido de gestas, naufragio embanderado,
barco roto, vigía de heroísmos,
pedernal de llamas sofocadas,
turquesa labrada a fuego:
¡prendida quedó tu proa al pecho del Pacífico!

Agua sobre agua hasta besar el aire,
brota en el fondo
de tu lecho sombrío
un flamear silencioso
de medusas en flor.

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