viernes, 27 de enero de 2012

Oda a Bernardo O'Higgins, Padre de la Patria (Félix Pettorino)

Bernardo O’Higgins Riquelme,
melodía de aires y bronces,
Dios quiso que fueras
el verso nuestro de cada día
resonando letra por letra
en todos los contornos
de Chile,
remontando al galope
montes y valles,
frondas, selvas y llanuras,
enfilando cauces
con tus espuelas
de plata pura,
vistiendo chamantos de cobre y nieve,
instituyendo calles,
edificios,
jardines y frontispicios,
presidiendo afanes y alegrías
en nuestros hogares, frente al océano,
entre estampas y fotografías
familiares,
irradiando la calidez del pueblo
con tus mejillas sonrosadas
de niño,
banda terciada
y espada al cinto,
prestigiando con brillo de metales
el palpitar de la Historia
y portando el tremolar de tricolores
por los más nobles recintos
del corazón de Chile.

Bernardo O’Higgins Riquelme,
melodía de aires y bronces,
Dios quiso que fueras
el canto nuestro de cada día.
cuando allá, en Inglaterra,
con Miranda,
tu alma joven
silabeó la libertad del pueblo
en su alfabeto revolucionario.
Y así, lidiando con libro y sable
en tus manos,
contra los tiranos de Europa,
soñaste tu Chile libre
y soberano.

Y al llegar a Chillán Viejo,
delineaste la Nueva Nación,
enarbolaste nuestra bandera,
levantaste una polvareda de centauros
desde fundos y aldeas
hasta Santiago.

Era el pueblo, como el de hoy,
con la altivez morena,
la intrepidez generosa
y la “voluntad de ser”. Frente a ellos,
te graduaste de General en cien batallas
y de Director Supremo en la civil contienda.

Siempre te siguió un puñado de valientes,
todos voluntarios,
patriotas, mestizos, indios, negros y libertos,
y en espigas apretadas
de bayonetas,
¡parecían ser muchos más
de los que eran!

Así fue como en El Roble,
El Membrillar y Quechereguas,
en Chillán, Linares y Colchagua,
Los Ángeles, Chacabuco y Cancha Rayada,
te ceñiste los laureles
de los grandes capitanes
y te hiciste
el Libertador de Chile.
Con ellos,
resististe día y noche
el arduo sitio de Rancagua
y te alzaste por sobre el desastre
con cien caballos alados
hacia la nueva aurora
de la Patria,
mientras un grito plural,
como descarga,
cruzaba
esa plaza inmortal:
“¡O vivir con honor
o morir con gloria!”
fue el eco de tus palabras.

Luego ..., el silencio.

Y el resonante coro quedó grabado
como lema
para la eterna memoria
del alma nuestra.

Bernardo O’Higgins Riquelme,
hijo del amor,
hermano y padre del pueblo,
nunca quisieron aceptarte
los sempiternos vasallos,
los duques, los aristócratas,
la alta sociedad de Santiago,
porque tu voluntad era la del pobre,
del proscrito, del oprimido,
y tu espada, la decisión de los esclavos
que liberaste.

Por eso los patricios
te abandonaron
y con zumbido de abejorros
conspiraron
para usurparte el mando.
Tú no les opusiste resistencia,
abdicaste con hidalguía,
dejaste el veredicto a la Historia,
no buscaste el retorno de la furia
y del cadalso
y partiste silenciosamente
al lar de tus ancestros:
El Perú,
con el alma ardiendo de pena
por tan negra ingratitud.

Sufriste la misma suerte
de San Martín, tu noble hermano,
con quien, herido de un brazo,
habías dado a la Patria
la libertad en Maipú.

Pero no importa, amado Padre:
¡aquí está tu Patria Nueva
presente!

Ella quiere recobrar
esa tu devoción incomprendida
y ese pasajero y cruel olvido.
Quiere susurrarte con dulzura
que cada retazo de esta tierra,
mar o cielo,
cada cristal de lluvia que cae,
cada hilo de hierba que crece,
cada río, cada caudal, cada orilla,
cada árbol, cada flor,
cada farellón, cada isla, cada montaña
de este Chile nuestro
te pertenece:
tú lo hiciste renacer,
¡fue tu lucha tenaz de cada día!

Bernardo O’Higgins Riquelme,
dulce nombre que repite el eco
de la Historia,
la Patria te esperó desde siempre
con los brazos abiertos,
y hoy, que te has entremezclado
en medio de los nuestros,
te has convertido
en la más amada melodía
de mi pueblo
y has vuelto a ser:
¡El himno nuestro de cada día!

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