sábado, 14 de enero de 2012

1.- Mi valle de Elqui. [De Inés, esposa de Félix]

Valle del río Elqui, valle de Gabriela,
serpenteante, adentrado en la montaña,
bañado por el río rumoroso y juguetón.
Aire límpido, pleno de fragancias, de flores y de frutas,
¡qué bellas cascadas se derraman desde las altas rocas
y se van jubilosas río abajo!

¡Oh, Gabriela!,
¡cuán lleno de tu presencia está tu valle!
Tu nombre vibra en las copas de los árboles,
canta en los arroyos cristalinos
y tu alma de niña quedó prisionera en esa pequeña escuela
de Monte Grande,
escuelita que guarda tus juegos y tus sueños de niña.
Allí en ese patio danzabas las rondas,
cuando todas íbamos a ser reinas.
Acaso soñabas con ese mar lejano...

2.- El mar lejano.
Mar misterioso y profundo,
bañas remotas tierras, mar que nos derramas,
mar políglota,
elevas un himno en el lenguaje de todos,
llevando el mensaje
de todos los pueblos a tu Creador.

Eterno y siempre nuevo,
hacedor de atardeceres polícromos.
Mar siempre igual y siempre diferente,
tan necesario como el aire y el sol,
llevas en ti la paradoja
de ser creador y demoledor,
nos das la vida y nos la quitas
cuando tu furia se desata
como un semidiós enceguecido.

¡Oh mar sereno de mi tierra.
bálsamo de rocío que acarició mi infancia, suave y fragante,
siempre pueblas mis sueños cotidianos
trayéndome dulces nostalgias,
hoy, de lo que fue: sólo das rememoranzas.


 De Nechia, esposa de Félix Pettorino.

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