lunes, 23 de enero de 2012

Invocación ¡Oh, Dios!: ¡te busco y sólo encuentro tus maravillas! (De Félix Pettorino)

Mano invisible,
rostro incógnito,
voz callada,
¿dónde estás?
¿dónde te ocultas, luz inaccesible?


Te presiento radiante, entre el aleteo de brisas y lluvias,
retozando travieso sobre olas y nubes y ramas
o trazando señas indescifrables y ambiguas
en ese tu juego cósmico que nunca termina.


Te adivino brotando oculto y humilde,
pero magnífico,
vestido de piedra o corteza
con tu sombrero de sol,
entreabriendo las corolas por el verdemar de las florestas,
disparando por doquier mariposas y pájaros
para que coloren el aire
con las huellas ilegibles de tu hermosura inefable.


Todavía nadie sabe
qué extraños signos escribes
en agua, aire, tierra y fuego,
aunque estés en todas partes
y no te dejes ver.
Sólo el perpetuo fragor de un severo silencio.
Sólo el caleidoscopio de un pincelar secreto.


¿Cómo seguir el rastro fugaz de tus pasos
más allá de las estrellas?
¡estar donde has estado!


Yo sólo tengo clamores,
quimeras errantes, preguntas sin respuesta,
sarmientos de carne lacerada
buscándote a ciegas entre la niebla más niebla.
Y quisiera poder encontrarte
algún día
en un abrazo filial con tu sombra impalpable,
diluyéndome todo, ahogado en la bruma de tanto quererte.


¡Cómo mi alma pudiera otra vez encontrarte
tras el melodioso eco de aquella palabra tuya
que trazó tu presencia fugaz en mi mundo oscuro!


Pero aún no es posible.
Sé que no hay voz que te contenga,
aunque todo habla de Ti
y te proclama.
Tan solo me queda soñarte
con el corazón que me has dado
para sufrir ausencias.
Tan solo me queda esperar y esperar
la noche aquella.


Y al romper el alba,
cuando extenuado,
maltrecho
y derrotado por la guerra del tiempo,
mi pobre cuerpo se rinda a tu llamada,
¿me permitirás
descubrir tu amado rostro incógnito,
escuchar tu voz callada,
sentir la blanda caricia de tu mano invisible?

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