lunes, 16 de abril de 2012

Rescate magistral de mineros en Atacama (Copiapó). Félix Pettorino.

Rescate de los 33 mineros atrapados durante setenta días a 638 metros de profundidad [05.08-10 – 22.08.10 – Rescate: 14 oct. 2010]. Las tragedias mineras en nuestro planeta nunca cesan. En Chile, país minero por excelencia, además de los frecuentes casos de explosiones de gas grisú en las minas de carbón, especialmente en Lota, hubo que lamentar, el 19.06.1949, “la tragedia del humo” que se produjo en el mineral de cobre de “El Teniente”, 6ª Región, donde perecieron asfixiados 355 trabajadores.
            Pero también es cierto que renace espontáneamente y con gran potencia la solidaridad colectiva de los chilenos toda vez que se produce una catástrofe de similares o aún mayores proporciones.
            Estábamos ya a punto de cerrar el último capítulo del Homenaje de la Universidad de Playa Ancha (UPLA)  al Bicentenario titulado, cuando el 5 de agosto pasado, a las 2 de la tarde, en la mina San José (Atacama, en las cercanías de Copiapó)), se produjo un descomunal derrumbe, que dejó a 33 trabajadores atrapados. A las pocas horas (no más de cinco) comenzaron las tareas de su real localización en las entrañas de la tierra a fin de proceder a su urgente rescate. Tres días después, el domingo 8, cuando todas las esperanzas estaban cifradas en el hallazgo de los mineros mediante equipos técnicos a través de la chimenea de ventilación, se produjo otro derrumbe de gran magnitud que obstaculizó totalmente el avance hacia el refugio donde era presumible que pudieran estar los mineros. El impacto emocional fue tan grande que el Ministro de Minería Sr. Laurence Golborne echó unos lagrimones mientras informaba al pueblo chileno, a través de la televisión: “El camino que  habíamos elegido, el más probable para llegar pronto hasta donde están los mineros, se nos ha cerrado definitivamente...”. Ello le valió una comprensiva amonestación amistosa de parte del presidente de la República, Sr. Sebastián Piñera, ya que a su juicio la actitud del ministro podía fácilmente convertirse en un factor de expansión del pesimismo entre los ciudadanos.
            A todo esto, el ingeniero de minas, Sr. Anton Hraste, antiguo director del Servicio Nacional de Geología y Minería (SERNAGEOMIN) declaró enfáticamente: “La mina San José no debió haberse reabierto nunca”. En efecto: se trataba de un yacimiento “vivo”, como lo llaman los mineros, plagado de grietas y de enormes rocas sueltas, proclives al desprendimiento en el momento menos pensado. Y, a continuación, según los datos que aporta “El Mercurio” de la capital en el Nº 39852 del 23.08.10,  p. C 2,  “las esperanzas se ven golpeadas por nuevos fracasos. El 15 de agosto, una enorme roca cierra definitivamente la posibilidad de avanzar por los túneles. El 17 una sonda llega a una caverna que no figuraba en los planos y se pierde. El 19, otra sonda pasa de largo y no alcanza el refugio”.
            Como es de suponer, el desaliento y la desesperanza cundieron por todo Chile, y muy en especial, entre los familiares, vecinos y amigos de los mineros atrapados en las mismas entrañas del yacimiento. Sin embargo, ni la perseverancia ni la solidaridad despertada en toda la sociedad chilena decrecieron en manera alguna. Con denodado esfuerzo se levantó todo un extenso campamento instalado ex profeso, provisto de grandes carpas bien surtidas de provisiones y de todo tipo de bebidas, que solían distribuirse gratuitamente entre los concurrentes. Fue espontáneamente bautizada con el significativo nombre de “Campamento Esperanza”...
Y en un gesto de espontánea solidaridad, se grabaron las rocas del cerro con los nombres de los mineros cautivos y surgieron por doquier, en diversos sectores del cerro y del campamento, banderas chilenas de todos los tamaños y, desde luego, los 33 emblemas en fila (uno solo con los colores de la bandera boliviana, que representaba a Carlos Mamani, único minero del país vecino que se hallaba entre los cautivos). Con ello se deseaba tener siempre presentes en el alma de los ciudadanos a los 33 cautivos atrapados en su interior de la mina, sin contar las continuas proclamas destinadas a levantar los ánimos que iban apareciendo a diario.
Así fue como cerro y campamento se atestaron de gente, de banderas y mensajes de aliento con los nombres de los mineros grabados en las faldas del monte  y hasta se trajo expresamente una bandera chilena de la 8ª Región, que aún rota y maltrecha por el terremoto del recién pasado 27 de febrero, se izó como emblema de la proverbial entereza del pueblo chileno ante la adversidad.
            Un grupo de pirquineros, invocando sus conocimientos y experiencia en labores mineras, se ofreció para intentar el rescate de sus compañeros mediante la temeraria tentativa de un descenso por galerías y socavones hasta acceder finalmente al mismo refugio; pero naturalmente las autoridades no accedieron a autorizar tan riesgosa aventura. Y ante el incremento de la presión, el gobierno resolvió aumentar la vigilancia policial de Carabineros sobre la mina a fin de evitar su ingreso mediante la fuerza si fuese necesario...
            Afortunadamente el día domingo 22, faltando 10 minutos para las 6 de la madrugada, la sonda 10 B, al lograr perforar la roca de la mina que comunicaba con el encierro de los mineros, dio lugar a que se recobrara lo que nunca se debió haber malogrado ni menos perdido: la esperanza en el posible rescate de los confinados en las entrañas del mineral.
Ello hizo  factible la comunicación directa con el refugio donde los mineros se encontraban atrapados. André Sougarret, ingeniero jefe de los rescatistas, ordenó retirar la sonda a fin de tomar contacto con los mineros en el menor tiempo posible. Desde el interior, pocos minutos más tarde, surgió una nota escrita redactada por uno de los mineros cautivos. El mensaje venía atado a la cabeza  de un “combo” o martillo minero, a la que se hallaba liado una comunicación manuscrita con nerviosas letras rojas, en parte con algunas letras de imprenta: “EstAMOS BieN EN EL REfugio los 33. Poco tiempo más tarde apareció el presidente Sebastián Piñera enarbolando la bolsa plástica transparente que contenía en su interior el mensaje escrito por un minero, que al principio se pensó que era Mario Gómez Heredia, ex marino mercante, el más viejo de los atrapados, quien, además, añadía en él una breve misiva para su esposa. Posteriormente el tal mensaje ha sido atribuido al minero José Ojeda Vidal. Tal vez solamente la misiva dirigida a su mujer era la que había escrito Mario Gómez Heredia.
            He aquí las primeras palabras con que el primer mandatario, henchido de emoción, se dirigió a todos los chilenos a través de un largo y conmovedor discurso: “Chile entero llora hoy de alegría y de emoción. Quiero agradecer a los mineros por la fuerza, el valor y el coraje de haber resistido solos en las profundidades de la montaña...”
Al día siguiente, apareció sorpresivamente en la mina el filántropo chileno Leonardo Farkas con sendos cheques por $ 5.000.000.- de pesos, como adelanto de una ayuda mucho mayor, para cada una de las 33 familias de los mineros aún cautivos a 638 metros de la superficie del cerro, desde donde, según los vaticinios técnicos, podrían ser rescatados  a más tardar en unos cuantos meses, calculados originariamente entre octubre y diciembre próximos.
Para ello se puso en funcionamiento una poderosa máquina perforadora procedente de Australia, incorporada más tarde con la denominación de Plan A, cuyo trabajo consistió en ensanchar el diámetro de la vía de comunicación con el refugio en  unos 70 a 75 centímetros de diámetro, que permitiría la evacuación individual de los 33 mineros durante el tiempo que prudencialmente se había calculado.
Posteriormente se incorporaron otras dos perforadoras de superior potencia, con los nombres de Plan B y C, a fin de ganar en velocidad y eficacia durante las labores de rescate y de proveer de atención alimenticia y de comunicación a los mineros cautivos y aislados durante tanto tiempo. Se calcularon unos dos meses de tensa espera, durante los cuales sería preciso aliviar y morigerar mediante una atención adecuada a los mineros atrapados, de modo de cuidar por su supervivencia satisfaciendo sus necesidades elementales para mantenerse sanos y optimistas y los requerimientos de salud y de contacto con el exterior de todos y cada uno de ellos.
Esta sería la última etapa que, Dios mediante, pondría fin al despliegue de tanta abnegada y denodada labor por la liberación definitiva de los mineros acorralados en su refugio temporal. Ella exigió la atención constante de todos los encargados del rescate, que se preocuparon de preservar la salud física y moral de los 33 cautivos, mediante la provisión de agua, alimentos y medicinas, ya que se supuso con fundamentos médicos que los mineros durante su prolongado encierro debieron haber sufrido cierto importante deterioro físico, como es, por ejemplo, la pérdida aproximada de entre 8 a 10 kilos de peso por persona y la obligada permanencia en un ambiente subterráneo de altas temperaturas, calculado en un máximo de 30 a 36º C.. Desde luego, se hizo también necesaria la atención psicológica, en lo posible personalizada, mediante el afianzamiento de la comunicación permanente de los mineros con el exterior, y en especial con sus familias.
Es de notar que el día 04.09.2010, a través del tubo de comunicación , dentro de los estrechos cilindros  (llamados “palomas” por lo mineros) y que se utilizaban para informar y proveer de bebidas y alimentos, apareció un mensaje parcialmente rimado de Víctor Zamora, uno de los 33 mineros atrapados, que decía así:

No puedo más...
Lo único que pensé
en ese momento
fue decirles a mi esposa e hijos
que lo lamento.
Ellos con ansias esperándome
a la puerta llegar,
Aquí, adentro,
me puse a llorar.
Pasaron unos días
sin saber de nada...
¡Sale un sondaje de madrugada!

A estas alturas de los acontecimientos, ya se habían instalado tres perforadoras de gran potencia destinadas a rescatar lo más pronto posible a los  mineros, lo que –según los cálculos de los técnicos– gracias al más eficiente soporte humano, científico y tecnológico, podría ser viable en la primera quincena de octubre del año 2010. Mientras tanto, se les había estado proporcionando todo tipo de ayuda: agua, alimentación adecuada, medicinas, apoyo psicológico, comunicación permanente, oral, escrita  y televisual con sus parientes y amigos y con el público en general, amén de la constante presencia de todo tipo de vigilancia y asistencia, como también de autoridades, desde el presidente de la república hasta los ministros y personeros de la región de Atacama, atentos siempre a cualquiera emergencia.
Pero llegó por fin la noticia anhelada: el día 9 de octubre la perforadora T-130 del Plan B logró llegar a los 632 metros de profundidad, para contactarse físicamente con los mineros en su refugio, que, según se informó en ese mismo momento, eran 32 chilenos y 1 boliviano, cada uno representado por el emblema patrio de su bandera nacional. De esta manera, unos minutos antes de las 8 de la mañana, faltaban solo un par de metros para el rompimiento definitivo de la roca que, previos los pasos técnicos necesarios, permitió acceder físicamente al lugar donde se encontraban los mineros, lo que haría poosible proceder, con las precauciones debidas y sin mayor demora, a las ya urgentes labores de rescate. A propósito de este logro, alguien exclamó: – ¡ A lo mejor serán 33 días de perforación para rescatar a 33 mineros!”
La larga y ancha abertura (como para que a lo largo de ella cupiera el cuerpo de un hombre en posición vertical) que había sido realizada por la perforadora T-130 del Plan B logró atravesar de parte a parte desde la superficie de la falda del cerro hasta el lugar donde se encontraban los mineros y fue prolijamente “encamisada”, en su parte superior esto es, forrada con una serie de cilindros de acero, varios de ellos soldados sucesivamente a fin de evitar su desestabilización.
            La labor de rescate, denominada Operación San Lorenzo, estaba ya a punto de iniciarse. Jaime Mañalich, ministro de salud, encargado de la parte médica del rescate, al ser entrevistado por la prensa el día 11 de octubre, se manifestó satisfecho con lo logrado hasta el momento, en todo lo relativo a la provisión suficiente de aire, agua, vacunas, medicinas y alimentos, de acuerdo con las necesidades y requerimientos de cada uno de los trabajadores atrapados en la mina San José. Por su parte, Alejandro Pino, gerente general de la Asociación Chilena de Seguridad (AChS), en su condición de encargado del trabajo de rescate, informó haber incorporado al minero atrapado Sr. Mario Sepúlveda Espinace como elemento valioso y experimentado para esta misión de AChS. Por boca del mencionado ministro la prensa pudo tomar conocimiento, además, que la Operación San Lorenzo constaría de dos etapas: 1ª) Instalación de una plataforma para hacer factible la operación mediante un winche de evacuación, es decir, una especie de grúa o pescante en forma de arco metálico de acero muy resistente que debe sostener a una gran polea para alzar y bajar grandes pesos; y 2ª) Puesta en marcha de la evacuación de los mineros, asistida directamente por un grupo de rescatistas auxiliares y, una vez evacuados, de médicos especializados en diversas patologías.
            Antes del momento del rescate se consideró imprescindible revisar y comprobar el correcto desplazamiento de la cápsula a lo largo de todo su recorrido, tanto de bajada como de subida, para lo cual fue preciso hacer un “chequeo” previo mediante el simulacro de un rescate, personificado por dos rescatistas seleccionados ex profeso que en los momentos iniciales del rescate bajarían hasta el refugio y se quedarían en él para atender a los mineros a medida que iban siendo evacuados.
Y al iniciarse el procedimiento de rescate, cada minero por separado debió ingresar a la cápsula desde una plataforma que se hallaba a 622 metros de  profundidad en relación con la superficie exterior de la mina. Para ello debía ir provisto de los implementos necesarios, como el casco minero, con su correspondiente linterna, los anteojos oscuros de seguridad y un arnés provisto, entre otras cosas, de un cinturón biométrico para registrar las reacciones vitales del organismo, no solo durante el ascenso por la jaula de rescate, sino hasta el momento en que recibiría la atención médica después de haber sido trasladado mediante la camilla de evacuación .
La operación consideraba la posibilidad de seleccionar a los mineros en tres series de evacuación: la primera, que comprendería, en general, a los mineros más experimentados; la segunda, a los que se habían destacado como los más fuertes, y la tercera, a aquellos que  presentaban algún mal, achaque o enfermedad o que se encontraban notoriamente más débiles que el resto. Pero esta medida se llevó a cabo con cierta flexibilidad: en el momento de las decisiones hubo algunos cambios, como por ejemplo, la necesidad de coordinar la salida del minero boliviano Carlos Mamani Solís con la inminente visita del presidente de Bolivia, Sr. Evo Morales, que había solicitado estar presente en ese instante; o lo que tuvo a bien resolver el jefe del grupo de mineros, Sr. Alberto Urzúa Iribarren: deseaba ser el último en salir, como corresponde a su condición jerárquica, y así se hizo.
Los 33 mineros debieron ser rescatados, como se ha dicho, mediante una cápsula cilíndrica de uso individual denominada “Fénix”, que constaba de los modelos 1 y 2, en que se dividiría la operación de rescate, y accionada a modo de ascensor o elevador en dirección tanto al interior de la mina como a la salida de la perforación. La jaula o cápsula de evacuación fue pintada con los tres colores nacionales (blanco, rojo y azul, mirados desde arriba hacia abajo, más el emblema patrio pintado en el fondo de la franja blanca), y alrededor del cilindro, tanto en la parte superior como en la inferior de cada cilindro, se instalaron bien apernadas sendas corridas horizontales de varias ruedas chatas de aro grueso y ancho de hierro a fin de facilitar el deslizamiento a través de una larga tubería que de 622 metros de longitud x unos 75 centímetros de diámetro, de modo que pudiera caber ajustadamente (dentro de la cápsula) un adulto puesto de pie.
La cápsula Fénix llevaba instalado en su parte superior un sistema que permitiría destrabar y dividir la cápsula en movimiento en caso de producirse un atascamiento, de modo de dejar con posibilidad de movimiento el sector donde iba el “pasajero”. Además, en el interior de la cápsula se emplazó un monitor apto para detectar cualquier peligro o problema que afectara a quien iba dentro de ella. De ser así se encendería una luz roja para alertar a los rescatistas que estuvieron controlando segundo a segundo el ascenso de evacuación. Otro dato que no deja de ser importante para entender el exigente grado de cuidados que se tuvo en el ascenso: los mineros debieron guardar ayuno para el momento en que iban a ser liberados.
Los mineros atrapados al interior de la mina “San José” fueron rescatados en menos de 24 horas, después de 69 días, entre el 12 y el 13 de octubre de 2010. Se trata de la Epopeya más notable de la  Minería a nivel Mundial, que El Mercurio de Santiago en su Nº 63101.de 14.10.10., en el titular de la p. C 2,  resalta del modo siguiente: Rescate perfecto: en menos de 24 horas, Chile logró el mayor salvataje de la historia”; y luego, en la misma página , podemos destacar las siguientes “marcas” que allí se señalan: a) 12 minutos de promedio tardaron los ascensos de los mineros; b) La distancia total que recorrieron las dos cápsulas Fénix 1 y Fénix 2 corresponden a 47.424 metros; y c) Se hicieron con ellas 76 viajes de ascenso y descenso que transportaron sucesiva e individualmente a 38 personas. Para abreviar, omitimos otros datos

El citado Nº de El Mercurio, p. C3, y La Tercera (también de Santiago), Nº 22035, consignan, en el orden de aparición, la feliz salida de los mineros rescatados definitivamente desde el durísimo encierro en que se encontraban atrapados.
He aquí una condensación de ambas informaciones con algunas modificaciones y datos agregados:

1º Florencio Ávalos Silva. Tiempo de ascenso: 15 minutos. Hora de llegada 00:10.  La emoción no le permitió hablar a la salida. Sólo se limitó a abrazar con mucha ternura a su hijo, que se hallaba presa de un llanto incontenible. Fue un momento de muy hondo sentimiento por parte de todos los presentes. En la mina fue el camarógrafo que se encargó de los videos que fueron remitidos hacia afuera del refugio.
2º Mario Sepúlveda Espinace. Tiempo de ascenso: 14 minutos. Hora de llegada 01:09. Fue el más divertido y locuaz de todos. Dijo: “Estuve con Dios y estuve con el diablo. Me pelearon. Ganó Dios, me agarré de su mano, de la mano de Dios, y en ningún momento titubeé que Dios me iba a sacar de ahí”. Trajo dentro de una bolsa unos cuantos trozos de mineral veteado que repartió con gran premura entre las autoridades. Y corrió hacia el público gesticulando con un brazo en alto, a la vez que emitía con voz potente un sonoro ¡Cehache-í! e instaba al público a hacer a la vez lo mismo.
Juan Andrés Illanes Palma. Tiempo de ascenso: 19 minutos. Hora de llegada 02:08. Después de saludar efusivamente a sus familiares y a las autoridades más cercanas, se dirigió a Sougarret para agradecer el éxito de su gestión. Cuando a un rescatista se le ocurrió preguntarle: “-¿Cómo estuvo el viaje?”, él le contestó con una respuesta graciosa: “-Excelente, como un crucero, un crucero…, Yo me quería quedar”.
Carlos Mamani Solís (el único boliviano). Tiempo de ascenso: 16 minutos. Hora de llegada 03:09. Lo recibieron afectuosamente el primer mandatario y sus ministros. Solo dijo: “-Estoy agradecido, señor”, dirigiéndose al ingeniero André Sougarret. Abrazó cariñosamente a sus familiares y luego se puso de rodillas. Y al ser llevado en camilla rumbo al hospital, solo balbuceó: “¡Esperanza!”, oprimiendo una foto de un niño contra el pecho.
5º Jimmy Alejandro Sánchez Lagues. Tiempo de ascenso: 14 minutos. Hora de llegada 04:10. Siendo el menor de los mineros, tenía una hijita de solo tres años.. Su padre lo aguardaba con una camiseta y una bandera de la U de Chile y lo aplaudió diciéndole: “¡Grande, Yimito! El joven minero salió blandiendo la bandera de la U y con el dedo pulgar en alto, dando a entender que se encontraba perfectamente bien.
Osmán Isidro Araya Araya. Tiempo de ascenso: 15 minutos. Hora de llegada 05:35. Sus únicas palabras al salir de la cápsula fueron: “-¡Gracias a todos!”. Se notaba el estado de debilidad en que había abandonado su refugio. Luego se dirigió lentamente hacia su mujer para abrazarla con cariño y llorar sobre uno de los hombros de ella. Varón particularmente afectivo en los mensajes que enviaba a su familia, solía quebrarse de emoción: se sentía realmente agotado. Y pensando que tal vez se moriría antes de ser liberado, en una ocasión envió al exterior una comunicación con la leyenda “¡Nunca los dejaré!”
José Ojeda Vidal (autor, al parecer, del mensaje “Estamos bien en el refugio los 33). Tiempo de ascenso: 16 minutos. Hora de llegada 06:23. A la salida lanzó un grito para expresar que, pese a las apariencias, se encontraba bien de salud y contento de salir liberado. Luego abrazó a su hijastra, exhibió una bandera chilena con los nombres y saludos de sus compañeros y pasó a recostarse en la camilla.
Claudio Yáñez Lagos. Tiempo de ascenso: 16 minutos. Hora de llegada 07:02. Su salida coincidió con los primeros destellos solares del día 13 de octubre. Después de abrazar y besar a su pareja, se dirigió a saludar al ingeniero Sougarret y al ministro Golborne. Bueno para el diente y, además, hambriento, se atrevió a pedir churrascos, completos y panqueques
9º Mario Gómez Heredia. Tiempo de ascenso: 15 minutos. Hora de llegada 07:58. Al emerger de la cápsula, abrazó tiernamente a su mujer, a quien le había escrito una carta romántica cuando se recibió el primer mensaje. Después de solicitar silencio a la concurrencia, se arrodilló con un rosario en el cuello para rezar por unos instantes. Luego abandonó el lugar para ir a tenderse a la camilla.
10º Alex Richard Vega Salazar. Tiempo de ascenso: 16 minutos. Hora de llegada 08:53. Al salir de la cápsula, solo se limitó a mirar a su alrededor, acaso buscando a su mujer, que al fin acudió a abrazarlo. Venía afectado un poco por su hipertensión crónica. Después de esto preguntó adónde estaba el presidente para abrazarlo. Llevaba en las manos una Biblia, que no abandonó en ningún momento.
11º Jorge Galleguillos Orellana. Tiempo de ascenso: 15 minutos. Hora de llegada 09:32. Salió provisto de un bigote negro y una barba bien cortada y canosa, mientras el presidente Piñera le gritaba saludándolo: “-¡Grande, Galleta!”, tratándolo por su apodo. Galleguillos se limitó a contestar con una sonrisa: “-¡Gracias, Presidente, muchas gracias!”. Se libró de morir aplastado gracias a una mariposa blanca. (Véase lo que cuenta al respecto su compañero de labores Franklin Lobos Ramírez).
12º Edison Peña Villarroel. Tiempo de ascenso: 13 minutos. Hora de llegada 10:11. Al salir de la jaula, su mujer le gritó con ternura: “-¡Mi atleta!”, evocando la afición de su esposo, que lo impulsaba a trotar con bototos cuando se hallaba atrapado en las entrañas de la mina. “-¡Muchas gracias por creer que todos estábamos vivos! –le contestó él. Luego, dirigiéndose al presidente de Bolivia Evo Morales, le encargó el cuidado de su compañero de encierro Carlos Mamani, a quien trató de “hermano”.
13º Carlos Alberto Barrios Contreras. Tiempo de ascenso: 13 minutos. Hora de llegada 10:53. Al salir, lo primero que hizo fue abrazar por un buen rato a Atenor, su padre. Venía premunido de un rosario y de una medalla piadosa. Y luego se despidió diciendo: “-¡Muchas gracias a todos, gracias a todos!”.
14º Víctor Zamora Bugueño. Tiempo de ascenso: 14 minutos. Hora de llegada 11:31. Desde la salida se le vio algo extenuado, por lo cual, después de un breve saludo, se dirigió a la camilla para recostarse. Allí el presidente se inclinó hacia él y en son de consuelo de dijo: “-Hicimos todo lo que se pudo, y nunca los dejamos solos… ¡Hemos cumplido!”.  Luego Zamora sorprendió con la frase didáctica que le dirigió al presidente de Bolivia allí presente: “-¡Así debiéramos ser todos los países, todos hermanos!”.
15º Víctor Segovia Rojas. Tiempo de ascenso: 14 minutos. Hora de llegada 12:08. Ante tal evidencia, la Primera Dama (Sra. Cecilia Morel Montes) le preguntó si en verdad se sentía cansado. Y sin la locuacidad que se esperaba de él por su afición periodística de anotar todo cuanto hubiera sucedido en el refugio, se limitó a contestarle con un lacónico “¡Sí!”…La verdad es que se encontraba visiblemente nervioso porque había dejado abandonada en la mina la bitácora del cautiverio. Antes de retirarse le encargó a uno de los rescatistas que se la “rescatara” (¡Valga la redundancia!).
16º Daniel Herrera Campos. Tiempo de ascenso: 13 minutos. Hora de llegada 12:49. Al abandonar la jaula, se sintió el grito de sus familiares: “-¡Bravo, bravo!” –lo aclamaban con persistencia. Al acercarse su madre, ambos se abrazaron llorando, a la vez que intercambiaron palabras de cariño, con gran ternura y emoción. En el refugio, sus compañeros le habían hecho muchas bromas por su visible apego a la mamita
17º Omar Orlando Reygada Rojas. Tiempo de ascenso: 15 minutos. Hora de llegada 13:39. No bien hubo salido, cuando se puso de rodillas para rezar agradecido a Dios por el rescate. Luego enarboló con entusiasmo una bandera del club deportivo Colo Colo. La respuesta de rescatistas fue tan inmediata como casi unánime: aplausos surtidos… Cuando se recostó en la camilla, cogió sonriente la bandera de su club favorito y la besó.
18º  Esteban Rojas Carrizo. Tiempo de ascenso: 15 minutos. Hora de llegada 13:50. Este muchacho salió resuelto a cumplir la promesa cuando estaba cautivo en el interior de la mina “San José”: ¡casarse por la iglesia con su pareja! Ella es Jessica López, con la cual ya lleva 25 años de casado solamente por el civil, a raíz de cuyo entusiasta otorgamiento (según esperamos), ella recibió de regalo desde el extranjero el obligado traje blanco de novia. La “novia”, a título de “prueba”, tuvo el buen cuidado de llevar al encuentro con su futuro esposo, la misiva de la promesa suscrita por él…Como real demostración de su asentimiento, después de abrazarla se arrodilló y oró con  no disimulado fervor…
19º Pablo Rojas Villacorta. Tiempo de ascenso: 11 minutos. Hora de llegada 15:28. Al emerger de la cápsula, saludó con entusiasmo a todos, levantando y moviendo el brazo derecho e invitando a los suyos con la mano. Los más cercanos le respondieron con el mismo frenesí, a la vez que le gritaron: “-¡Grande, Patito!” Y él les contestó: “-¡Aquí estamos!, ¡estamos bien!” Luego se acercó a su hijo con  ternura y le dio un abrazo bien apretado. El ministro Golborne, que se encontraba a su lado, le aconsejó paternalmente: “-¡Cuídelo y disfrútelo!”.
20º Darío Arturo Segovia Rojo. Tiempo de ascenso: 12 minutos. Hora de llegada 16:00. Mientras aún estaba dispuesto a salir o iba saliendo de la cápsula, su solícita mujer casi se volvía loca tomándole fotos. Después de dar un par de pasos, se arrodilló mientras tenía en sus manos una bandera de Chile. Y exclamó dirigiéndose al ministro Golborne: “-¡Aquí está mi ídolo!” No fue posible saber si se estaba refiriendo al ministro, a la bandera o a su mujer… o, ¿porqué no, “con rima”? ¡a los tres a la vez! El ministro suponiendo que acaso el elogio era para él, le contestó con cierta modestia: “-Nos sentimos muy orgullosos de los mineros”.
21º Johnny Barrios Rojas. Tiempo de ascenso: 11 minutos. Hora de llegada 16:32. Fue quien solícitamente se dedicó a atender en calidad de enfermero al grupo de sus colegas en cautiverio, por lo cual fue recibido como “colega” por los enfermeros profesionales que estaban presentes. Y como premio por tan humanitarios afanes, recibió una andanada de besos por parte de su pareja a la cual abordó sin mucho entusiasmo, a pesar de haberla estrechado entre sus brazos. Pues, quien fuera su cónyuge oficial durante 28 años, y a quien había invitado “además” a este “ocasional” reencuentro, cumplió su promesa de no concurrir al campamento por su “dignidad de mujer”…
22º Samuel Ávalos Acuña. Tiempo de ascenso: 12 minutos. Hora de llegada 17:05. Apenas salió del bien acondicionado elevador, saludó respetuosamente al primer mandatario diciéndole: “-Gracias por su coraje, señor Presidente, por su fe”. Y luego, dirigiéndose a la concurrencia, agregó sonriendo: “-Gracias a todos, en todo caso, se pasaron. Todos son lindos” Lo siguió una retahíla de carcajadas… Su mujer, de una larga y encrespada cabellera rubia, que caía hacia su espalda como un torrente, antes de encontrarse de nuevo, con su marido había declarado con énfasis: “-Cuando lo vea, voy a romper el protocolo” Y lo cumplió con extremada ternura…
23º Carlos Bugueño Alfaro. Tiempo de ascenso: 12 minutos. Hora de llegada 17:33. No bien salió, cuando fue acogido por su madre, quien lo abrazó llorando de emoción. El primer mandatario después de decirle: “-¡Bienvenido de vuelta a la vida!,  le aseguró que ella nunca había perdido la fe, a lo que Bugueño le respondió: “-Varias veces hablé con ella y me dijo lo mismo”. A continuación se dirigió al ministro Golborne  para decirle: “¡Usted es mi gran héroe!”.
24º José Henríquez González. Tiempo de ascenso: 10 minutos. Hora de llegada 17:59. Su esposa lo recibió con gran emoción y cariño abrazándolo y cogiéndolo efusivamente de las manos. Mientras tanto, “-¡El beso, el beso!”- gritaban a coro los rescatistas . “-Vengo un poquito apretado” -reconoció cuando el presidente Piñera le manifestó que lo encontraba más delgado… (¿No se habrá referido el tal Pepe Henríquez al fuerte y apasionado “apretón” que recibió de su señora?).
25º Renán Anselmo Ávalos Silva. Tiempo de ascenso: 9 minutos. Hora de llegada 18:24. Al hacerse presente, alguien le preguntó cómo había estado el paseo. Y Renán no titubeó un instante para contestar: “-Jamás en la vida había dado un paseo más lindo”. Y al recostarse en la camilla comentó con espontaneidad: “-¡No he dormido nada!”.
26º Claudio Acuña Cortés. Tiempo de ascenso: 9 minutos. Hora de llegada 18:51. Fue recibido con entusiasmo, cantándole en masa el himno del Colo Colo. Y cuando a continuación hubo que aclamarlo con el conocido ¡Cehache-í!, en lugar de terminar el grito con “¡Mineros de Chile!”, él lo reemplazó olímpicamente por “¡Colo Colo es Chile!”, mientras su hijita trataba de abrazarlo entre grititos y lágrimas. Una vez que se hubo recostado en la camilla despidiéndose sonriente con la mano derecha alzada, se cubrió la cara con la bandera chilena que portaba.
27º Franklin Lobos Ramírez. Tiempo de ascenso: 9 minutos y 23 segundos. Hora de llegada 19:18. Su primer abrazo al aparecer en la plataforma exterior fue para su hija Carolina, con cuyo gesto ambos se reconciliaron de un disgusto anterior. Luego manejó una pelota como jugando y expresó sus agradecimientos a la gente que lo rodeaba, asegurando: “-Si no hubiera sido por ustedes, no nos salvamos… Fue futbolista profesional hasta fines del siglo pasado y jugó por varios clubes, como Deportes La Serena, Santiago Wanderers de Valparaíso, Regional Atacama de Copiapó y Cobresal de Calama con el cual ganó el campeonato de 1983. Su ágil y penetrante juego como centrodelantero le valió el apodo de “El Mortero Mágico”. Él mismo cuenta que le debe la vida a una mariposa blanca que divisó cuando el fatídico 5 de agosto conducía junto al minero Jorge Hernán Galleguillos Orellana uno de los camiones del yacimiento rumbo al refugio. Y redujo la velocidad para poder contemplarla. En eso estaba cuando frente a ellos  empezó a producirse un desprendimiento de rocas  que habrían caído sobre sus cabezas. Tras ese derrumbe, que fue una especie de aviso, se dio maña para guiar el camión entre las rocas que habían caído y pudieron llegar al refugio sin mayor dificultad. No bien lo habían hecho, cuando se produjo el desplome definitivo de un gran sector del yacimiento.
28º Richard Villarroel Godoy. Tiempo de ascenso: 9 minutos y 48 segundos. Hora de llegada 19:44. Fue uno de los encuentros más emotivos, ya que en cuanto apareció, fue acogido entre abrazos y llantos por su madre y hermana.
29º Juan Carlos Aguilar Gaete. Tiempo de ascenso: 10 minutos. Hora de llegada 20:13. Lo recibió el primer mandatario para saludarlo y lo congratuló diciéndole: “-Ustedes nos han dado un ejemplo”. Aguilar contestó espontáneamente: “-¡Ustedes también!”. Y luego vinieron los abrazos, los aplausos y el consabido ¡cehache-í!.
30º Raúl Enrique Bustos Illanes.Tiempo de ascenso: 10 minutos. Hora de llegada 20:35. Su salida se inició con el apretado y cariñoso abrazo de su esposa Carolina. Con el brazo en alto fue transportado hasta la camilla, desde donde le lanzó un beso a su hijo Vicente diciéndole con una emoción contenida: “-¡Te amo!”.
31º Pedro Cortez Contreras. Tiempo de ascenso: 10 minutos. Hora de llegada 21:02. A la salida se vio obligado a calmar a su hija, quien lloraba desaforadamente por la inmensa emoción que sentía al ver a su padre vivo que, por fin, había regresado. Conocido por las autoridades y los rescatistas, gracias a haberse desempeñado como electricista en múltiples tareas, fue recibido por ellos con grandes muestras de camaradería.
32º Ariel Ticona Yáñez. Tiempo de ascenso: 10 minutos, 20 segundos. Hora de llegada 21:12. Salió con una sorpresa que traía escondida en alguna parte. Después de los emocionantes abrazos con su querida esposa, familiares y amigos, alzó el aparato telefónico hechizo con el que solía comunicarse desde el interior de la mina. Los ruidosos aplausos no se dejaron esperar.
33º Luis Alberto Urzúa Iribarren (topógrafo líder de turno de todo el grupo de mineros e impulsor del primer mensaje redactado por José Ojeda Vidal y remitido por Mario Gómez Heredia informando que están todos vivos). Posee una larga experiencia en minería. En 1979 ingresó al oficio minero, pasando sucesivamente por las minas Agustina, Carola y Punta de Cobre, donde llegó a ser jefe topógrafo, Está radicado  hace ya una veintena de años en la población Los Minerales de Copiapó. Por ser el líder del grupo, él mismo  resolvió quedarse en la mina hasta el final, para abandonarla “a la cola” de todos. Y al verlo salir de la cápsula como “el último de los mohicanos”,  la concurrencia estalló en nutridos aplausos, con lanzamiento de globos brillantes en forma de corazón, el emblema patrio y una gran algarabía, no solo por estar en presencia de quien había sido el jefe de turno, sino por haber finalizado la evacuación de los 33 mineros con pleno éxito. Después de todas estas manifestaciones de alegría, en que no faltó el canto colectivo de nuestro Himno Nacional, Urzúa se dirigió al Primer Mandatario para decirle en son de broma: “¡Le cedo mi turno!”.
He aquí, por último, los datos relativos a la labor final de los rescatistas de los mineros atrapados en la mina “San José”, según la nota contenida en Internet el 12.10.10:
El jefe de las labores para sacar a los 33 mineros del fondo del yacimiento San José, André Sougarret, dio a conocer a la prensa el equipo de rescatistas que tendría dicha misión y que cumplió con agrado, eficiencia y responsabilidad.
El grupo estuvo a cargo de René Aguilar, gerente de Riesgos de Codelco, quien entregó los nombres y las características del equipo de brigadistas que cuenta con 16 profesionales en el ramo.
El líder del grupo fue Ovidio Rodríguez Núñez, quien contó con 10 expertos rescatistas de Codelco, 2 brigadistas de la Región de Atacama y 3 enfermeros navales de la Armada, todos los cuales comenzaron de inmediato su entrenamiento.
“-Ya trabajaron el equipamiento que dispusimos en faena para labores de rescate y en los próximos días van a iniciar las pruebas con la jaula, alrededor de la tubería que nosotros tenemos para la prueba”, informó René Aguilar.
Agregó que los rescatistas debieron realizar “entrenamientos en materia de comunicación con la cápsula de rescate y obviamente vamos a ir evaluando minuto a minuto cómo estamos para ir configurando las responsabilidades y funciones finales en el momento del rescate”. “Todos ellos tienen las competencias técnicas y sicológicas para hacerse cargo de cada una de las posiciones que tendremos ese día”.

La nómina definitiva de rescatistas resultó ser la siguiente:
Ovidio Rodríguez Núñez, ingeniero en minas con 32 años de experiencia en yacimientos subterráneos.
Andrés Molina Loyola, con 23 años de experiencia.
Óscar Arena Galindo, 23 años de experiencia.
Pedro Jara Sáez, con 22 años de experiencia.
Williams Saintara Trujillo, 20 años de experiencia.
Jorge Bustamante Ramírez, 21 años de experiencia.
Manuel González Pavez, 20 años de experiencia.
Jaime Castro Molina, 21 años de experiencia.
Jorge Olivera Landaur, 22 años de experiencia.
Augusto Vilches Zamora, 11 años de experiencia.
Eladio Cortés Díaz, 7 años de experiencia.
Pedro Rivero Oliva, brigadista de Bomberos con 21 años de experiencia.
Juan Díaz Gutiérrez, instructor de rescate minero subterráneo.
Roberto Ríos Seguel, sargento 2º de la Armada y enfermero con 10 años de experiencia.
Patricio Robledo Abarca, cabo 1º de la Armada con 17 años de experiencia..

Cristián Bugueño Olivares, sargento 2º de la Armada y enfermero con 15 años de experiencia.

Los  primeros que ingresaron a rescatar a los mineros fueron Cristián Bugueño y Pedro Rivero.

Jaime Castro Molina, 21 años de experiencia.
Jorge Olivera Landaur, 22 años de experiencia.
Augusto Vilches Zamora, 11 años de experiencia.
Eladio Cortés Díaz, 7 años de experiencia.
Pedro Rivero Oliva, brigadista de Bomberos con 21 años de experiencia.
Juan Díaz Gutiérrez, instructor de rescate minero subterráneo.
Roberto Ríos Seguel, sargento 2º de la Armada y enfermero con 10 años de experiencia.
Patricio Robledo Abarca, cabo 1º de la Armada con 17 años de experiencia.
Cristián Bugueño Olivares, sargento 2º de la Armada y enfermero con 15 años de experiencia.
Los  primeros que ingresaron a rescatar a los mineros fueron Cristián Bugueño y Pedro Rivero.












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