miércoles, 18 de abril de 2012

Alimentación saludable. De la nutricionista chilena Inés Morales Hernández

La obesidad reinante provocada por la alimentación inadecuada (comúnmente“chatarra”), la sedentarización y falta de ejercicio de nuestra gente.

Inés Morales Hernández, conocida nutricionista radicada en la ciudad chilena de Los Andes, ha editado desde hace algunos años el utilísimo libro ilustrado en colores titulado “Alimentación Saludable”, cuya tercera edición corregida y actualizada se halla en preparación, ya que restan solo unas pocas decenas de ejemplares para que se agote la segunda. Fuera de los numerosos consejos para una sana y feliz longevidad, la obra contiene una multitud de recetas de cocina bastante económicas y fáciles de preparar para una alimentación sabrosa y muy beneficiosa para la salud de todos aquellos lectores que deseen disfrutar de ellas.
En esta somera exposición adelantaré sólo unos cuantos datos incluidos en su obra magistral a fin de que los lectores de nuestro blog se impongan de la calidad científica y utilidad de su labor por la salud de nuestros pueblos de América.

Presentación del problema nutricional.

La alta prevalencia de la obesidad pone en grave riesgo la salud de nuestros pueblos..
Los adultos obesos tienen tasas más altas de enfermedad cardiovascular (ECV) y de mortalidad por todas las causas. Hasta un 66% de la diabetes mellitus tipo 2, 52% de las colelitiasis (cálculos en la vesícula biliar), 29% de la hipertensión arterial, 22% de las enfermedades cardiovasculares y un alto porcentaje de cánceres pueden ser atribuidos a la obesidad.
En nuestro país constituye un problema de salud pública que afecta principalmente a niños y adultos, en especial de niveles socioeconómicos bajos y constituye un importante factor de riesgo cardiovascular que se inicia tempranamente y se agudiza en la adolescencia y en la edad adulta.
En Chile las cifras de adultos que presentan sobrepeso y obesidad alcanza entre un 15% y un 27,3% en hombres y mujeres respectivamente (estudios efectuados en Región Metropolitana). Estas cifras han ido aumentando considerablemente hasta 28% y 40% en fechas más recientes.
En atención a esta “epidemia del nuevo siglo”, denominación que ha dado la OMS a la obesidad, nuestro país inició una campaña nacional de promoción de la salud dirigida a fomentar hábitos de vida saludable, con énfasis en una alimentación sana y una adecuada actividad física, que son sin duda las principales estrategias para combatir la obesidad.
Cierto es que el perfil epidemiológico en nuestro país ha cambiado sustancialmente dado que las enfermedades crónicas transmisibles como la tuberculosis, difteria y otras han sido controladas y disminuidas significativamente, al igual que la desnutrición infantil y juvenil. Pero no es menos verdadero que una alimentación inadecuada abundante en grasas saturadas y azúcares, que suelen acompañar a una vida mayoritariamente sedentaria, ha traído como consecuencias indeseables, una serie de males crónicos no transmisibles, como la obesidad, el sobrepeso, la diabetes mellitus tipo 2, la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, todos ellos de graves consecuencias, no solo para la salud de nuestra población, sino también para la felicidad y el buen futuro de nuestras familias.
            Esto hace que cada día sea más necesario en nuestro quehacer nutricional, que se implementen programas de prevención, promoción y recuperación para tratar este flagelo que constituye una de las primeras causas de invalidez y de muerte prematura en nuestro país.
            Los programas tradicionales de educación alimentaria y la consulta tradicional deben ser apoyadas por políticas cada vez más asertivas y comprometedoras en el nivel personal y social (comunidad). Es preciso, además, respaldar este esfuerzo con una legislación adecuada que prohíba, regule y advierta con claridad respecto de los aditivos y preservantes que suelen incluirse en ciertos alimentos, información que deberá ser promovida por medio de un correcto y legible etiquetado nutricional que oriente al consumidor a fin de que pueda realizar una mejor selección de sus alimentos.
            En este mismo contexto mi experiencia profesional me ha llevado a concluir que la “mejor manera” de llegar a cambios de conducta “perdurables” en el tiempo a aquellas personas o “pacientes” con problemas nutricionales es trabajando “activamente” con ellos.


Mi experiencia como nutricionista.

La participación activa de las personas en actividades vinculadas a la alimentación saludable, según lo he podido comprobar empíricamente, logra siempre motivar con eficacia un drástico cambio de comportamiento respecto de hábitos erróneos adquiridos y de técnicas deficientes en la manipulación y preparación de los alimentos.
La mejor técnica didáctica es, sin duda, el lograr que cada persona aprenda “haciendo”, esto es, se pruebe a sí misma manipulando y preparando los alimentos que ella misma y su grupo humano van a consumir. Así es como se pueden obtener resultados prácticos útiles y beneficiosos que redundan en cambios de conducta tan deseables como necesarios.
La mayor parte de los pacientes que yo atiendo me han confesado que los malos hábitos que revelan tener en la manipulación, preparación y consumo de los alimentos fueron aprendidos desde su niñez o, a más tardar, en su adolescencia, costumbres negativas que nadie les corrigió o que les fueron erróneamente inculcadas por alguna persona mayor que los tenía a su cuidado, principalmente su madre, abuela o una tía.
He aquí algunas de las prácticas equivocadas más comunes que se han podido detectar:
–Freír en aceite todas la preparaciones o guisos, como cazuelas o carbonadas. O también los ingredientes de las legumbres secas: porotos, garbanzos, lentejas, además de charquicán, tallarines con salsa u otros.
 –Utilizar grasa en pella o manteca en abundante cantidad para el pan amasado.
–Freír los ingredientes de los guisos de porotos, lentejas garbanzos u otros con manteca o grasa más ají de color.
 –Utilizar mayonesa o ketchup como ingrediente de sandwichs y ensaladas.
–Agregar bastante crema Nestlé, margarinas, mantequillas u otras pastas similares a las salsas. Añadir ingredientes que pretendan añadirle un sabor “especial” a las carnes (goulach, presas rebosadas, bifes, etc.) a cualquier otra especie de comida o sopa.
–Preparar tortillas, queques o tortas con bastantes huevos enteros, aceite u otros ingredientes semejantes que suelen acumularse en forma de grasa nociva en las arterias.
 –Agregar gran cantidad de azúcar u otro alimento rico en sacarosa a flanes, jugos naturales o artificiales, bebidas de fantasía, jaleas y yogourts. Huelga advertir que esta práctica resulta más dañina aún si dichos alimentos o bebidas contienen colorantes y aditivos.
–Seleccionar para el consumo alimentos ricos en hidratos de carbono (harina blanca, productos de pastelería, masas, pastas o repostería, golosinas, dulces, chocolates, helados, etc.)
–Seleccionar para el consumo alimentos ricos en todo tipo de grasas, especialmente saturadas: cecinas, embutidos, carnes rojas, comida rápida o chatarra (hamburguesas, completos, papas fritas, soufflés u otros semejantes).
–Por último, cabe añadir a lo dicho precedentemente un hecho muy fácil de observar en nuestros hábitos de última data: la escasa o casi nula actividad física en la población.
Gracias la “modernización” lograda por la cada vez más sofisticada tecnología en uso, la mayor parte de nuestras dueñas de casa tiene artefactos electrodomésticos: lavadoras, centrífugas o secadoras de ropa, aspiradora, enceradora, licuadora, lavaplatos electrónico, horno microondas, procesadores de alimentos, etc..... y, como si fuera poco, un buen número de ellas presentan una verdadera “adicción” a la televisión. Pasan largas horas oyendo y viendo programas de música, de teleseries, de entretenimiento o de Reality Show.
A través del tiempo y según lo que he podido observar, la difusión por estos medios no han resultado capaces de introducir en gran escala las actividades corporales, como por ejemplo son los programas de actividad física, con calentamiento preparatorio para la iniciación de los ejercicios que incluyen básicamente la elongación muscular, la gimnasia aeróbica, marcha y caminata entre otros, la tonificación muscular de las diversas partes del cuerpo, como cuello, cintura, piernas, brazos, espalda, columna, abdomen, glúteos, etc., todo lo cual, sumado a un cambio de conducta “real” que lleve a la práctica una alimentación saludable, podrá lograr un estado nutricional constantemente satisfactorio y un estilo de vida más saludable y feliz.

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