miércoles, 25 de julio de 2012

Mi hermano Nancho vaticinó hace ya cerca de 40 años el cambio climático y sus estragos.

Proclama de Nancho (bajo el seudónimo bíblico de Josafat), entregada a consideración del público por Radio Minería de Viña del Mar el 12 de octubre de 1972, dirigida al periodista Gustavo Lorca, pero -según la declaración del artista-, “nunca divulgada”.

     Hace aproximadamente un año, esto es, en octubre de 1971, fue lanzada una campaña pacifista en nuestra zona con la finalidad de requerir el concurso de todos los sectores de la ciudadanía y muy especialmente de las autoridades e instituciones educacionales y científicas.
Esta iniciativa tiene por objeto informar a la opinión pública en general, sin distinción de credos políticos o religiosos, acerca del peligro real e inminente del aniquilamiento del género humano que representa el poder atómico, las armas químicas y bacteriológicas, la contaminación ambiental, el fanatismo ideológico y otros males semejantes que desde hace bastante tiempo están asolando a los habitantes de nuestro planeta.
El llamado ha sido distribuido en casi todos los medios informativos de la provincia, especialmente las radioemisoras y periódicos, y a través de carteles colocados principalmente en cines y locales comerciales.
Hasta ahora nadie ha respondido, ni siquiera los que se dicen defensores de la paz.. Ayer, en un acto de homenaje a los delegados del Congreso de la Paz Mundial, se solicitó la autorización para aprovechar la oportunidad de entregar esta idea a las distinguidas personalidades que nos visitan. Subí al escenario a fin de dirigirme con el corazón abierto a toda persona de buena voluntad que quisiera escucharme. Pero no bien comenzaba a exponer mi pensamiento cuando fui interceptado por los dirigentes del acto en forma vergonzosa, no que me afectara a mí, puesto que me hallaba cumpliendo con un deber de conciencia, sino al respeto hacia nuestro país y a nuestras visitas, considerando que se trataba de una actitud en que se ejercía la violencia frente a pacifistas de nivel mundial. Con ello quedaba demostrado que una ceremonia como la mencionada, sujeta a tanta solemnidad y protocolo, era más bien una exhibición sin substancia de un anhelo real de paz, salud y bienestar ciudadano. Ahora yo quisiera una respuesta del hombre común de nuestro pueblo, cuyo mayor anhelo, que es la seguridad y la tranquilidad para su familia, no debe ser amagado con estas absurdas reacciones de fuerza, ni menos aún, con el engaño de falsas promesas.
Concretamente solicitamos a las autoridades e instituciones laborales, sociales y públicas que adopten las medidas necesarias para organizar exposiciones y conferencias con difusión a través de los medios de comunicación, a las Juntas de Vecinos, Iglesias, Universidades, lugares de trabajo y establecimientos educacionales, donde cada especialista pueda aportar sus conocimientos y experiencias en pro de la paz. Podríamos, por ejemplo, extender una invitación al Sr. Carlos Muñoz Ferrada para que nos informe acerca de los efectos de las explosiones nucleares subterráneas en relación con los sismos. Algún médico profundamente interesado en la salud de la población podría explicarnos en términos simples los reales estragos de la radioactividad en el organismo humano. Otros científicos podrían dar cuenta de esos mismos efectos en la extinción de la flora y la fauna marina, en la vegetación terrestre del planeta y en los campos de cultivo. Y denunciar, de una vez por todas, que las grandes potencias, obsesionadas por mantener su hegemonía en el planeta, siguen experimentando y fabricando armas de un creciente poder destructivo, como el “napalm”, o las ametralladoras cada vez más masacrantes, junto a diversas otras armas químicas o biológicas que incluso han llegado a ser fumigadas sobre aldeas indefensas. Que se haga pública la maléfica labor de aquellos “sabios” que siguen poniendo sus conocimientos y experiencias al servicio de la destrucción masiva, empleando su precioso tiempo en el cultivo de gérmenes bacteriológicos o virales cada vez más mortíferos e inmunes a todo tipo de antibióticos. Y hasta se ha alardeado con absoluta irresponsabilidad que bastan 500 gramos de gérmenes del cólera para lograr el exterminio de todo el género humano.
Para nadie es un misterio que tantos los países del sector socialista como del capitalista se hallan premunidos con centenares de bases de lanzamiento de cohetes teledirigidos provistos de cargas nucleares, preparados para entrar en acción en el momento en que se los requiera. Aviones y satélites espías sobrevuelan el planeta a toda hora fotografiando cada metro cuadrado de la superficie terráquea. Buques, portaaviones y submarinos atómicos recorren los océanos del mundo envenenando las aguas con sus desechos radioactivos y no solo el mar, sino los vientos y las lluvias esparcen la radioactividad a través de todo el planeta.
Hay millares de personas que trabajan y dependen de la industria bélica, cuyos monopolios están constantemente ideando, promoviendo o estimulando conflictos entre las naciones para fomentar el mercado de sus productos mortíferos. Todo aquello sin contar el problema de la contaminación ambiental que desde hace bastante tiempo está provocando verdaderos estragos en el clima y en la salud de todo el planeta a causa de la producción y uso de maquinarias, vehículos, plaguicidas, insecticidas etc. cada vez más diversificados y numerosos en todos los países y, en especial, en los más industrializados.
Las grandes masas humanas, hipnotizadas o idiotizadas con tanto “adelanto” y propaganda comercial, están desde hace muchos años corriendo hacia el abismo. Ya es hora de unirse y organizarse contra aquel puñado de ciegos e intransigentes que nos siguen manejando a su regalado gusto.
Nuestra advertencia no significa, como algunos pudieran creerlo, un empeño de crear una falsa alarma entre la gente para hacerse notar. Lo cierto es que el contenido de esta proclama es algo muy general y por ello mismo, muy pálido o atenuado comparado con la aciaga realidad que amenaza a nuestro pequeño mundo. Y si a alguien esto le llegara a sonar como un trompetazo de Juicio Final, habría que decirle que no se escandalice con estas, mis pobres palabras, ya que está anunciado en nuestros libros santos que el Día del Señor llegará como aparece un ladrón durante el sueño de la noche, y que, por ello mismo, debemos estar preparados.
¡Gloria a Dios en las Alturas y Paz a los Hombres de Buena Voluntad!

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