domingo, 1 de julio de 2012

Diana de Gales y Teresa de Calcuta, dos reinas contrapuestas.

Reinas de Corazones, por siempre.

                                                                                                Por Silvia M. Pettorino.


Auras doradas de un cielo cercano:
de Gales, Diana; de Calcuta, Teresa,
perlas de luna en un mundo pagano,
ella era Santa, aquella Princesa.


Diana lucía dorada diadema real,
era dulce y graciosa como la más bella diosa;
Teresa, vestía una cofia de azul celestial.
Rodaba el rosario en sus manos callosas.


Diana en la fosa por la turba adorada
bajo el sino mortal de su amor ardiente.
Teresa en vida plena venerada,
por su lucha contra el hambre y la muerte.

                                                                             
Rosa trágica de la húmeda Inglaterra,
estela de rocíos y de llanto
perfumes de amor dejaron tus huellas
al surcar las heridas de las almas.


Extraviadas por reales designios,
las promesas expiraron sin piedad;
ocultas bajo el gélido armiño,
yace tu piel de témpano en soledad.


Santa de Calcuta, labradora:
bajo el ardiente sol de la India, sembraste la paz,
plantaste en sufrientes corazones,
semillas de consuelo y de bondad.


Tendréis un ancho sendero en el espacio,
pues en las cumbres ya remontasteis esta tierra mortal;
os iréis caminando, sobre un lecho de rosas,
¿seréis  tenidas por siempre como diosas de verdad?
¿O seréis ignoradas mañana en vuestras derruidas fosas?

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