domingo, 1 de julio de 2012

El mongolito está preso. ¡No sabe lo que es eso!

El mongolito.

                                              Por Félix Pettorino.

         Arropado en una vieja manta raída, sobre este lecho de roca, he sido mandado por el Supremísimo Magistrado para que este muchachón grabe sus últimas impresiones antes de pasar a la Cana Mayor por decisión inapelable del Tribunal de Casación. Soy el Celador de esta XIIIª Sección de Detenidos y se me ha ordenado enchufar en un lugar secreto de los muros el correspondiente video-grabador. Parece que hay un interés muy especial de parte de las autoridades, tanto judiciales como policiales, por recoger sus experiencias y conexiones, particularmente las que lo han arrastrado a este oscuro recinto que, como viejo policía, tengo el deber de resguardar “hasta rendir la vida si fuese necesario”. Así reza el texto de nuestro juramento polizóntico.

         Empiezo.

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         Soy .. soy ... lo ...lo ... que la giente llama un “mongolo”.

         ¿Mamá? Nunca hey tenido una a mi lado. Icen que ella las entregó a poco de parirme. Mi hermano “El Indio” me asegura que jue por la pura impresión, al verme a mí. Es que yo soy un ser realmente “rarífico”, su pocón maltrecho, estropeado y casi convertido en un viejujo ende la más tierna infancia.

         O sea, una especie de Ente venido de otro mundo, me aseúran que de la “Mongolia”... Así me dijieron que se llama ese lugar remoto y extraño de aonde yo vengo, como toos los pobres diablos de mi especie. Allí mi giente, igualito que mí, somo chicos y rechonchos, con la piel medio colorá, porosa y perforá como la cáscara de una naranja, llena de granitos pequeñiños, entera irritá, como picá de viruela, y su poco tardos pa’ entender las cosas que atraen y divierten con tanta facilidá al resto de los humanos... Y lo digo por si no me creyeran “humano” de verdá...

         El Indio too el tiempo me catetiaba con eso de que la giente me tiene lástima, porque los “mongolos” somo harto feos y vivimo puro unos pocos años, u sea, una cacharrá de tiempo meno que los demá... Por eso sería que mi taita, en arguno momentos cariñosos, (que sí los tenía a veces mi pobre viejo querío) me llamaba: “Mi Monguito”, “Mi Peluchón”, “Mi Laguchita”, “Mi Guarenucho” y cosas por el estilo...

         Pero la verdá es que yo hey sido casi siempre re felí, tirao con honda pa’ andar siempre requete contento, la verdá es que no hubo naiden que no me encontrara alegre y, más que na, porque no estoy ni ahí con toas esas cosa de compras, regalo y diversione que anda triendo a la gente normal pior que loros en el alambrie...

         Por la contraria, yo me entretengo con los pajaritos que forman como notas musicale montaos en los alambries de la lú o con un perro chicón y pelao, pero bien bonito porque es toitito colorao, que viene too el tiempo a lamberme las manos como si yo juera el Rey de los Quiltros Callejeros...

         Contimás que se me ha puesto la idea de que mientra menos viva, más luego me voy a degolver al “Reino de los Mongólicos”, como lo llama mi viejo, aonde el Señor Mío Jesucristo les tiene reservado un lugar especial, lleno de flores, pájaros y perros coloraos pa’ las criaturas de mi raza... Y con harta harina pa’ hacer pan y harta lechuga pa’ preparar ensalás.

         Too, porque yo soy distinto a los demás y porque Dio prefiere con un cariño muy especial a los que los diferenciamos de los llamaos “niños normale”, o sea que mientra más abandonaos y pocacosa nos cache la gente, más quedrá tenerlos luego a toos pa’ llevarlos al “Reino”, aonde icen que están los Ángeles más cercanos al “Señor de los Cielos” (chapa de un conocido capo de la droga.) que, según me han contado (porque lo que es yo no lo conocía pa’ na), era tan re güeno y poeroso, que andaba repartiendo por los pueulos toitita la lechuga y los saquito de harina flol pa’ que la giente poure haga sus empanás de quieso, sus tortillitas de verdura, su pan amasao, sus sopaipilla y tanta otra cosa rica que las mujere de pueulo saben hacer tan bien, que son como pa’ chuparse los bigos... Es lo que me ha contao mi viejo querío que no sé porque se me mandó mudar y me dejó más solo que pollo en corral ajieno...

         A mí siempre me ha gustao re mucho ser distinto a los demá ... Cuando salía a la calle de la mano de mi taita, veía que todos me miraban de arriba a abajo como diciendo: “-¿De aónde salría este animalito tan feofisio?” Al principio la cara se les ponía divertía y rarona y justamente por eso yo me sentía too un señor importante al lado de ellos, hasta diría que más agraciao o, por lo muy meno, no con una mueca fea, medio de lástima y medio de sorpresa, al ver la cosa adefesia que creo que ellos me cachan...

         Pero lo que más me contentaba es que al final ellos terminaban mostrando una cara tiernucha, y como que la nostalgia le ganaba al menosprecio, o sea, se ponían requete amorosos. Y eso es lo que más me hacía latir juerte el corazón de alegría, porque aonde yo llegara, estaba sembrando el amol entre la giente, aunque todos al principio me miraran con ese gesto cómico que a mí me da tanta risa cuando me recuerdo de esas cosas...

         La giente casi siempre me ha creído un locateli o un poure güeón con patas... Yo entodavía no sé si lo soy de vera. Es que no me interesa pa’ na, andar buscando lo que a too el mundo parece gustarle. Prefiero entregarlo too, regalarlo too. Por ejemplo, la plata. Siempre que alguna gambita cae en mis manos, la boto pa’ que la recoja el primero que pase. Me divierto re mucho mirando con las ganas que pescan el moni.

         Tamién me gusta hartazo perder adrede las pocas cosas que lliegan a mis mano... Hace poco tiempo atrá, en un ataque que mi viejo ice que es de “locura mongólica”, ejé en un parque solitario la sembraera de “pertenencias personales” (así las llama el que te ije), por ser, el reló-pulsera, el anillo dorao con una piegra colorá que me regalaron pa’ mi úrtimo cumple, el chorito con argún molío y hasta el par de zapatillas de girnasia que acababa de orsequiarme el papá el Día de los Mongolos, que creo que concide con el de San Valentín o es una semana ante, no estoy muy seguro que digamo ...

         Y es que mi mayor deseo es el de hacer feliz a quien tenga la suerte de encontrar toas esas cosa que no tienen niún valor pa’ mí. A lo mejol, es un pobre torrante o un lagrón que se sarva así de acometer su pulento robo. Y yo con todo esto disfruto, mucho más que si esas cosiacas, destinás de toos moos a hacerse huira o a perderse, caso siguieran en mi poder... ¿Y pa’ qué? Si yo no exijo ni ambiciono, ni necesito na...

         Por eso siempre con mi mejol goluntá les hey pasao a los “Lolos Güena Onda” toos los saquitos con harina flol que mi viejujo les mandaba a la giente poure del bloque pa’ que los repartieran entre toa la población y así pudieran prepararse, como ya les dije, sus pancitos amasaos y sus hallullitas, que tanta farta les hace, porque casi siempre andan medios cortones del manye y pasaos por el alambrie pa’ qué les digo...

         Pero los “Güena Onda” eran casi siempre, yo diría que malagradecíos, porque, en cuanto recibían los paquetes, emprincipiaban a bajonearme gritándome un lote de lesuras, por ser: -¡Cauro güeón, dile a tu viejo tamboriao que no sea machetero y apaliaor, que no le eche tanta harina a la harina! O cuando, por eso mismo, me tiraban orjetos inmundos al golver ya pa’ mi casa. Lo que nunca me pudo caber en la mollera fue eso de “echarle harina a la harina”...¿Qué de malo puee haber en eso? Porque..., la harina es y será siempre eso, o sea, ¡harina y naa má!

         El mes pasado no má, en que entodavía era pleno verano, uno de esos diantre me empaparon el pelo con unas cáscaras de sandía a medio comer que patinaron sobre mi cabeza llegadas de no sé qué sitio. Me divertí mucho cuando vi la sorpresa de mi “dady” al llegar yo a la casa convertido en un monigote mojao como diuca y más chorreao que un guanaco de pakistanes. En el acto me pescó y me arrastró de las mechas hasta el cuarto pa’ que me cambiara de ropa al tirante, mientra me propinaba unos cuantos cachuchazos por güeón, y me tapaba con otras frases vergonzosa que má mejol no se las cuento na...

         Pero así y too, yo agaché las pailas sin chistar, porque a los pagres hay que obeecerles en too, como lo dice el cototúo libro negro que el taita tiene sobre el velaor (“La Bibla” la llaman), y lo miré de fijo con una sonrisa de oreja a oreja por lo cómico de la situación... De un repente, el güeno de mi viejo puso los ojos como platos. El pobre no sabía si reír o llorar. Al final (¡qué alegría más re grande!), soltó una juerte carcajá y me abrazó, seguramente arrepentido de sus malos moales. Y yo también me reí con gana, felí de ser en el fondo estimao por el único ser humano que creo que siempre, siempre me hay querío de verdá, a pesar de too lo que pase...

         No sé aónde se pudo haber escondío el viejo ‘e mi taita. El caso es que justo anoche, apenas no más había desaparecido el Cara de Gallo detrasito de los cerros, cuando llegaron a mi casa una tracalá de hombres vestidos de pies a cabeza con unos buzos verdes y unas letras grandototas por la esparda. Metieron mucha bulla, así es que yo me adisperté al tirante.Venían armados hasta los dientes, no había otra que obedecerles en too. Al tiro no más me sacaron a tirones de la cama donde yo dormía a pierna suelta y, así medio desnúo como estaba, puro con una camiseta y un eslip, me tiraron a empujones sobre una silla y me preguntaron a grito pelao que aónde se guardaban las lechugas y la harina flol... (Imagínen ustees: ¡la comía de los poures de la pobla!).

         Yo les mostré el refri antiguo que, como siempre, estaba apagado y de ahí sacaron too lo que pudieron, serían unos 60 ó 90 paquetitos de nailon trasparente, y se los llevaron junto conmigo en un furgón de color verde tamién. Lo raro es que no le hicieron ni caso a unos pocos atao de lechuga que estaban de cacharlas a simple vista, en la parte de má abajo del frío...No sé qué hicieron con los burtitos de harina blanquita, el caso es que se veían muy ajizaos, nerviosos y emputecidos por tan poca cosa, digo yo... Y se rieron a mandíbula batiente cuando yo, (su poco asustaón como tenía que estar ante tamaño bochinche), me atreví a decirle que cómo era posible que se llevaran la harina flol pa’ la giente más necesitá de la Pintana y que dejaran unos miserables ataos de lechuga pa’l puro recuerdo ...

         -¡O vos soy huevón o te estay haciendo!- jue toa la respuesta que recibí. Y me queé más metido que un perno, sin saber qué se proponían esos gallos del diantre...

         Y aquí estoy ahora, la verdá, sin entender ni jota qué es lo pudo haber pasao... ¿Qué de malo, digo yo, pueden tener unos saquitos de harina flol con que los vecinos de la pobla mataban el hambrie de toos los días? En verdá, no cacho na, no atino a divinar por qué esta giente tan bien uniformada y que parece decentona anda persiguiendo a los poures de una manera tan brutal. Y no digo na cómo me están tratando a mí... Por eso me explico que el viejo de mi taita se haiga hecho humo, miren que tratal con esta giente de verde es cosa harto cototúa, que no se la deseo pa’ na ni el peor arversario de Los De Abajo...

         Y a too esto, se me ha formao una tremenda pelota en la cabeza. Alguien cotorreó por ahí que hasta el propio “Señor de los Cielos” paró las chalas... ¿Quién se lo iba a imaginar? ¡Si era naa meno que el mesmo Señor, quien nos daba ese, ¿cómo lo llama mi taita...?, ...¡aah!   :“¡el maná blanco!”, y ahorita no más esté encaná toa su siervidumbre de giente pije y bien acomodá... ¿No digo yo?

         Este es un mundo de locos. Más loco que lo que yo hey estao siempre. Aunque nunca tanto ...










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