sábado, 7 de julio de 2012

¿Amaneciste otra vez "con los monos? ¡Desneurotízate con Amadeus!

El desneurotizador.

De "Amadeus, el hacedor de ensueños" de  Félix Pettorino.

            Apreciadísimo lector: –¿No te ha tocado alguna vez presenciar y hasta verte obligado a soportar a personas que “han amanecido con los monos”? Y poniéndote una mano en el corazón y contestando con toda honestidad, me atrevería a hacerte la siguiente pregunta:
– ¿No te ha pasado a ti alguna vez lo mismo? O dicho en otras palabras: “–Por A, B o C  razones o motivos, ¿no has sido tú también, no un mero e inocente testigo, sino también el real protagonista de una escena de esa naturaleza?
            Y yo, por mí mismo, respondería que sí, porque esto de “amanecer con los monos”, esto de andar de improviso como “delicado de cutis” y presto a  enojarse o a violentarse por cualquier contratiempo, por fútil que parezca, nos concierne a todos, es una resquebrajadura o brecha del carácter, algo que a veces, por factores desconocidos, nos afecta sin conciencia ni sentido alguno.
Es, en verdad, el lugar ignoto pero exacto en que el “disco duro” de nuestra mente y de nuestro dominio conductual se halla gravemente trastornado o, a lo peor, agrietado. Lo cual, por supuesto, no podía haber escapado a la sagacidad y lucidez de nuestro Amadeus, el perspicaz hacedor de los sueños y de los ensueños que vienen con él.
            Y ya que estamos, diría yo que casi sin sentirlo, en la última de las creaciones de Amadeus que te he mostrado a lo largo de estas breves páginas, creo que tú, de seguro, tendrás la capacidad para imaginarte de inmediato, que él ya tiene su inventito bien craneado, estudiado y prácticamente confeccionado para resolver el problema de la “neurosis intempestiva” o, llegado el caso, la capacidad para aliviar a todo aquel que haya experimentado cierta desazón al advertir el repudio con que “los tales monos” son recibidos por nuestros congéneres.
            –¿Cómo? –me preguntarás. Pues, muy sencillo: recurriendo al “desneurotizador”, mágica maquinita de sueño y ensueño (muy juntitos el uno del otro), ideada y confeccionada por Amadeus con el propósito de evitar en el mayor grado posible la reincidencia de estas “escenitas”, feas secuelas de la inestabilidad emocional que con alguna frecuencia experimentamos los seres humanos, sin percatarnos de su causa o motivación ni de los efectos negativos que pueden generar contra nosotros mismos, con especial referencia a la triste impresión que, como una estela contaminante de sucio humo o grasa, vamos dejando a nuestro paso…
            Pero antes que nada, volvamos al tema de las causas. Lo primero que se le ocurre a cualquiera cuando presencia la escena en que un sujeto (masculino o femenino) se desahoga ante uno o más congéneres gritoneando a los cuatro vientos, cerrando puertas con el gran estrépito que demanda su neurosis, discutiendo o alegando por nada con el primero que se le pone por delante, “pateando la perra” o haciendo un escándalo de todo, es que tal personaje es un idiota que no merece el trato ni la consideración de nadie.
            Y no puede ni debe ser así, ya que la mayor parte de la gente no “nace” idiota, sino que por lo común existe una multitud de factores que se han coludido para convertirlo en un “idiota”.
            Entonces, antes que juzgar negativamente al “neurótico”, hay que analizar objetivamente las causas o factores que lo han arrastrado hasta convertirse en tal “esperpento”, vale decir, en una persona emocionalmente inestable y de escaso criterio para comportarse digna y moderadamente ante los demás. Hay que ponerse en su caso, apreciar cono objetividad la vida que ha llevado y que actualmente lleva, los contratiempos o fracasos que ha debido sufrir, el comportamiento de cada miembro de su familia hacia él (o ella). No es que queramos exculparlo de todo. No se trata de eso. No estamos hablando de culpas, sino de causas…
            Pensemos en la existencia de cada ciudadano, empezando por nosotros mismos: ¿en qué medida nos afecta el tumulto de la ciudad, el hacinamiento multitudinario que hace difícil o hasta imposible coger a tiempo un vehículo de movilización para acudir al trabajo o regresar a casa? O el ambiente irrespirable de la urbe, el humo que nos penetra por las vías respiratorias atosigándonos, el smog pegajoso, los bocinazos, los ruidos estridentes de calles y avenidas, el apuro que mueve a las muchedumbres a atropellar, a empujar, a atravesarse por delante sin permitirnos avanzar, la furia, a veces convertida en un contenido enojo, del jefe del banco, o peor, del cajero, o de la reacción del inspector, profesor o jefe del colegio, de la universidad o de la oficina cuando llegamos atrasados?
Y cuándo ingresamos a nuestro hogar, ¿qué pasa? ¿No hay más de alguna cara larga, no tenemos que afrontar a veces retos, recriminaciones, actitudes de desdén o de reprobación por nuestros actos torpes o irreflexivos? ¿Acaso la acumulación de algunas o de todas estas cosas no conducen al stress y, a veces, a la neurosis más insoportable que nos impele a destruir cosas, a pegar, a violentarnos más de la cuenta…?
Y ¿cuántos seres humanos no están en prisión, cuando no en un hospital o en rehabilitación, por haberse dejado vencer por tanto contratiempo con que a diario nos vapulea la vida?
            Se hace, pues, necesario (y hasta urgente, en muchos casos), más que un psiquiatra, psicólogo, médico o confesor, una de aquellas almas buenas que nos pongan apacible y razonablemente “en vereda”, no amonestándonos, reprochándonos por algo malo que hemos hecho, ni castigándonos, sino mostrándonos objetivamente todas aquellas bondades y logros con que contamos: nuestros padres, nuestro cónyuge o pareja, nuestros hijos, nuestros compañeros de trabajo, la gente que nos  ama y nos rodea a diario, lo bello que hemos logrado hacer y obtener durante nuestras vidas, etc.
Una de esas almas buenas que ya tuvo la oportunidad de vivir sembrando el amor y la paz entre todos fue justamente Amadeus, el genial inventor del “desneurotizador”, cuya premisa fundamental de vida fue una bella palabra de solo cuatro letras: el AMOR, valor esencial que es preciso cultivar y practicar, no solamente para ser nosotros felices en la breve vida que se nos dispensó tan gratuitamente, sino lo más importante de todo: para hacer permanentemente felices a todos cuantos nos rodean.
De ese valor fundamental emana todo el resto de los grandes valores del ser humano: la generosidad, la solidaridad, la verdad, la lealtad, la honradez, el deber, la urbanidad o “buena educación”, el respeto hacia todos nuestros semejantes, sin distinción de sexo, edad, raza, clase social, ideología etc., que conlleva otro gran valor, que es la libertad para que cada uno pueda hacer legítimamente lo suyo…
            ¿Cómo procede el desneurotizador? Es un dispositivo sencillísimo, que contiene una serie de filmaciones, donde el adquirente puede escoger el tipo de música de fondo que más le agrade, que tratan solo de situaciones humanas en que el AMOR está por encima de todo y, por ello mismo, se presentan allí sólo escenas positivas donde solo prevalece la paz, la bondad, la belleza, la solidaridad y la felicidad y alegría que trae consigo. Todas las escenas desbordan en optimismo, gracias al afecto, a la lealtad, a la cortesía, a la cooperación desinteresada, a la iniciativa siempre presente de ayudar a quien se encuentra en situación desmedrada sin preguntar por el motivo que lo llevó a su estado.
            De este modo, cuando te encuentres desanimado, desencantado, fracasado o amargado por algo malo que te haya sucedido, antes de acostarte, ¡no dejes de enchufar el desneurotizador conectado a tu televisor! Antes de ponerte a dormir, te calarás sumisamente tu gorrito de Morfeo y te pondrás a ver escenas y más escenas o películas y más películas (de una duración no mayor a 40 minutos), amenizadas de fondo por la música que quieras escoger dentro de una variadísima y numerosa lista clasificada de suaves y apacibles piezas orquestadas, todo aquello previamente seleccionado según los valores que desees ver en juego, donde no habrá ni podrá haber la más mínima actuación donde se manifieste la odiosidad, la violencia o los actos bélicos o de espionaje, las catástrofes, los accidentes o calamidades como plagas, pestes presidios, campos de concentración, invasiones impetuosas de humanos o extraterrestres, hechos de sangre, etc., con que a toda hora nos bombardea la televisión no solo de Chile, sino de todas partes del planeta..
Podrás también apreciar también, si así lo deseas, el arte en todas sus dimensiones y manifestaciones: poesía, literatura en prosa, música, pintura, escultura, arquitectura, artesanía, folclore, etc. Y, además, si te agrada, el juego, la prueba atlética o el deporte sin arrebatos ni estridencias que sea de tu preferencia.
             Cumplido tu tiempo de disfrute con el desneurotizador, disponte a dormir y, cumpliéndose la predicción de Amadeus, podrás recrearte a tus anchas con los más bellos, tiernos y felices sueños de tu vida y, por cierto, amanecerás henchido de felicidad, de optimismo y de AMOR por tus semejantes…
             Por último, y para mantenerte siempre alegre y optimista, te doy el dato de que, cuando ya pienses que has salido definitivamente de tu trance neurotizante, puedes recurrir también, en tus ratos libres y en especial antes de dormirte, al invento Nº 2, esto es, al llamado “El alegrador onírico”, que te mantendrá durante largo tiempo más feliz y contento que una Pascua Florida…

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