domingo, 26 de agosto de 2012

El chileno de las mil aventuras dentro y fuera de Chile. Por Félix Pettorino con Rafael Luttges.

Vicente Pérez Rosales [Santiago, 05.04.1807 – Santiago, 06.09.1886]. Pocos patricios chilenos han tenido una vida tan llena de azarosos incidentes y aventuras como nuestro biografiado. Ya, al poco tiempo de nacer tuvo que sufrir la deportación o prisión de algunos de sus ascendientes inmediatos, todos los cuales formaban parte del frente de los patriotas. Fue después del desastre de Rancagua, 1º y 2 de octubre de 1814, cuando solo contaba 7 años. Su abuelo Juan Enrique Rosales y su tía Rosario fueron deportados por Osorio a Juan Fernández, donde hubieron de refugiarse en una caverna. Su madre no corrió mejor suerte, ya que fue encarcelada por el temido capitán San Bruno. Pero el exilio y la cárcel no duraron demasiado. Durante este período llamado de “Reconquista”, los patriotas lograron vencer a los realistas en Chacabuco (12.02.1817), lo que permitió reunir de nuevo a la familia, a raíz de lo cual los Rosales, celebrando la victoria, congregaron en su casa a patriotas tan conspicuos como O’Higgins y San Martín y a otros tantos visitantes del bando independentista. Mas, luego sobrevino, aunque solo circunstancialmente, la derrota de Cancha Rayada, por lo que al clan no le quedó otro recurso que asilarse en la vecina ciudad argentina de Mendoza. Ahí fue donde nuestro muchachito de solo 14 años hubo de presenciar, el 04.04.1821, el fusilamiento de los hermanos Carrera. Afianzada ya la independencia, Vicente fue encargado por sus mayores a lord Spencer, comandante de la fragata inglesa Ower-Glendower, a fin de que el jovencito pudiera seguir la carrera de la marina; pero a raíz de la rebeldía del adolescente por el maltrato recibido durante la navegación, el capitán Spencer lo abandonó a su suerte en el puerto de Río de Janeiro. En 1823, gracias a la intercesión de Mary Graham, Vicente pudo regresar a Chile; pero dos años más tarde, el joven de 18 años, siempre inquieto y sediento de aventuras, decidió levar anclas rumbo a Europa. Ya en París ingresó al colegio que matenía un presbítero español y tuvo la oportunidad de ganarse la confianza y la cordial amistad del dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín. Pero su permanencia en Francia no duró mucho tiempo, ya que en 1830 se embarcó en una nave que tuvo la desgracia de naufragar en las cercanías de las islas Malvinas, donde permaneció por breve tiempo, después del cual resolvió regresar a Chile para ejercer sus múltiples actividades: actor de teatro, dibujante y pintor, yerbatero, comerciante, ganadero, minero y, como si fuera poco, destilador de aguardiente. En 1848, como a muchos otros chilenos, lo embrujó la fiebre del oro de California, hasta donde se dirigió en compañía de parientes y amigos. Pero, dado el fracaso de aquel proyecto, decidió abrir un negocio en San Francisco. Nuevamente lo persiguió la mala suerte, esta vez una epidemia, por lo cual se vio forzado a actuar de yerbatero, de enfermero y hasta de sepulturero. Sin intimidarse ante tanto contratiempo, en 1849 abrió de nuevo una tienda en San Francisco, la cual, a poco andar, resultó consumida por las llamas, por lo cual al poco feliz aventurero no le quedó más recurso que retornar a su patria, a ver si le cambiaba la suerte. Y así fue, ya que a poco de llegar fue encargado como agente de colonización por el ministro Varas a fin de radicar a los alemanes en la zona de Valdivia, de modo que, gracias a una tan eficiente como ímproba labor, logró inaugurar la colonia de Puerto Montt el 18 de febrero de 1853. Y ya en setiembre de ese mismo año viajó a Hamburgo en su calidad oficial de cónsul de Chile y agente de colonización. Y con el propósito de generar interés por venir a instalarse a Chile, se dedicó a recorrer gran parte de Alemania, lo cual fue también  aprovechado por él para trabar amistad con los más conocidos científicos alemanes de la época. Entre tanto, publicó algunas obras, como el Ensayo sobre Chile y el Manual del ganadero chileno; pero sin lugar a dudas el más leído hasta hoy ha sido “Recuerdos del pasado”, en el que relata con mucha amenidad sus numerosos percances y aventuras. En diciembre de 1859 regresó a su patria y no bien pisó tierra cuando el gobierno lo nombró intendente de Concepción. En 1861 y 1881 fue elegido primero diputado y más tarde senador por Llanquihue.

A VICENTE PEREZ ROSALES

Una vida de aventuras
y azarosos incidentes,
 en países diferentes
parte de su vida dura.

Dibujante y yerbatero
cuando es el teatro, actor,
minero también pintor
más rebelde y pendenciero.

A esta tierra retornado
su encargo: colonizar
hacer nuestro sur poblado

por Valdivia al comenzar,
con tanto alemán forjado
allá en su tierra natal. 

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