viernes, 24 de agosto de 2012

Diego Barros Arana, gran maestro historiador de nuestro Chile antiguo.


                                    Por Félix Pettorino y Rafael Luttges, el Viejo Trovador porteño.

1830: Diego Barros Arana [Santiago, 16.08.1830 – 04.11.1906]. Hijo de un hogar acomodado, su madre falleció cuando apenas contaba con 4 años de edad, de modo que fue criado por una tía paterna muy católica, religión que él trató de respetar a lo largo de su vida, a pesar de haberse convertido muy temprano en un agnóstico. Ingresó como alumno externo al Instituto Nacional, donde tuvo la oportunidad de alternar con algunos compañeros que “harían historia”, como Francisco Bilbao y los hermanos Amunátegui. Muy tempranamente manifestó su interés por la Historia. El primer trabajo que publicó fue un ensayo que escribió para El Mercurio en 1848, relativo a la regencia del Duque de Orleans. Poco más tarde, en 1850, se volcó hacia América publicando en el periódico La Tribuna un artículo sobre Tupac Amaru. Surge a continuación su vocación por la historia de Chile, publicando en 1850 Estudios históricos sobre Vicente Benavides y las campañas del sur: 1818-1822; y en 1852 un ensayo sobre “El general Freirey luego, entre 1854 y 1858 los cuatro volúmenes de la Historia General de la Independencia de Chile de cerca de 2000 páginas, que fue muy estimulada por su maestro, Andrés Bello, quien le ayudó a disipar los escrúpulos del joven principiante en las lides intelectuales de rango editorial: “Escriba, joven, sin miedo, que en Chile nadie lee”. El éxito de esta última publicación le permitió ser nombrado miembro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
             A medida que iba aumentando su actividad intelectual, vinculada al medio social, fue aumentando la necesidad de Barros Arana de intervenir en la política activa. Desde un comienzo se inclinó hacia las ideas liberales propias de la juventud de su época y enfrentó con energía a los gobiernos conservadores, empezando por el de Manuel Montt y sobre todo a la Iglesia, pues pensaba que al restringir la libertad de pensamiento, impedía el progreso y; lo peor: que su influencia en la sociedad era realmente nefasta para el porvenir de la humanidad. Desde la trinchera de El Ferrocarril atacó el temario de los exámenes del Seminario Conciliar y desató réplicas airadas, por parte de La Revista Católica. A poco andar, surgió en el gobierno la sospecha de que Barros Arana participaba en alguno de aquellos planes subversivos que acostumbraban llevar a cabo los jóvenes liberales al estilo de Francisco Bilbao y, temiendo que escondiese armas en su hogar, decidieron allanarle la casa y encarcelarlo, por lo que, una vez en libertad provisional, resolvió partir al exilio hacia Argentina donde tenía muy buenos amigos como Bartolomé Mitre y Manuel Ricardo Trelles, que lo ayudaron obteniéndole trabajo en los archivos y bibliotecas del país hermano. Aprovechó también para viajar por Europa. En 1863, durante el gobierno de José Joaquín Pérez, regresó a Chile, donde fue designado rector del Instituto Nacional, y luego decano de  la  Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
            Más tarde, durante el gobierno del presidente Federico Errázuriz Zañartu (1871-1876), Abdón Cifuentes, su ministro de  instrucción pública, tuvo la iniciativa de hacer aprobar la libertad de educación y principalmente la de los exámenes para todos los colegios, inclusive los particulares, que en su casi totalidad estaban en manos de religiosos católicos, los que, entre otras cosas, ganarían el derecho de hacer el examen de ingreso a las universidades en su propio colegio y no ante los profesores del Instituto Nacional, como era hasta entonces, lo que encontró dura resistencia de parte de Barros Arana, entre otros.
Una vez promulgada la ley, se produjo un grave enfrentamiento entre el ministro y el rector del Instituto Nacional, lo que degeneró en graves desórdenes. El presidente Errázuriz censuró esta situación y decidió dar término al cargo de delegado de instrucción media, dejando automáticamente a Barros Arana sin puesto en el Instituto. Por suerte, había sido elegido diputado en 1867 y su representación duraba hasta 1873.
La ira de los  partidarios de Barros Arana se dirigió contra el ministro de instrucción y al efecto se organizó un asalto contra su casa, el cual fue repelido felizmente por las  fuerzas de la policía en el último minuto. Indignados por este asalto, y por la participación de liberales en ella, el partido conservador hizo que Cifuentes, el único conservador del gabinete renunciara, con lo cual se acabó la alianza de gobierno entre liberales y conservadores.
            Más adelante, el 27 de abril de 1876, a fines del gobierno de Errázuriz, fue designado ministro plenipotenciario ante la república de la Plata y el Imperio del Brasil, donde, junto con otro numeroso grupo de políticos e intelectuales chilenos, como Benjamín Vicuña Mackenna, Domingo Arteaga Alemparte, Aníbal Pinto, Domingo Santa María, Isidoro Errázuriz y los Matta y los Gallo, y con la sola excepción de Adolfo Ibáñez, votaron por ceder la Patagonia a Argentina, pensando acaso que era más estratégico para Chile robustecer su poder en la región de las salitreras que en un territorio, que, aunque extenso, era poco productivo y se divisaba con escasas posibilidades de ser profusamente poblado y explotado.
            Barros Arana brilló, sin embargo, si no como el mejor, como uno de los más grandes historiadores que ha tenido Chile, sobre todo después de haber dado acabado remate a los 16 volúmenes de su “Historia General de Chile”, publicada entre 1884 y 1902, que alcanzó a abarcar desde la época precolombina hasta el año 1833. Entre los libros no citados hasta ahora que escribió y logró publicar, podemos mencionar los siguientes: Las campañas de Chiloé: (1820-1826) (1856); Vida y viajes de Hernando de Magallanes (1864); Compendio elemental de historia de América (1865); Elementos de geografía física (1871); Manual de composición literaria (1871); Riquezas de los antiguos jesuitas de Chile (1872); Proceso de Pedro de Valdivia y otros documentos inéditos concernientes a este conquistador (1873); Mi destitución: apuntes para la historia del Instituto Nacional (1873); Rasgos biográficos de Don Melchor de Santiago (1883); Elementos de literatura: retórica y poética (1886); Compendio de historia moderna (1888); Exploraciones geográficas hidrográficas de José Moraleda y Montero precedidas de una introducción (1888); Necrología de D. Juan G. Courcelle Seneuil (1892); Plan de estudios y programas de instrucción secundaria aprobados por el Consejo de Instrucción Pública para los liceos del Estado (1893); La cuestión de límites entre Chile y la República Argentina: los tratados vigentes, las actas de los peritos, actas sobre el arbitraje, mapa de las dos líneas limítrofes (1895); El doctor don Rodolfo Amando Philippi: su vida y sus obras (1904); Un decenio de la historia de Chile: (1841-1851). Tomo I (1905) y Tomo II (1906); Estudios histórico-bibliográficos (5 volúmenes entre  1909-1911); Don José Francisco Vergara: bosquejos biográficos a través de su labor parlamentaria su muerte y apoteosis (publicada en 1919)
            Después de su muerte, el Presidente Pedro Montt decretó que en su homenaje el Internado Nacional cambiara su nombre por el de Internado Nacional Barros Arana (INBA).

A DIEGO BARROS ARANA

Hoy un hermoso internado
perpetúa su memoria,
de aquel hombre que hizo historia,
¡Admiramos su legado!

Fue de corte liberal
y escribió de esto y de aquello,
discípulo de Andrés Bello,
jamás quiso claudicar.

Se autoexilia en Argentina
y en el Viejo Continente,
torna en paz a su rutina:

varios cargos diferentes,
¡Es  historiador que opina
interpretando a la gente!

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