miércoles, 22 de agosto de 2012

Andrés Bello, el venezolano que recibió la nacionalidad chilena por gracia.

1781: Andrés Bello López [Caracas (Venezuela) 29.11.1781 – Santiago (Chile) 15.10.1865]. Su primera educación, como es natural, fue en una escuela pública de Caracas. Entre los maestros de su adolescencia figuran Fray Cristóbal de Quesada, con quien aprendió latín y la cultura clásica; y Rafael Escalona, con el que asimiló la preparación escolástica de Santo Tomás de Aquino. Ya joven, comenzó a frecuentar las tertulias de los intelectuales que tenían como animador a un joven llamado Simón Bolívar. Allí fue donde nacieron sus primeras inquietudes por la emancipación de su patria. En efecto: el 19 de abril de 1810, ante el destronamiemto del rey Fernando VII por las fuerzas napoleónicas, se realizó en Caracas la primera junta de gobierno que años más tarde dio origen a su total autonomía como nación. A mediados de ese año, la Junta resolvió enviar una misión a Londres para solicitar un apoyo a la causa de su independencia. La delegación -como se sabe- fue encabezada por Simón Bolívar, quien llevaba a Andrés Bello como secretario. Pero la misión no tuvo el éxito esperado: Inglaterra no mostró disposición para apoyar a Venezuela y Andrés Bello se quedó en Inglaterra realizando diligencias diplomáticas que no resultaron exitosas. Los únicos resultados positivos fueron que Simón Bolívar y el intelectual independentista Francisco de Miranda se dispusieron a regresar a sus lares. Bello, en cambio, obtuvo un nuevo cargo diplomático como secretario de la legación de Colombia, amén de dedicarse en los archivos londinenses a investigar la historia de América, tarea de la cual surgieron sus dos primeras obras históricas, como El Repertorio Americano y La Biblioteca Americana. A mediados de 1829 acogió con mucho beneplácito el contrato que le ofreció el gobierno chileno para hacerse cargo de la secretaría de Relaciones Exteriores. Razón de ello era el alto concepto que él tenía de nuestro país en cuanto a su madurez cívica y a su estabilidad política. Su labor en Chile fue tan fructífera como incesante, ya que no acabó sino con su muerte, a los 84 años de edad. Participó activamente, desde luego, en la redacción de la Constitución de 1833, que resultó tan adecuada a los tiempos, que con ligeras modificaciones, llegó a regir hasta el siglo siguiente, cuando se  promulgó la de 1925. Hasta logró ser elegido senador por tres períodos consecutivos, desde 1837 hasta 1864. Al fundarse la Universidad de Chile en 1842, nadie osó disputarle el cargo de primer rector. En 1847 publicó su Gramática para el uso de los americanos, que hasta en estos días es consultada y comentada por los lingüistas. Realizó además una reforma práctica a la ortografía castellana (V. parte final de este artículo). En 1855 colaboró en la redacción de nuestro Código Civil en un texto tan bien concebido y redactado que, a pesar de las modificaciones indispensables que ha tenido por el paso del tiempo, hasta el día de hoy nos rige en su versión original casi completa.
            Su prestigio como docto justista en materias de Derecho Internacional le valió que fuera designado árbitro en conflictos internacionales, como el de Estados Unidos y Ecuador y el de Perú con Colombia. Ejerció también con singular maestría el ministerio de la poesía lírica en composiciones tales como La agricultura de la zona tórrida, La oración por todos (versión de un poema de Víctor Hugo) , y una oda dedicada a nuestra América.
Nota aparte merece la reforma de la ortografía castellana a raíz de una revolucionaria publicación de Bello en 1823, que había sido hecha en colaboración con Juan García del Río, titulada Indicaciones sobre la conveniencia de simplificar i uniformar la ortografía en América, y un artículo suyo posterior acerca de las Reformas ortográficas, que fue publicado en 1849. El lingüista chileno, Ambrosio Rabanales Ortiz, en un interesante opúsculo acerca del tema, a propósito de la propuesta del escritor colombiano Gabriel García Márquez de simplificar la ortografía enuncia sustancialmente las normas ortográficas preconizadas por Andrés Bello. Ellas  consistían básicamente en lo siguiente: 1. Representar el fonema /x/ siempre y solo por <j> : ajeno, jirasol; 2. Representar el fonema /i/ siempre y solo por <i> : soi, mar i tierra; 3. Representar el fonema /rr/ siempre y solo por <rr> : rramo, enrredo; 4. Representar el fonema /θ/ siempre y solo por <z> : azul, zebo; zinco; 5. Representar el fonema /k/ siempre y solo por <q> : qasa, qoqe, quna; 6. Suprimir la /h/ : ombre, ora, onor; 7. Suprimir la /u/ en “que, qui” : qemar, Iqiqe, y en “gue, gui”: igera, segir.
La reforma ortográfica de Bello se adoptó en Chile a partir de 1844 para su uso en la enseñanza y redacción de documentos oficiales; pero restringida solo en los números 1 y 2. Posteriormente fueron acogidas transitoriamente por Argentina, Ecuador, Colombia, Nicaragua y Venezuela. En Chile perduró hasta el 12 de octubre de 1927, cuando por decreto Nº 3.876 del presidente Carlos Ibáñez del Campo del 20 de julio, y, en homenaje a la Madre Patria y en aras a la uniformidad, se restableció el uso de la norma de la RAE para la enseñanza y documentos oficiales, con efecto obligatorio a partir del 12 de octubre de ese mismo año. Cabe recordar, sin embargo, que el poeta y Premio Nobel español Juan Ramón Jiménez solía usar una ortografía semejante a aquella vigente en Chile desde 1844 hasta 1927. Andrés Bello gozó del mismo modo que algunos extranjeros ilustres, como José Joaquín de Mora  y Claudio Gay, el privilegio de ser agraciado con la nacionalidad chilena mediante el  proyecto de ley, aprobado por el Congreso, que el 17 de octubre de 1832 decretó: “Que el expresado don Andrés Bello es  chileno legal, y debe gozar de todos los derechos que por este título le corresponden". Esto último es una reproducción fiel de lo informado por Google.

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