jueves, 14 de junio de 2012

¿Qué clase de seres somos? ¿Somos tan inmortales como los dioses?

Ego sum.

                                                                                       De Felix Pettorino.

¿Yo?
Cuando intento saber quién soy,
mi mente se quiebra en mil pedazos
traspasándome en los espejos del tiempo
y me esfuerzo por remontar los días
sobre el lomo indagador de mi ojo de anticuario,
pero seres y cosas
se me abalanzan en tropel
como si tuvieran unas ganas terribles de decirme
a qué extraña estirpe pertenezco.
Pero no vislumbro nada.

Me pongo entonces a escuchar en la caracola del tiempo
el pedaleo absurdo de percutores diminutos
escarbando el vacío
en las entrañas de todos los relojes,
demoliendo los cuerpos
sobre el inacabable lodo del ayer.

Salvas de alaridos,
por aquí y por allá,
viajan como ecos moribundos
y roces de carnes deshaciéndose
aligeran sin apuro
la vana envergadura de los seres.
Y hay también unas arenas frescas y menudas
que caen y caen
hacia ese abismo sin fondo
donde todo se acaba.

Y yo quisiera adivinar
tras las telarañas de todos los libros,
tras viejos cuadros polvorientos,
acordes seculares
y toques de internet,
cómo será todo cuando aquello termine.
Si la misma noche con o sin luna,
Si estas mismas estrellas en su rumbo aparentemente errático,
tiritando y parpadeando recelosas;
y si el mismo sol oculto, abajo,
quemando y alentando vidas.
Y si los mismos cuerpos veleidosos
en o sobre otros cuerpos acaso.

Y agua, aire, fuego y yo en mi madriguera
temblando y menguando día a día,
navegando en cualquier rumbo que pudiera llevar al infinito,
sólo orientado por el sordo golpeteo del acontecer
hacia la reducción inevitable
del Cero Absoluto.

Y me quedo pensando:
¿es que seré roca de montaña?
¿o acaso sólo polvareda,
       vil juguete de disipa el aire?



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