Valle del río Elqui, valle de Gabriela,
serpenteante, adentrado en la montaña,
bañado por el río rumoroso y juguetón.
Aire límpido, pleno de fragancias, de flores y de frutos,
¡qué bellas cascadas se derraman desde las altas rocas
y se van jubilosas río abajo!
¡Oh, Gabriela!,
¡cuán lleno de tu presencia está tu valle!
Tu nombre vibra en las copas de los árboles,
canta en los arroyos cristalinos
y tu alma de niña quedó prisionera en esa pequeña escuela
de Monte Grande,
escuelita que guarda tus juegos y tus sueños de niña.
Allá, en el patio aquel, danzabas las rondas.
Cuando todas íbamos a ser reinas,
acaso soñabas con ese mar lejano...
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