martes, 13 de marzo de 2012

El habla chilena: ¿es tan mala como suele decirse?



Entrevista de “El Mercurio” al profesor Félix  Pettorino.

Profesor, ¿cómo podríamos compararnos los chilenos con el resto de los hablantes de la lengua española?:
Respuesta: La comparaciones son siempre odiosas. Y no seamos acomplejados. Los chilenos hablamos a la mil maravillas, entre nosotros, ni más ni menos que los argentinos, bolivianos, peruanos, dominicanos, etc. entre sí y en sus respectivas tierras. Yo no cambiaría ni por juar, en mi hablar y escuchar corriente, mi al tiro, ni mi cahuín, copuchento, lacho, huevada, etc. respectivamente por ni en sueño, al instante, embrollo, enamoradizo, bobería, cosa o asunto, etc. y otras lindezas castizas que, si bien me permitirían entenderme acaso mejor con hispanohablantes de otros pueblos, me obligarían a hacer cada vez un desdoblamiento mental, a espaldas de mi propia identidad personal y de mi propio terruño. No olvidemos nunca que “hablar en chileno” es algo que vale la pena escuchar y no sólo por nosotros... Suele despertar la curiosidad, la simpatía y hasta el agrado de los turistas extranjeros, que se deleitan escuchándonos en nuestro hablar diario, ni más ni menos que nosotros cuando tenemos la suerte de visitar Argentina, Perú, Andalucía, etc....

-¿Es muy reducido nuestro vocabulario?
Respuesta: Es otro mito. Un inventario bien hecho de nuestro léxico diferencial abarcaría más de un centenar de miles de expresiones chilenísimas que andan circulando por doquier, desde Arica hasta la misma Antártica. Lo que pasa es que los chilenos nos queremos muy poco y muchas veces no sabemos apreciar lo que somos. Así, cuando hablamos de Chile o de los chilenos, acostumbramos a “apequenarnos” ante los extranjeros que nos visitan. Y declaramos muy sueltos de cuerpo que nuestro léxico es grosero, que está plagado de “garabatos” y que muy “requetecontra” pobre y limitado por nuestra incultura y, más “chiquichicho” que una pulga, lo que definitivamente, a nivel de inventario, no es de ningún modo cierto… Lo que sucede es que aquí, como en cualquiera otra parte del globo, la gente maneja un escuálido vocabulario que, como en todas partes, es el mínimo necesario que se emplea para la comunicación cotidiania; pero no cabe generalizar. Nuestro léxico coloquial es extremadamente rico. Para probarlo están los numerosos diccionarios de chilenismos que se han escrito, incluido los de Ortúzar, Cavada, Vicuña, Rodríguez, Román, Lenz, Yrarrázaval, Medina, Echeverría y Reyes, Oroz, el DUECh de la Academia Chilena, el DECh y el NDECh, etc.

¿Somos realmente ingeniosos los chilenos, esto es, graciosos, buenos para la talla y para el chiste oportuno?
Respuesta: Si hay algo que sobra en Chile es el ingenio. Es tal vez el único país del mundo que tiene grandes poetas que a la vez son excelentes  humoristas, verdaderos “reyes del ingenio”, como es el caso de un Nicanor Parra o de un Vicente Huidobro. ¿Expresiones chilenas ingeniosas y divertidas? ¡No faltaba más! Sí que las tenemos y por toneladas.
     La verdad es que somos gente de humor, buenos pa’ la talla, pa’ la tomá de pelo, pa’l chacoteo, pa’ agarrar pa’l fideo, pa’l leseo, pa’l  chuleteo, pa’l hueveo, o pal’ pichuleo’ al primer incauto que se nos cruza o se nos “tercea” por delante. Y aún más: si bien “prenunciamos” de modo harto “penca” la lengua de Cervantes, o sea, “como las reverendas huifas”, tenemos de sobra ingenio para inventar frases graciosas y somos "secos", "como hacha", “mandados a hacer”, “tirados con honda”, verdaderos “caperuzos”, “putamadres”, más que "rajados", "rayados", "sueltos de cuerpo" o “toros champion” pa' "echarle pa' aelante" en eso de contar "por el campeonato"chascarros" con hartas tallas  encachás como pa' "apretarse la guata" riendo y ... para muestra un botón:
El caso del bichito ese que se llama “araña”, por ejemplo, ha dado lugar a especulaciones como esta, que extraigo de un léxico multifacético, especialmente diseñado para nuestro público lector (obviamente sacado del DECh):
Como se sabe, la araña es un bichito “patudo”, pues tiene ocho extremidades en vez de las seis que poseen los insectos, por lo que, igual que el alacrán, ha dado a la frasecita “más patas que las arañas” con que se alude al fresco desparpajo que suelen desplegar algunos. Pero está también el “picado de la araña” o “de la tarántula”, que siendo, por inveterada costumbre, un privilegio de determinados “varones picaflores” ha pasado a ser también un atributo de ciertas damas (no muy bienvenidas a veces por los exclusivistas tenorios). Pero también la araña, por su “grande y multipédica” conformación, es un ancla o un anzuelo de varias puntas largas, un antiguo carruaje abierto por delante, muy ligero y provisto de dos ruedas delgadas y grandes, que es tirado por un solo caballo, un auto chato de neumáticos altos y gruesos y muy trepador, y cuando alude a la pollito o peluda, también osa designar, en habla baja, al sexo femenino. Por otro lado, un “arañeo” o “arañazo” se convierte en un feo “arañón” en la piel cuando son muy visiblemente larguirrojizos sus efectos. También son dañinos los estragos que hacen en nuestras casas “las arañas de los rincones” y en los campos, las “de poto colorado” o “del trigo”, muy combatidas por la “araña tigre”. Y la araña es también el desafiante “canastillo” con que suelen saludar los automovilistas un tanto agobiados por el estrés y la neura cuando ponen de manifiesto con la mano entreabierta (que denota a uno de los testículos) su incomodidad ante la distracción de algún peatón o la mala maniobra de algún otro “loco del volante”. O, por último, el ejercicio gimnástico consistente en alzar el tronco con la espalda vuelta hacia abajo, mientras se mantienen las plantas de los pies y las palmas de la manos apoyadas sobre el suelo, estas últimas vueltas hacia adentro y por detrás de los hombros. No faltan quienes por tan ridícula postura, lo llaman también “araña loca”…

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