martes, 13 de marzo de 2012

El habla chilena: ¿es tan mala como suele decirse?



Entrevista de “El Mercurio” al profesor Félix  Pettorino.

Profesor, ¿cómo podríamos compararnos los chilenos con el resto de los hablantes de la lengua española?:
Respuesta: La comparaciones son siempre odiosas. Y no seamos acomplejados. Los chilenos hablamos a la mil maravillas, entre nosotros, ni más ni menos que los argentinos, bolivianos, peruanos, dominicanos, etc. entre sí y en sus respectivas tierras. Yo no cambiaría ni por juar, en mi hablar y escuchar corriente, mi al tiro, ni mi cahuín, copuchento, lacho, huevada, etc. respectivamente por ni en sueño, al instante, embrollo, enamoradizo, bobería, cosa o asunto, etc. y otras lindezas castizas que, si bien me permitirían entenderme acaso mejor con hispanohablantes de otros pueblos, me obligarían a hacer cada vez un desdoblamiento mental, a espaldas de mi propia identidad personal y de mi propio terruño. No olvidemos nunca que “hablar en chileno” es algo que vale la pena escuchar y no sólo por nosotros... Suele despertar la curiosidad, la simpatía y hasta el agrado de los turistas extranjeros, que se deleitan escuchándonos en nuestro hablar diario, ni más ni menos que nosotros cuando tenemos la suerte de visitar Argentina, Perú, Andalucía, etc....

-¿Es muy reducido nuestro vocabulario?
Respuesta: Es otro mito. Un inventario bien hecho de nuestro léxico diferencial abarcaría más de un centenar de miles de expresiones chilenísimas que andan circulando por doquier, desde Arica hasta la misma Antártica. Lo que pasa es que los chilenos nos queremos muy poco y muchas veces no sabemos apreciar lo que somos. Así, cuando hablamos de Chile o de los chilenos, acostumbramos a “apequenarnos” ante los extranjeros que nos visitan. Y declaramos muy sueltos de cuerpo que nuestro léxico es grosero, que está plagado de “garabatos” y que muy “requetecontra” pobre y limitado por nuestra incultura y, más “chiquichicho” que una pulga, lo que definitivamente, a nivel de inventario, no es de ningún modo cierto… Lo que sucede es que aquí, como en cualquiera otra parte del globo, la gente maneja un escuálido vocabulario que, como en todas partes, es el mínimo necesario que se emplea para la comunicación cotidiania; pero no cabe generalizar. Nuestro léxico coloquial es extremadamente rico. Para probarlo están los numerosos diccionarios de chilenismos que se han escrito, incluido los de Ortúzar, Cavada, Vicuña, Rodríguez, Román, Lenz, Yrarrázaval, Medina, Echeverría y Reyes, Oroz, el DUECh de la Academia Chilena, el DECh y el NDECh, etc.

¿Somos realmente ingeniosos los chilenos, esto es, graciosos, buenos para la talla y para el chiste oportuno?
Respuesta: Si hay algo que sobra en Chile es el ingenio. Es tal vez el único país del mundo que tiene grandes poetas que a la vez son excelentes  humoristas, verdaderos “reyes del ingenio”, como es el caso de un Nicanor Parra o de un Vicente Huidobro. ¿Expresiones chilenas ingeniosas y divertidas? ¡No faltaba más! Sí que las tenemos y por toneladas.
     La verdad es que somos gente de humor, buenos pa’ la talla, pa’ la tomá de pelo, pa’l chacoteo, pa’ agarrar pa’l fideo, pa’l leseo, pa’l  chuleteo, pa’l hueveo, o pal’ pichuleo’ al primer incauto que se nos cruza o se nos “tercea” por delante. Y aún más: si bien “prenunciamos” de modo harto “penca” la lengua de Cervantes, o sea, “como las reverendas huifas”, tenemos de sobra ingenio para inventar frases graciosas y somos "secos", "como hacha", “mandados a hacer”, “tirados con honda”, verdaderos “caperuzos”, “putamadres”, más que "rajados", "rayados", "sueltos de cuerpo" o “toros champion” pa' "echarle pa' aelante" en eso de contar "por el campeonato"chascarros" con hartas tallas  encachás como pa' "apretarse la guata" riendo y ... para muestra un botón:
El caso del bichito ese que se llama “araña”, por ejemplo, ha dado lugar a especulaciones como esta, que extraigo de un léxico multifacético, especialmente diseñado para nuestro público lector (obviamente sacado del DECh):
Como se sabe, la araña es un bichito “patudo”, pues tiene ocho extremidades en vez de las seis que poseen los insectos, por lo que, igual que el alacrán, ha dado a la frasecita “más patas que las arañas” con que se alude al fresco desparpajo que suelen desplegar algunos. Pero está también el “picado de la araña” o “de la tarántula”, que siendo, por inveterada costumbre, un privilegio de determinados “varones picaflores” ha pasado a ser también un atributo de ciertas damas (no muy bienvenidas a veces por los exclusivistas tenorios). Pero también la araña, por su “grande y multipédica” conformación, es un ancla o un anzuelo de varias puntas largas, un antiguo carruaje abierto por delante, muy ligero y provisto de dos ruedas delgadas y grandes, que es tirado por un solo caballo, un auto chato de neumáticos altos y gruesos y muy trepador, y cuando alude a la pollito o peluda, también osa designar, en habla baja, al sexo femenino. Por otro lado, un “arañeo” o “arañazo” se convierte en un feo “arañón” en la piel cuando son muy visiblemente larguirrojizos sus efectos. También son dañinos los estragos que hacen en nuestras casas “las arañas de los rincones” y en los campos, las “de poto colorado” o “del trigo”, muy combatidas por la “araña tigre”. Y la araña es también el desafiante “canastillo” con que suelen saludar los automovilistas un tanto agobiados por el estrés y la neura cuando ponen de manifiesto con la mano entreabierta (que denota a uno de los testículos) su incomodidad ante la distracción de algún peatón o la mala maniobra de algún otro “loco del volante”. O, por último, el ejercicio gimnástico consistente en alzar el tronco con la espalda vuelta hacia abajo, mientras se mantienen las plantas de los pies y las palmas de la manos apoyadas sobre el suelo, estas últimas vueltas hacia adentro y por detrás de los hombros. No faltan quienes por tan ridícula postura, lo llaman también “araña loca”…

viernes, 9 de marzo de 2012

¡Increíble! ¡Félix M. Pettorino es protagonista de una novela no escrita por él!



Autor de la novela: prof. J. Eduardo Barredo, ex alumno de la Universidad Católica de Valparaíso, Chile, obra escrita y editada durante su exilio en Cuba, el año 1987, Editorial Gente Nueva, Año XXIX de la Revolución, Ciudad de La Habana, 92 pp.

[Retazos iniciales de  “Los muros del silencio”, en los que no aparezco muy bien parado que digamos…].

            Esta universidad está extrañamente vacía, muy pocos son los estudiantes que deambulan por los desiertos corredores. Esto se debe a la época, ya que casi todos emprendieron el regreso a los hogares en distantes provincias, sólo quedan algunos rezagados que ultiman detalles de exámenes pendientes, o aburridos que matan el tiempo en busca de alguien con quien charlar, Con  lo fatal que estoy últimamente, es seguro que no encontraré a nadie, no sería raro que el director se haya ido de vacaciones; si es así, tendré que esperar hasta marzo para encontrar un guía para la tesis, lo que significará perder los dos meses de vacaciones. Claro, esperé hasta el último momento. Esto me pasa por aprobar Latín sin saber nada.
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            Esta universidad es dialéctica, viva como un organismo: se transforma continuamente. A cada rato hacen pisos nuevos por el peregrino procedimiento de dividir los viejos en dos, lo que determina la aparición de nuevas puertas y la clausura de viejas escaleras. Es una universidad kafkiana. Una vez encontré a una viejita que con voz angustiada me dijo: “-Joven, tenga la bondad de decirme cómo salir de aquí, hace media hora que doy vueltas y siempre llego al mismo lugar”. Con un poco de risa y otro de lástima, la asaqué del laberinto del Minotauro. Al despedirse me dio las gracias como si le hubiera salvado la vida.
            ¡Ah, por fin! ¡La oficina del director! Doy los consabidos toques en la puerta y en lugar del vozarrón de Iván Droguett que debería vociferar un carrasposo: ¡Adelante!, me abre cortésmente el mismísimo Félix Morales Pettorino.
            Félix Morales es un personaje pintoresco en el ambiente universitario, una especie de sabio imperturbable. Una vez desaprobó a un curso completo sin un suspiro. Ha escrito un montón de libros de Lingüística, capaces de dormir al mismo Prometeo y de ahuyentar al buitre que le almuerza las entrañas. Tiene fervientes admiradores y feroces enemigos, por supuesto que yo acampo con estos últimos. Sobre todo desde aquella vez que me desaprobó porque en un examen escribí la palabra “banal” con “v”. Sin siquiera pestañear me dijo: “-Un profesor de español no puede escribir errores de ortografía como ese. ¡Retírese! Yo argumenté porque esa palabreja se escribía así porque derivaba de “vano”. No se dignó contestarme, simplemente abrió la puerta y me mostró el pasillo…
Y ahora estaba allí. Mi primera intención fue perderlo de vista cuanto antes, pero me desconcertó con un escueto y espartano:
- ¡Diga!
-Bueno, yo…, no alcancé a decir más, porque me ordenó:
-¡Pase! –adornó la invitación con un leve gruñido, por lo visto estaba de buen humor -¡Siéntese!
Él lo hizo al otro lado del atestado escritorio del director. Debió ver en mi cara alguna interrogante, porque consideró necesario aclarar.
El director se fue de vacaciones, yo lo reemplazo por este período –luego de esta explicación para dejar sentado que no es un vulgar usurpador, continuó: -¡Qué quiere?
-Quería hablar con el profesor Droguett para que me indicara un profesor guía. Necesito hacer la tesis.
-¿En qué?
No sé por qué me hace esa pregunta, sabe perfectamente que entre la Lingüística y yo hay una guerra a muerte. Todas las asignaturas afines las aprobé con el mínimo.
-¡Literatura! –digo con alegría, sé que a él no le gustan las investigaciones literarias.
-Todos los profesores de Literatura están ocupados por lo menos durante un año y medio, -si no lo conociera bien, pensaría que me lo dice con cierta alegría.
-¿No hay otra posibilidad? Necesito empezar el trabajo de recopilación lo antes posible…
-No, en Literatura, no. Aquí tengo los informes de los guías. Ya todos están comprometidos.
El golpe es fuerte, trabajar sin título significa que en cualquier momento puede aparecer uno que lo tenga, y ya me puedo despedir de la plaza para siempre. Claro, eso al profesor Morales Pettorino le importa un rábano. Es mi problema. Como no hay más que decir me levanto, pero él no ha terminado la conversación.
-Siéntese, Eduardo, por favor- casi me da un síncope. Estoy seguro que yo le desagrado tanto como él a mí. Tengo la tentación de decirle que se deje de confianzas, pero me aguanto, es una persona mayor y mi profesor, todavía. Desgraciadamente.
Como me quedo con la boca abierta más tiempo de la norma para estos casos, considera necesario hacer una pausa que aumenta el minuto de la tensión.
-Yo podría guiarle la tesis- me propone. Si me hubiera dicho un viaje a Marte me habría sorprendido menos-. Sí, no me mire así. Tengo un proyecto que nadie ha querido aceptar –casi le digo que no me parece extraño, porque son pocos los osados que se embarcan en una tesis con él, pero no me deja abrir la boca-. Es un trabajo que usted podría hacer…
-Le agradezco la confianza –digo levantándome-, pero espero resolverlo de otro modo.
-¡No hay otro modo!, siéntese-. Obedezco por costumbre. –Usted tiene la necesidad de terminar su tesis en poco tiempo. Yo le garantizo un año de trabajo y tendrá su título en la mano.
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-Sí, me interesa terminar pronto –ya me tiene un poco cansado con su insistencia, él tiene un puesto seguro y yo tengo que defenderlo con garras y dientes.
-Pues bien, usemos las matemáticas- dice conciliador-. Dentro de un año y medio usted, tal vez, encuentre un profesor de Literatura; más un año de trabajo, dan dos años y medio, y muy probablemente, tres-. Espera con paciencia a que asimile tan complejo cálculo y luego continúa: “-Yo le garantizo un solo año de trabajo- agrega recalcando el número-. ¡Sólo un año! Y es algo que yo sé que usted podría hacer…
Me deja pensativo, la proposición es tentadora. Ya sé que para él no hay vacaciones ni domingos ni horarios fijos y que investigar bajo su dirección es una garantía de éxito. ¿Por qué ese interés en trabajar conmigo? Él sabe que soy un pésimo estudiante de Lingüística. Y esas palabras: “y es algo que yo sé que usted podría hacer…” El refrán dice que la curiosidad es la que mató al gato…, y no puedo dejar de preguntar ingenuamente:
-¿En qué consistiría?- recalco el uso del potencial para que no se crea que yo ya estaba comprometido…
Con su habitual economía de palabras me pide que espere unos minutos. Sospecho que ha ido a su oficina que está a dos puertas más allá, lugar conocido por los estudiantes como “el cubil”, esto es, ‘el sitio donde las fieras se recogen para dormir’. Regresa a los pocos minutos con un mapa agrietado y opaco que siempre había visto en una esquina y al cual jamás le había dado importancia.
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-Acérquese, por favor. El “por favor” está dicho con ese tono de las personas próximas a perder los estribos. -¡Mire!
Miro. Es un mapa bastante viejo, en una esquina está la fecha 1922 y representa de manera muy localizada un sector de la cordillera andina. No es de esos mapas de fábrica. Parece hecho por alguien que conoce el oficio y es extraordinariamente meticuloso en los detalles. Algunos de los pueblos que allí aparecen me son vagamente conocidos, en ningún caso son importantes. Lo curioso es que yo estuve en uno de ellos, aparece claramente en el mapa, es Coipe y está circunscrito con lápiz azul. En una oportunidad acompañé allí a mi padre en una cacería y pasamos tres días en casa de un campesino de apellido Manso.
-Conozco la región- digo con aires de entendido. -Son pueblos únicos.
Lo cojo fuera de base, porque puedo sacarlo de su impasibilidad, Me pregunta interesado:
-¿Por qué únicos? (…) Realmente el hombre está haciendo esfuerzos de voluntad y eso me intriga; no es su patrón de conducta. ¿Qué rayos espera de mí?
Observe la zona marcada con azul –me dice tratando de olvidar mis exabruptos.
-Ya vi. Ahí está Coipe. He estado allí.
-¡Interesante! Ahora me mira francamente interesado. -¿Oyó hablar de “El pueblo de los Bobos”?
-No, con los locales había suficiente –luego de decir esto me arrepiento. Por unos segundos parece que la conversación va a terminar allí. Pero se repone y decide continuar.
-¡Escuche y no me interrumpa! –dice terminante. –Le voy a explicar qué cosa quiero de ustedes. Luego haga las preguntas que se le ocurran.
Ese “ustedes” está raro, rarísimo; pero disciplinadamente me callo, en espera de las aclaraciones en la sección preguntas.
-Hace varios años- –continúa- que llegó a mis manos este mapa. Fue hecho por un geólogo, padre de un amigo de la infancia, Primera sorpresa: yo habría jurado que el profe Félix Morales Pettorino nació viejo, es inimaginable vestido con una marinera y chupando un bastoncito de azúcar. –En una exploración de trabajo cerca de Coipe se encontró un pueblo singular. (…) Hace muchos años, en la época de las guerras por la independencia, un grupo de españoles decidió huir para embarcar rumbo a su patria.. Parte del norte y de oeste estaban en manos del Ejército Libertador, por lo que se encaminaron en dirección sur bordeando la Cordillera. Ante el temor de encontrarse con las guerrillas se desviaron al este, pero se extraviaron en los desfiladeros andinos. Allí los sorprendieron las enfermedades y el invierno, por lo que se tuvieron que quedar en un valle. Pasó el tiempo y no pudieron salir, se sentían seguros en un lugar apartado y fundaron un pueblo…
-¿Es el señalado con la X?, pregunto, ya definitivamente interesado y pegando la nariz en el mapa. (La miopía es mi desgracia).
-Sí. ahí está. Los campesinos y arrieros de la zona lo conocen como “El Pueblo de los Bobos”.
No me atrevo a indagar el motivo de un nombre tan extraño por temor a que me pregunte si nací allí; pero por iniciativa propia cree que es necesario una aclaración y continúa:
… -Vivieron aislados mucho tiempo y se empezaron a casar entre ellos. Como es natural, se degeneraron, por lo que gran parte de sus descendientes son ciegos, mudos o débiles mentales. No tenían posibilidad de mezclarse con el resto de los pobladores de la zona y tampoco lo intentaron. No se tiene noticia de cuándo fueron descubiertos. Los campesinos más viejos dicen que han estado allí desde siempre. Utilizan un limitado sistema de trueque con los aldeanos de Coipe.
-¿Y el gobierno no ha intentado ayudarlos…, hacer algo?- otra vez me mira como si estuviera hablando imbecilidades, por lo que prefiero callar.
-¿Se da cuenta, mi amigo, de lo que ese pueblo significa? En sus ojos brilla una pasión desconocida… Y la verdad es que no me doy cuenta, por lo que digo evasivamente con cara de entendido:
- Interesante, muy interesante… (Y para mis adentros: ¡No sé que rayos tiene que ver esto con una tesis de Lingüística!).
-Imagínese. Aquella comunidad cerrada, sin contaminación cultural de ningún tipo. Debe mantener un lenguaje y unas costumbres casi idénticas a las de la Colonia. Allí –señaló el mapa- hay un trozo del siglo XVIII casi virgen. Es como si una máquina del tiempo nos entregara la posibilidad de investigar el lenguaje de la época.
-¡Caigo! Me propone nada menos que meterme en la Cordillera, hacer hablar a los bobos y a los cuerdos, para luego realizar un estudio. Me han dicho que con los espejuelos tengo cara de loco, pero nunca pensé que tanto. Estoy tentado de decirle que parece una buena aventura para el pato Donald y sus sobrinitos, pero veo en sus ojos tal entusiasmo que no me atrevo a destruirle la ilusión. Aunque …, pensándolo bien… ¡No!, no, no quiero saber nada con avalanchas, pumas ni precipicios.
-¿Qué me dice? Me mira directo a los ojos, como tratando de descubrirme las intenciones. Veo en él una ansiedad desconocida, seguramente es un proyecto largamente acariciado.
-Usted me dijo que nadie quiso aceptar esta tesis. ¿Por qué?-  Sé que es mala educación responder con preguntas. -¿Y por qué me hace esta proposición a mí?
-No la han aceptado porque en nuestra cordillera andina hay riesgos que usted debe conocer. Ellos no tenían motivación y usted la tiene- Como nada digo, pero pongo cara de interrogación, continúa: -Necesita hacer la tesis de título lo antes posible y no tiene quién lo guíe en esa ardua labor (una forma elegante de chantaje). –Además lo creo capaz de la empresa…
Me toca el amor propio (touché!), como exclaman los esgrimistas cuando han sido tocados con el botón del florete del adversario. Cada vez que me dicen algo así, trato de no quedar mal. (Debo tener algún complejo de inferioridad y el profe me tiene calado).
-Señor Morales, podría hacerlo-, le digo con osadía; pero meterme solo en la Cordillera son palabras mayores. He estado ahí y sé lo que significa-. Trato de dar un tono de seguridad a la voz, pero no lo logro del todo.
Se vuelve a sentar y yo hago lo mismo. Ambos estamos indecisos. Cuando creo que lo tengo convencido, me sale con un argumento lapidario:
-Usted anda siempre con un grupo de estudiantes de cursos inferiores: son alborotadores e irrespetuosos, pero parecen decididos. Propóngales hacer una investigación en equipo. Al terminar el quinto año, tendrán ya la tesis hecha…- Y cuando me pongo a argüir sobre los requisitos para que el estudiante inicie una tesis, agrega muy suelto de cuerpo: -No se preocupe por las cuestiones reglamentarias. De eso me encargo yo.
Me vuelvo a levantar y me paro frente al mapa. La distancia entre Coipe y la X parece minúscula, cuestión de centímetros, claro que en el terreno y en la Cordillera es otra cosa; pero no me parece tan formidable. Si los bobos tienen intercambio, debe de haber por lo menos un sendero. La verdad es que no resisto trepar por los riscos en aquellos lugares.
-¿Qué distancia hay?- le pregunto señalando el mapa.
-Unos veinticinco a treinta kilómetros- me muestra una sutil línea marrón. –Un pequeño sendero los comunica, bajan sus productos en mulos.
“Si pasan los mulos, pasaremos los burros”-pienso-. “No parece tan arriesgado, el problema es no perderse en los desfiladeros… Además hay un sendero…”. Luego me vuelvo hacia él, que está de pie y a mi lado.
-¡Trato hecho! Hablaré con los otros. Si están de acuerdo, partiremos después del Año Nuevo. (“¡Me embarqué solito! No sé cómo me convenció.).
Creo que por primera vez que lo conozco, lo veo sonreír
-Antes necesito algunas sesiones con el grupo para orientarlos en el trabajo; pero no se preocupe, profesor. Creo que con 3 ó 4 reuniones será suficiente. Si no logro convencerlos (lo que me parece raro que suceda), le avisaré.
-Se lo agradezco, Eduardo. Desgraciadamente no disponemos de medios para estas investigaciones. Y tenemos que hacerlas recurriendo tan solo a nuestra voluntad y audacia-. Luego agrega con auténtica nostalgia: -“Si yo tuviera unos años menos, por cierto que los acompañaría gustoso…”
-Le creo. Me agrada la gente que se apasiona por metas que están más allá de sí mismos. Desde ese mismo instante, y sin siquiera haberlo pensado, paso a ser uno de los neutrales respecto de él…
Nos despedimos con un cordial apretón de manos.

…………………………………………………………………………………….

La expedición para la tesis llega a un acuerdo.

-Si- digo haciendo una pausa chejoviana. Vamos a seguir. La semana pasada hablé con don Félix y me hizo una proposición.
Les cuento con pelos y señales lo hablado. A medida que avanzo en el relato los veo más atentos y pasando gradualmente desde el escepticismo hasta un interés cada vez más abierto. Y no permito ninguna interrupción hasta que termino. Me desconcierta un poco el hecho de que lo que más los entusiasma es el viaje. [Precisamente lo que más me disgusta].
Cuando termino, no tengo necesidad de esperar mucho. Erick Allesch es el primero en reaccionar.
-Yo voy, me parece una buena oportunidad. Una tesis con Morales Pettorino es una garantía (calla un momento y agrega): Una expedición de ese tipo debe ser muy bien organizada.
-Por supuesto- le digo antes de que termine- y tú eres la persona idónea para hacerlo. Asiente con la cabeza y supongo que su exacto mecanismo cerebral ya debe de estar distribuyendo el peso de las mochilas.
-¿Y? –miro a Miguel Galán, que no ha dicho nada. Se rasca la mejilla, señal de que está indeciso.
-Yo también –lo dice muy lentamente, como si le costara hablar. –La verdad es que tenía otros planes. Pero, ¿qué harían ustedes sin mí? Capaz que se pierdan o se los coman los cóndores.
-Gracias, si tuviera un pañuelo limpio, derramaría una lágrima. Voy a levantarme cuando Guillermo me toma del brazo.
-Un momento, ¡yo también voy! -Como todos lo miramos con cara de “qué rayos haría un profesor de Educación Física en un trabajo lingüístico”, nos aclara-: primero, no tengo dónde vivir, por ahora estoy en casa de un amigo y no quiero molestar, además puedo serles útil de muchas maneras y no les costará un peso.
-Estamos de acuerdo- digo interpretando a los demás, ya somos cuatro, y aunque en la tienda de campaña caben tres, aplicaremos el solidario refrán: “donde caben tres, duermen cuatro”.
Celebramos con un refresco porque no nos alcanzaba el dinero para una botella de vino.

NOTA: Con la sola excepción de Guillermo, el profesor de Educación Física, los tres restantes tesistas: Erick Allesch, José Eduardo Barredo y Miguel Galán participaron entre 1968 y 1970 en dos seminarios de titulación sobre temas lingüísticos en la Universidad Católica de Valparaíso (hoy Pontificia), bajo la guía del profesor Félix Morales Pettorino. Los temas eran bastante distintos al mencionado en la novela

miércoles, 7 de marzo de 2012

¡Felicidades para Chivita Veca!

[Hoy, 4 de abril de 2008,
cuando se cumplen 160 años justos
del nacimiento de nuestro héroe máximo,
Arturo Prat Chacón, que vio la luz
justito el 4 de abril de 1848 en San Agustín de Puñual (Ninhue)
y , pol suerte, naa más que la mitad
de too eso,
Misiá Silvia Morales Pettorino,
justito el 4 de abril de 1928,  en Chuquicamata,
¡lógico!:¡con caeza ‘e cobre
tenía que sel!
Pero ambos dos: ¡bien chilenitos,
con el faol de Dio!].


[Dos amores del alma]








A la Dama Homenajiá,
sin sota caída ni pelos en la sopa:

Aquí va el “envío’, a modo de salutación y homenaje,
del pueta populal porteño, Ño Feliciano,
‘e la mesma camá (manque argo más viejón
que la ilustre cumpleañera recién mentá:


¡Qué familia más contenta,
Chivi, Emilio y los dos Pecos!:
la patrona cumple ochenta.
¡me tomo un güen pisco al seco!
En Prat, el doble es la cuenta.
Trago, torta y embelecos
pa que la “diva”se sienta
tan cargá como un equeco
con amol, salú y polenta,
sin dejal el menor hueco...
y que se encumbre a los noventa
con su Emilio y sus dos Pecos.
De alegría ya revienta
l’crío mayol, “Chivato Veco”


Y... ¡muchazas volteretas
di' años, mi güena hermana!

Ño Feliciano. el dechao de los puetas
de la cebolla en rama.

Villa ‘el Mal al 4 de los abriles (de la susodicha chiquilla) d’este Año Ocho.

¿Osezno, perro o Mageno?



Apodos íntimos de  Misiá Inesa para Ño Feliciano.


Querido osezno: A estas alturas de nuestras vidas, casi no me quedan palabras nuevas para decirte lo mucho que te quiero y lo agradecida que estoy de Dios por haberte puesto en mi camino.
Y tal como dice la tarjeta, estás cada día mejor. Siempre preocupado de mi bienestar y el de toda nuestra numerosa prole, y aún de tus hermanos en desgracia.
Tienes un alma noble y generosa, eres tierno y paciente conmigo y con todos.
Por eso, y por muchas otras cosas (¡?), te quiero cada día más y ruego a Dios que me acompañes por muchísimos años más. Te abraza y te besa tu Nechia. Recreo, Nueve 402-B, 24.09.91.

Querido osezno: ¡Tantos cumpleaños que hemos celebrado juntos...!
¿Y cuántos más nos deparará el Destino? Ojalá sean muchos, muchos más, pues la vida junto a ti es alegre y placentera. Eres un excelente padre, un abuelo cariñoso y eres, además, mi amante esposo, mi íntimo amigo, mi consejero, mi eficiente valet de chambre, mi compañero de viajes y de juegos (que se enoja cuando pierde en el “tablero chino”).
En fin, lo eres todo para mí. ¿Qué sería de mi vida sin ti? Por eso pido a Dios te dé muchos años más de vida, para gozo de tus hijos y nietos y para mi propia felicidad.
Que Dios te bendiga hoy y siempre. Te abraza y te besa con amor: Tu Nechia. Recreo, Nueve 402-B, 24.09.94.

Mi perro querido: Te trajo la Primavera, la estación de las flores, la alegría y el amor, atributos que te concedió el Señor y que tú has derramado a manos llenas en tu entorno laboral y familiar.
Gracias por la felicidad que nos has brindado durante todos estos años.
Gracias por ser un compañero de ruta excepcional.
Pido a Dios que me acompañes muchísimos años más, porque sin ti me sentiría perdida en el Universo.
Te amo cada día más: tu Nechia, Recreo, Nueve 402-B, 24.09.97.

Querido Mageno: Eres muy valiente al confesar tu edad. Puedes hacerlo libremente, pues eres tan jovial y coqueto que pareces un joven cuarentón.
Por eso te quiero igual, o más que antes, por esa cualidad tan tuya de aligerarle la carga a los demás para echarla sobre tus hombros, ese es tu destino, ser el Cireneo de todos tus seres queridos. Es hermoso vivir a tu lado, los días se pasan volando y ¡oh, desgracia!, los años también.
Bueno, querido osezno, te deseo miles y miles de felicidades en el día de tu cumpleaños.
Te amo más que nunca y espero en Dios vivir muchos años más junto a ti aquí en la tierra, y después en el Cielo, por toda la Eternidad. Te besa y abraza: tu Nechia, Viña del Mar, 2 Oriente 628, Edificio “Doña Rosa/Don Benjamín”, Dpto. 62, 24.09.02.

Querido Magenito: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Por eso tú sabes lo que siento por ti hace más de medio siglo. Mi amor es leal e incondicional a toda prueba.
Ahora que cumples 80 años, te reitero lo feliz que he sido a tu lado y espero en Dios que aún nos conceda unos buenos años más para seguir amándonos. Te besa tu Nechia. Viña del Mar, 2 Oriente 628, Edificio “Doña Rosa/Don Benjamín”, Dpto. 62, 24.09.03.

Magenito querido: En este día de tu 82º cumpleaños, quiero decirte que te amo con todo mi corazón. Eres el hombre de mi vida, colocado justo al alcance de mi mano por Dios Nuestro Señor, que me quiere mucho y por lo mismo se ha encargado de llenar de regalos mi vida y, entre todos ellos, el más preciado eres tú.
Eres el compañero ideal, tierno, comprensivo, generoso, alegre y jovial.
Mi vida junto a ti está llena de alegrías, porque no permites el pesimismo ni la tristeza junto a nosotros. Tú estás siempre dispuesto a solucionar todos los problemas para brindarme una vida plácida y segura.
Y nuestro amor es más grande y profundo ahora que antes, porque a través de tantos años de feliz convivencia, nos hemos compenetrado completamente y ya no hay secretos entre nosotros.
Dios, que nos ama tanto, tendrá ya dispuesto su plan para el fin de nuestras vidas. ¡Sea lo que Él quiera! Pero mientras estés aquí, junto a mí y a nuestros hijos y nietos, trataremos de hacerte feliz para que desees estar muchos años más entre nosotros alegrando nuestras vidas. Te quiere con toda el alma: tu Nechia. Viña del Mar, 2 Oriente 628, Edificio “Doña Rosa/Don Benjamín”, Dpto. 62, 24.09.05.

Querido Magenito: Ni en tu “inmenso Diccionario”, encuentro las palabras que necesito para declararte el gran amor que siento por ti; amor que no ha disminuido ni un ápice durante tantos años de “trajín”, si así se le puede llamar. Al contrario, a medida que pasan los años, nuestro mutuo amor se acrecienta y es nuestro escudo protector en la vida.
Magenito querido, cómo no amarte cada día más si eres tan generoso y tan sacrificado en cada minuto de nuestro diario vivir. Amor mío, no sé cómo dar gracias a Dios por haberme enviado un esposo modelo y un padre ejemplar.
Ahora sólo queda pedir a Dios y a La Virgen que te protejan y goces de una larga vida junto a tu numerosa y feliz familia. Te abraza y te besa con pasión: Tu “Nechia. ¡Feliz cumpleaños! ¡Te quiero hasta el “Cielo”! Viña del Mar, 2 Oriente 628, Edificio “Doña Rosa/Don Benjamín”, Dpto. 62, 24.09.06.

Origen de Mageno: Mageno, fue el nombre cariñoso que ella me puso en 1946, cuando estábamos a unos cinco o seis meses del inicio de nuestro pololeo... Por lo que supe, tomó este nombre de "La flauta mágica", la famosa ópera musical de Mozart, y que encarna al hombre-pájaro ingenuo, querendón e idealista, llamado Papageno, que busca afanosamente a su pareja, la Papagena, para amarla entrañablemente  por toda la vida y tener con ella muchos hijos. No queriendo mi Nechia utilizar el mismo nombre del famoso músico alemán del siglo XVIII,  lo cambió a su regalado gusto por otro análogo, algo más corto, de modo que las sílabas iniciales de papá  las alteró por el posesivo francés "ma", que significa "mi". procedente de "mío". Y así nació el "Mageno", que fue el apodo cariñoso con que siempre me trató en la intimidad durante los 61 años de vida de amor en común. Naturalmente que por contraste (ya que Mozart creó también la Papagena) yo la llamaba mi "Magena", mi "Magenita"; pero solo ocasionalmente, ya que el nombre íntimo y posteriormente familiar con que ella fue conocida fue el de ·"Nechia" procedente por derivación inversa de Nechita, creado por mí (unos dos meses antes que el "Mageno" de ella) a partir de "Inesita > Inechita".

martes, 6 de marzo de 2012

Testimonios didácticos de Quinta Imagen, pág. 7, Valparaíso, 16.10.1991.

    ¿QUÉ ES SER MAESTRO?
Profesora Valentina Banfi, alumna de Castellano del  I. Pedagógico de la U. de Chile en Valpso.
   Siempre que se trata de destacar la trascendencia de la labor del profesor, este cambia de nombre. Entonces se le llama "maestro". Oración de la maestra se llamaba el hermoso texto poético de Gabriela Mistral, no de la profesora. La sociedad parece haber establecido un claro distingo entre ambos sinónimos (lo que no tiene mnada de extraño, ya que la sinonimia perfecta no existe, según me enseñó mi maestro de Gramática en el primer año universitario). Profesor es aquel que imparte conocimientos. "Maestro" es mucho más que ser profesor, e, incluso, a veces se es maestrio sin ser profesor, porque ser maestro dista mucho de ser un grado universitario. Pero, sin duda, el maestro por excelencia es maestro y profesor.
    La palabra "maestro" viene del latín "magister", el que enseña. Es decir, el que deja "una señal", su impronta que persiste en el discípulo como una huella indeleble. Sus discípulos llamaban a Cristo "Maestro". Nosotros reservamos ese nombre para aquellos profesores que de algún modo dejaron su marca en nuestra alma como un sello que nos dignifica, que nos ennoblece.
    ¿Por qué algunos profesores poseen esa capacidad de proyectarse en sus alimnos y otros no?
   Una preparación científica rigurosa, el nivel académico del profesor, su sabiduría, influyen desde luego, pero no bastan. Mucho más significativo es cómo entrega sus conocimientos. Su humanidad. Su capacidad de comprensión y afecto.
     El calor de su palabra y la generosidad de su corazón es lo que hace que su presencia permanezca en sus discípulos mucho más que como un hermoso recuerdo.
     Por eso los grandes maestros se descubren en el corazón de quienes fueron sus alumnos.

Testimonio de Oscar Quiroz Mejías, de la Facultad de Humanidades en la Universidad de Playa Ancha (UPLA).
     Su llegada (al Liceo Eduardo de la Barra de Valpso,) había suscitado la natural curiosidad que suele despertar un cambio de profesor. Y helo allí de pronto, sin preámbulos, deseoso de entrar en materia, La lista, buenos días jóvenes, su rápida mirada al libro para enterarse de las materias pasadas, observaciones, notas... y luego la clase, o mejor, un diálogo acelerado, vivaz, que para muchos ha pasadoa ser una perpetua invocatoria y convocatoria al estudio, al trabajo, a la discusión, al cuestionamiento. Los adolescentes de ese distante cuarto de humanidades pasamos a ser el señor García, Asís, Novoa, Sáez, Gutiérrez, Pantoja, Quiroz, Zamora. Un señor que no podía dejar de estar pendiente del curso de ese diálogo, tanto por la seducción del maestro como los sorpresivos y frecuentes llamados a responder con su palabra, su opinión, su trabajo: "antes que el tiempo airado cubra de nieve la dorada cumbre". ¿Y usted? Usted, señor García, ¿qué sabe de esto?, el carpe diem, la vida fugaz, el compromiso... Pero usted, señor Ríos, ¿qué cree?, ¿qué piensa?, ¿qué quiere? Y la vida retirada, el ubi sunt? (el ¿dónde están?), Lope, el honor, Cervantes, la experiencia, la vida, el dolor, la muerte. Mañana... ¿Qué hay para mañana? Recitación: el autor, la época, la obra. ¿Por qué ese poema?: "No me mueve, mi Dios, para quererte / el cielo que me tienes prometido..."Pobre barquilla mía, sin velas desvelada y entre las olas sola... Teatro, teatro habrá mañana. La  Compañía de teatro que luce su nombre, ¿superará el éxito que logró la Compañía Calderón". Hoy me ha tocado ser gramático, mañana comentarista, la próxima semana actor: ser, hacer, trabajar, estudiar. ¿Y si representamos la obra en el salón de actos del liceo? ¿Por qué no? ¿Para qué está? "¡Ay, mísero de mí! ¡Ay, infelice!" Y de la sala de clases saltábamos al salón de actos. La Vida es Sueño. Un día la luz de primavera inunda la sala, es el recreo. Los alumnos preguntan, sugieren, critican, quieren más, otros no pueden más. No. Todos tienen un lugar en ese crisol de personas de la clase de Castellano. Félix Morales Pettorino, el maestro, feliz en el corazón de esa vida juvenil, hermosa. A la distancia me digo: "-¡Seré profesor, quiero ser profesor, como él, como él!".
Testimonio del profesor Eddie Morales Piña, jefe de carrera de Castellano en la UPLA. En cada una de las cátedras dictadas por don Félix aprendí a conocer la sabiduría y el valor académico del profesor Morales y a apreciarlo como persona y como maestro. Por eso nos dolió cuando fue exonerado de la universidad (por la dictadura militar), y creo que su vuelta a las aulas, de las que nunca debió estar ausente, es una reparación justa, moralmente, que enaltece a esta universidad.
    Para nuestra generación verdaderamente don Félix Morales Pettorino fue el maestro que guió nuestros pasos por el mundo gramatical, haciéndonos conocer y valorar nuestra lengua materna. así como también a afianzar nuestra vocación de profesor de Castellano. Más tarde yo derivé hacia la Literatura y convertido ahora en Jefe de Carrera de Castellano, recuerdo con aprecio y orgullo aquellos años en que don Félix fue mi maestro.

Testimonio de Patricia Vargas Sandoval, profesora de Lengua Materna y Jefa de Docencia del Instituto de Lengua y Literatura de la Universidad Católica de Valparaíso, hoy Pontificia, PUCV.

    Para mí, don Félix es el maestro por excelencia, pues aúna en forma extraordinaria lo humano y lo intelectual. Ha sido mi único maestro. Me motivó en el estudio de todo lo relativo a la lengua y me entregó las herramientas necesarias. Es un gran metodólogo. Posee una gran mística de maestro.

Testimonio de M. Isabel Peñailillo Fuentes. profesora de Latín y de Lengua Materna en el Instituto de Lenguas Clásicas, P.U.C.V.
La figura inconfundible de don Fëlix en las antiguas aulas de la U.C.V. permanecerá para siempre en mi mente. Hizo nacer en mí el gusto por los estudios gramaticales de nuestro idioma. Siempre le agradeceré los altos valores humanos, estéticos y lingüísticos entregados.


    

Prólogo del profesor Eddie Morales Piña.

El Español de Chile.
[Colección de trabajos del prof. Félix M. Pettorino]
               
             

 Introito

En los primeros años del inicio del Tercer Milenio y comienzos del siglo XXI, la humanidad se enfrenta a una época marcada –muchas veces de una manera exagerada– por una primacía de la acción sobre la reflexión y el pensamiento.  Desde mediados del siglo recién pasado, la acelerada especialización de la ciencia y la tecnología ha conllevado a un tipo uniforme de progreso material en ciertas sociedades que amenaza con menoscabar el cultivo de los valores intelectuales como ámbito propio de la actividad que enriquece el espíritu.

Como es bien sabido, la cultura del mundo clásico sirvió de modelo y paradigma para la configuración de los rasgos que definen nuestra civilización occidental y cristiana, a través de sus lenguas e instituciones, sus ciencias y sus literaturas, sus modos de vivir y de pensar.  Ciertamente que nuestras sociedades actuales tienen sus raíces en este precioso legado histórico-cultural, que, por ende, estamos obligados a preservar como patrimonio.

La palabra (logos, verbum, al decir de los clásicos) como vehículo de comunicación oral y escrita, la filosofía como búsqueda de la verdad, el mensaje siempre actual del griego y del latín, la indagación del pasado histórico, las expresiones estéticas a través del arte y la literatura, así como otras disciplinas integradas en el marco de las Humanidades, constituyen los saberes, actitudes y destrezas que modelan la vida intelectual.

Nuestra Facultad de Humanidades de la Universidad de Playa Ancha tiene como misión fundamental preservar estos valores clásicos mediante los estudios de humanidades que constituyen la base de la capacidad creativa e innovadora de la persona, objetivo principal de la educación, y de la formación integral del hombre. Desde siempre en su devenir histórico se ha buscado conservar y acrecentar el patrimonio cultural en el área de las humanidades de lo que han dado cuenta en las últimas décadas múltiples publicaciones de los/as académicos/as de la Facultad.

En este sentido, la Facultad de Humanidades tiene entre sus prioridades como unidad académica la publicación de libros, manuales de estudio y revistas, generados al interior de los cuatro departamentos dependientes de ella. Con este fin, hace algún tiempo, se crearon las Ediciones de la Facultad de Humanidades, cuya finalidad ha sido proyectar el saber, como también dar cuenta de las labores de investigación de sus académicos y de la extensión de la Facultad.

En los últimos años se han publicado más de una veintena de textos, entre libros y manuales que abarcan las áreas disciplinarias de la Lingüística, de la Literatura, la Antropología, la Historia, la Filosofía, entre otras. Además, edita cinco revistas, siendo la más antigua la Nueva Revista del Pacífico que publica estudios literarios y lingüísticos, seguida de Notas Históricas y Geográficas. Tres centros de estudios tienen sus propias publicaciones: Cuadernos del Pensamiento Latinoamericano (Centro de Estudios del Pensamiento Latinoamericano), Anuario Hélade (Centro de Estudios Helénicos) y Al Nur (Centro de Estudios Arabes).

 

 

Homo humanitatis


Uno de los humanistas más destacados de la Facultad de Humanidades es, sin duda, don Félix Morales Pettorino, autor del libro que ahora tengo el honor de prologar. El profesor Morales Pettorino, lingüista, educador y abogado, nació en Valparaíso y estudió Pedagogía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, en Santiago. Como estudiante colaboró en investigaciones lexicográficas con el distinguido lingüista y filólogo Rodolfo Oroz Scheibe y su memoria de título, patrocinada por la distinguida educadora Irma Salas Silva, versó sobre “Recomendaciones para un Programa de Castellano Funcional”, titulándose como Profesor de Castellano en 1949.

En 1952, después de dejar sus clases en el Liceo Manuel Barros Borgoño y en la Universidad Popular Valentín Letelier de la capital, llegó a Valparaíso a enseñar al Liceo Eduardo de la Barra. Más tarde, se incorporó a la Universidad Católica de Valparaíso como Profesor de Gramática, y también al Instituto Pedagógico fundado gracias al esfuerzo y la visión de otro sobresaliente humanista porteño, don Óscar Guzmán Escobar, uniéndose después de un tiempo a la Universidad de Chile, sede de Valparaíso, a través de la Facultad de Filosofía y Educación, dando origen posteriormente a lo que es hoy nuestra Universidad de Playa Ancha.

Conocí a Don Félix en la década del 70 del siglo pasado, cuando ingresé a estudiar Pedagogía en Castellano, precisamente a la Facultad de Educación y Letras de la sede porteña de la Universidad de Chile. El primer encuentro con el profesor Morales Pettorino fue en la oficina de la Jefatura de Carrera, por cuanto él servía este cargo. Luego, lo tuve como profesor en distintas disciplinas como la gramática, la fonología, la gramática diacrónica. En cada una de estas cátedras pude conocer y aquilatar el saber de Don Félix, como también su profunda capacidad para enseñar a adentrarse en las complejas materias que formaban parte de nuestra formación disciplinaria y profesional. Paulatinamente, además, fui descubriendo al formador, al maestro, preocupado no sólo por la entrega de los contenidos, sino por la formación integral de los jóvenes que tenía frente a sí en el aula.

De este modo, se fue prefigurando la imagen del humanista que es don Félix Morales Pettorino; la imagen modélica del maestro que quería entregar lo mejor para sus formandos, pues como escribía hace algunos años atrás Fernando Silva Sánchez, “conocedor seguramente de la verdad expuesta por un pedagogo norteamericano en el sentido de que el profesor que es solamente profesor, es un mal profesor, Félix ha contribuido de modo imponderable, pero real y eficaz, a educar, a formar personalidades”.

Humanista integral, el profesor Morales Pettorino, no sólo ha dejado profundas e imborrables huellas en quienes le conocimos como maestro en el proceso formativo profesional, sino también sus huellas están en los frutos de su trabajo profesional, cumpliéndose cabalmente en él las palabras del Rabí (Maestro) de Nazareth, cuando le dice a sus discípulos que los hombres serán conocidos por sus frutos. Ciertamente, los frutos abundantes de don Félix en el ámbito académico son sus obras, pues en el plano más íntimo está su gran familia que formó con su esposa Inesita Hernández, que es también profesora (de Francés).

 

Opus operatum


Las obras de don Félix Morales Pettorino son abundantes entre artículos, monografías y libros sobre temas gramaticales y lexicológicos, que se extienden desde 1960 cuando publicó “Elementos de Análisis Lingüístico” y “Breve índice de correcciones idiomáticas”, hasta su monumental “Diccionario ejemplificado de chilenismos”, que consta de un “Estudio Preliminar” y de ocho volúmenes, publicados entre 1983 y 2006. Varios de los libros de don Félix, con varias ediciones “corregidas, aumentadas y puestas al día”, fueron lectura obligatoria en los cursos que seguí con él, como por ejemplo, “Correcciones idiomáticas” (1966), “Las encuestas lingüísticas como método de enseñanza del Castellano” (1967), en coautoría con la prof. Marina González Becker, “Gramática para textos” (1966), en coautoría con los profs. Dora Mayorga Aravena y Óscar Quiroz Mejías, el “Manual de Fonología Española” (1975), en coautoría con el Dr. Daniel Lagos Altamirano, “Dudas y problemas gramaticales” (1990-1991), en coautoría con el prof. Óscar Quiroz Mejías y últimamente la “Fonética Chilena” (2003). Recuerdo vivamente cómo el profesor Morales nos asignaba a cada uno de sus alumnos diversos problemas gramaticales que debíamos resolver con sus textos y orientación y exponerlos ante el curso, cuando al azar nos nombraba y nos decía “a la palestra”. Al momento de redactar este prólogo, tengo a la vista en mi escritorio la edición príncipe de la obra “Los verbos en –ear en el español de Chile”, que escribiera don Félix con la colaboración de dos de sus más connotados discípulos en la investigación lexicográfica, nos referimos a la profesora Dora Mayorga Aravena y al profesor Oscar Quiroz Mejías, actual Rector de la Universidad de Playa Ancha, quienes también fueron mis maestros en la cátedra universitaria. La obra fue publicada por la desaparecida Editorial Del Pacífico en el año 1969 y en la solapa del libro se dice que es “producto de varios años de serio y concienzudo trabajo, ofrece al lector la posibilidad de disfrutar de un aspecto interesante y novedoso de nuestra lengua, cual es la “gran familia” de voces en -ear, -eo, -eado, -eada, -eadura, -eante, -eaje, -eoso, -eación, etc., riquísimo caudal que mana directamente del uso del idioma español de Chile, avalado por miles de citas de más de un centenar de autores contemporáneos”. Más adelante, se informaba que los autores estaban trabajando en una obra de gran envergadura, el “Diccionario Ejemplificado del Español de Chile”, que, como es sabido, se concretó exitosamente con el transcurrir del tiempo, siendo premiada con el honroso galardón “Conde de Cartagena” de la Real Academia Española.

En los últimos años, el profesor Morales Pettorino ha incursionado en el ámbito de la literatura, escribiendo en el género narrativo y también en el lírico. Es, tal vez, una faceta poco conocida en él por cuanto se le identifica fundamentalmente como gramático o lexicógrafo. Sin embargo, resulta interesante leerlo como creador literario, especialmente en los relatos que transitan por el ámbito de la literatura infantil y juvenil. Por otra parte, su novela “La crucificada del Cerro Cordillera”, Don Félix la ha calificado de “esperpéntica” y en ella los chilenismos le sirven para hilvanar una historia interesante que pone a prueba al lector por la profusión de modismos y el léxico tan peculiar del español de Chile.

El profesor Morales Pettorino, como el intelectual y humanista que es, no cesa de producir, pues sabe que lo mejor que puede dejar como legado a las generaciones venideras son sus obras, que son los frutos de un trabajo acucioso y perseverante del hombre que sabe que Dios le dio dicha potestad, es decir, hacerse partícipe de este don de Dios que El ha confiado a los hombres; poner al servicio de los demás, de los “próximos”, los dones y talentos, pues lo más probable es que recuerde el pasaje evangélico de que a quien mucho se le ha dado mucho se le exigirá. Don Félix ha hecho fructificar esos dones y talentos en su vida familiar y profesional.

En este sentido, la última obra del profesor Morales Pettorino, cuyo prólogo redacto, se titula “El Español de Chile. (Estudios fónicos, gramaticales y léxicos)” (2006). Se trata de un texto realmente muy interesante y valioso para toda persona que quiera conocer y aprender más en profundidad acerca del  español hablado en Chile. El libro recoge en sus páginas dieciséis estudios sobre las áreas del lenguaje indicadas en el título de la obra. Algunos de estos trabajos yo ya los había leído y estudiado, por cuanto circularon en distintas revistas especializadas del ámbito de la lingüística. Se trata, por tanto, de una especie de antología que reúne los estudios del español de Chile escritos por el profesor Morales Pettorino en su larga vida académica

Los artículos están centrados en temas detectados en el español de Chile, como las variantes fónicas y morfonológicas por agregación y reducción del significante, la neutralización consonántica, las siglas, los anglicismos, la sinonimia de los gramemas, los prefijos, los gentilicios, los hipocorísticos, el voseo, el voseo chileno y el rioplatense, los tratamientos, las locuciones comparativas, la conjugación, los verbos en –ear y su familia chilena, y el diccionario ejemplificado de chilenismos.

La obra se abre con una entrevista  realizada por el periodista Adán Méndez de la Revista Pluvial de Valdivia, “ligeramente modificada por el entrevistado”. La entrevista es una enjundiosa y larga conversación que sostuvo Don Félix con el periodista valdiviano donde el lector va descubriendo la personalidad del lingüista, del lexicógrafo, del educador, del abogado, del esposo, del padre de familia, de sus orígenes, de sus estudios, de su formación religiosa, etc., en definitiva, de la rica personalidad del autor de la obra.  En la entrevista queda en evidencia para el común de los lectores, el porqué Don Félix estudió Derecho, puesto que quienes le conocemos más personalmente, sabemos la respuesta: “...estudié Derecho no por verdadera vocación, sino que por algo racional y meditado, para poder alimentar una familia que vislumbraba y añoraba en un futuro próximo...”.

Los estudios contenidos en el libro se caracterizan, desde el punto de vista de su estructura y de la materia analizada, por la conocida acuciosidad con que el autor aborda una temática desde una determinada perspectiva teórico-crítica. En los estudios queda, por otra parte, demostrada la ya proverbial metodología con que el profesor Morales Pettorino enseña sus materias predilectas que transitan en esta obra por lo fónico, lo gramatical y lo lexical. Será, sin duda, además, un valioso material de apoyo a la docencia universitaria.

 

Conclusio


En síntesis, en la sociedad de hoy, a principios de siglo, marcada por un ideal de eficacia y productividad inmediata, las humanidades reclaman su fortalecimiento para formar sólida e integralmente a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. La obra de don Félix Morales Pettorino se inserta dentro de los espacios de la investigación y de la reflexión que tanto el patrimonio humanista como la sociedad le demandan, preservando así los valores propios de la sociedad y la cultura. El libro que presento es una muestra palpable de que el autor no cesará en su labor que por décadas ha desarrollado para bien de las nuevas generaciones

Es para quien escribe estas líneas un orgullo presentar la obra “El Español de Chile” de su dilecto y recordado profesor Morales Pettorino, por cuanto ella viene a sumarse a una larga trayectoria académica, donde a través del quehacer pedagógico se ha realizado en plenitud como humanista.

Ad maiorem divini amoris gloriam.



Eddie Morales Piña
Profesor Titular
Facultad de Humanidades
Universidad de Playa Ancha




Hernán Morales, el artista magistral.

[De Emilio, esposo de Silvia Morales.].

Escribir sobre la vida y obra de mi querido hermano, no de sangre, sino de melodías, no es una tarea fácil, porque inevitablemente hay que acudir a su arte, a su creatividad, y en particular a su inimitable talento, temas de muy compleja apreciación y además, de una subjetividad difícil de penetrar.
Hernán (Nancho, como todos cariñosamente lo llamábamos) era, sin asomo de duda, un artista nato, poseedor de un enorme talento natural que derramaba por doquier manifestándose a diario en la soltura y fineza de sus dibujos, en la pintura y en la cerámica, sin contar la inspiración en lo musical, además de su capacidad congénita para la poesía.
El estudio del piano, que inició desde cuando era un niño de seis a siete años, lo acompañó durante toda la vida. La vena creativa era su característica principal en todo orden de cosas. De naturaleza tranquila, reposada y analítica, cuando algún tema despertaba su atención, lo meditaba elaborando su propio y siempre original enfoque.
Su producción artística, no muy numerosa es, sin embargo, de notable calidad, dado el gran esmero que ponía en cada trazo, pincelada o nota musical, caracterizados por su acendrada perfección en la línea del dibujo y en su fino oído para la armonía y lo melódico.
En el terreno de lo musical, cabe recordar que inicia sus estudios de ejecución pianística gracias al ejemplo de su hermana, quien a la sazón (1941) cursaba niveles avanzados en el Conservatorio Juan Sebastián Bach de Antofagasta, de modo que en 1949, cuando yo tuve la suerte de conocerlo en la ciudad de Quiillota, Nancho, adolescente de 16 años, impresionaba interpretando las polonesas de F. Chopin. Fue entonces cuando logró hacer amistad con el violinista Leonardo Vergara, con quien compartía alegremente la música y las charlas salpicadas de humor juvenil.
Posteriormente su familia se radica en la vecina ciudad de Viña del Mar donde nuestro pianista ingresa al Conservatorio Municipal iniciando sus clases con la profesora Victoria Lavarello. De aquella época datan programas que lo muestran en recitales de piano solo, en que se incluyen algunas de sus primeras composiciones. Escucharlo era un deleite, sabía extraerle óptimo sonido al piano e imprimirle expresión y madurez a la obra, siempre  interpretada con gran soltura y maestría.
Pero no se limitó a la interpretación. Su talento pedía más. Más que pedir, su estro musical le requería crear, componer música en el piano. Así nació “El cuervo y la paloma”, basada  -como se sabe- en una antigua leyenda en que esta ave, al ser atrapada, le extrae el corazón a su perseguidor. Después vino la “Pascua Campesina”, obra musical con variados temas de raíz folclórica chilena creados por nuestro compositor.
En los inicios de la década del cincuenta, en una nueva obra titulada “Monodías para flauta sola”, experimenta en música dodecafónica (series de doce sonidos que se repiten, aunque con diversos ritmos).
Años más tarde, motivado por la excelsa poesía de nuestra inmortal Gabriela, escribe en el pentagrama “Tríptico Mistralino”, tres poemas musicalizados en piano para voz de soprano, que posteriormente arregló para coro a cuatro voces.
Cabe tener presente, además, que dedicaba buena parte de su tiempo a la improvisación musical, que habría sido interesante haber registrado de alguna manera; pero lamentablemente de ella no nos ha quedado ninguna obra.
En la danza tuvo una poderosa motivación porque su hermana Silvia estudiaba ballet con la eximia bailarina Daisy Cordero en Viña del Mar, donde esta dirigía una Academia de prestigio. Posteriormente y una vez terminados sus estudios en dicho establecimiento, Silvia organizó cursos de ballet con niñas de las Escuelas Primarias de Valparaíso y para ellas nuestro artista escribió un ballet infantil basado en rondas tradicionales que fue presentado en el Teatro Velarde (hoy con el rango de Municipal) en dicho Puerto).
Con Wilfredo (Tito), su hermano menor, que llegó a ser un tenor de calidad en Milán, acompañado por Nancho al piano, formaban un excelente dúo en arias de ópera y temas religiosos, como el “Panis Angelicus” de César Frank. Finalmente recuerdo que con mi cuñado y amigo Nancho tocábamos una memorable interpretación del “Andante” para flauta y piano de W. A. Mozart, que tuvimos el honor de presentar en la capilla de la Universidad Católica de Valparaíso con ocasión de una ceremonia académica.
Podemos concluir que Nancho, sin lugar a dudas, era un músico de excelente formación académica, un intérprete de calidad y un compositor muy inspirado.
De su creación pictórica me remito a la oncena de óleos que ha podido rescatar para esta publicación su hermano Félix, a fin de darlas a conocer a nuestro público chileno. Opino que ellas son parte importante, aunque no mayoritaria, de este Morales Pettorino, que permiten vislumbrar la originalidad y maestría de nuestro multifacético artista.
Vaya, pues, este justo, aunque algo tardío reconocimiento a lo realizado por Hernán en su fructífera vida, como un aporte al esfuerzo que Félix, su hermano mayor, junto a toda su familia hacen para dejar un testimonio susceptible de ser conocido por las generaciones venideras.
Emilio Matta Chávez.
En Viña del Mar, a 24 de julio de 2009.

lunes, 5 de marzo de 2012

Aspiraciones sin destino. Félix Pettorino.

Educando a Kevin Verdejo.

         – Kevin: ¡Dentra a la casa! ¡Te lo habís llevao toa la tarde jugando jurbo y nu' habís empezao ni siquiera a hacer tuh tareas!
         Micaela Verdejo, la madre, ha abierto bruscamente la puerta de calle con una escoba en la mano, justo en el instante en que Kevin acaba de hacerle un gol con un zurdazo impresionante a un vecino que estaba haciendo de “portero”.
         – ¡Ya voy, vieja, ya voy! Y por faor, mamá, no me sigái gritando, mira que al tiro no má ehtoy dentrando a la casa...
         Madre e hijo viven como los únicos moradores de una mediagua construida a raíz del terremoto de 1985 dentro de un campamento de casuchas miserables  en la población La Legua de la capital. Del papá, ¡ni noticias!: Hace una chorrera de años, cuando Kevin recién empezaba a gatear, que se las enveló del hogar con otra mujer, sin más excusa que el silencio más absoluto.
         Durante el incidente callejero de madre//hijo aparece repentinamente un hombre mal vestido y encorvado que se detiene sonriente a contemplar la escena sin dejar de espetar su talla:
         – Con too respeto, iñora, ¡eje nomáh jugar al cauro chico pa’ que ejercite lah patita, que hartaza farta le van a hacer en la vía, no sólo pa’l jurbo, sino tamién pa’arrancar ‘e loh pacomios!…
               Las palabras del chistoso impertinente no le hacen la menor gracia a la mujer.
    – ¿Y quién te ha autorizao a voh, curao ‘e mierda, a meterte en mih asunto? ¿No vis que el cauro ya está dentrando a la casa?  Pa’ otra ve sería máh mejol que cerrárái el hocico ante de venire a haular purah huevás!
     El hombre, sorprendido por una reacción que no esperaba, replica:
         – No me le enoje, mi reina. Usté no máh eh la que manda acá, así que ¡mil perdone! Y yo muero pollo –agrega el transeúnte aguantando la risa mientras hace el aspaviento de taparse la boca con las manos.
         Una vez dentro de la casa y cerrada la puerta de calle, Kevin, después de recibir en plenas posaderas el consabido escobazo materno, parte rumbo al comedor  sobre cuya mesa aletean algunas hojas entreabiertas de sus libros y cuadernos merced al viento que entra a raudales a la habitación gracias a los numerosos agujeros abiertos en las paredes. Dicen que son balazos salidos de peleas entre pandillas de narcos…
De mala gana Kevin se sienta en una sillita rústica de madera, se soba fugazmente el sitio donde aterrizó el aventón materno, coge un lápiz y, mal que le pese, se dispone a cumplir con sus cotidianas tareas escolares. Agacha la cabeza a medida que escribe y borra sobre el cuaderno con una goma manchada con tinta azul, luego vuelve a escribir y a borrar, sin dejar de repetir la operación, hasta que cogiéndose las sienes con ambas manos, se pone a llamar a gritos a su progenitora. Las voces potentes del muchacho se anuncian como verdaderos alaridos de desesperación:
         – ¡Ven, viejita, ven, que no entiendo ni jota lo que la profe quiere qui’ hagamo! ¡No sé cómo hacer esta tarea de Lenguaje. Tengo que ponerle un simónimo a asno y no sé qué diablo puee ser un “simónimo”. Y tampoco sé lo que es un asno… ¿Me poís ayuar,  por faor, mamita linda?
         Al urgente pedido de su hijo, acude Micaela Verdejo portando entre las manos aceitosas un trapo viejo y sucio pasado a humedad.
         – ¿A que viene tanta alharaca? ¡Ni que te hubiera picao una abeja africana, chiquillo copuchento…!
         El chico se excusa tapándose a medias la cabeza:
         – Pero mami, si tuavía no he aprendío el vocabulario ‘e la vieja ‘e Lenguaje y naiden mi’ ha enseñao qué concha es un asno ni meno qué chucha eh un simónimo
         – Eh que con la chiflaúra ‘el jurbo, ‘e seguro que no ponís atención a lah clase, como corresponde, mira que yo te conohco ende la cuna, ¡al revé y al derecho…!
         – Güeno, viejita… ¿me vay a ayuar o no? Mira que no te quiero traerte ‘e nueo un rojo en la libreta, como me pasó el mes pasao no máh…
– ¿Y me venís ‘e nuevo con esa lesera del asno y del simómino, con que me estái catetiando ende ayer? ¡Re nunca me ponís atención a lo que  yo te digo! Ni siquiera a tuh tareas, cauro flojo…, ¡válgame Dioh, muchacho, no sé qué voy a hacer contigo…! Güeno, ¡pacencia! L’ único que te pueo decire eh que el asno se asemeja a un burrito, aunque eh argo má canoso, puee ser por lo viejito; pero lo que eh esa huevá de simónimo, ni en pelea ‘e perroh la hey aprendío cuando era chica, ni meno agora… Pa mí que son un par de monoh, loh dó  bien requete parecío…
Ante la sorpresa de Micaela, el Kevy se levanta de un salto de la silla a la vez que bate con fuerza ambas manos, invadido por una alegría infantil incontenible.
         – ¡Te pasahte, vieja! ¡Hace tiempo que me he dao cuenta que voh eréi más capa que la profe, mamá! ¡Una caperuza ‘e lah güena, te diré que máh mejor que la matea del curso, una tal Pía Lorena! ¡Le achuntaste medio a medio! Porque si asno y burro son simónimoh, o sea bien parecíos, entonce  quiere ecir que son dó palaurah que sinifican lo mimmo … ¿Y ónde diaulo aprendihte tanta cosa? ¡Mira que pa’ mí la ehcuela eh como pa’ que uno aprienda purah hueváh, o sea, una sarta ‘e  custione y palaura rarah y que casi nadien entiende …
– Güeno, güeno, ejémono ‘e comentario  contra la ehcuela, que pa’ mí no es tan mala como voh ehtái diciendo... Vay a ver lo que te va a servire en el juturo, cuando seái un adurto… Y máh mejol que sigamo con lah tarea, mira que mañana me habís dicho que es la preba mentrual. ¿Tenís otra preúnta que hacerme? Tíramela al tirante, mira qu’ehtoy requete atrasá con el almuerzo por curpa ‘el lavao ‘e la ropa, con arguna qui’ otra  frezá metía en la colá.
         Kevin responde de inmediato, sin chistar:
– Ni una otra consurta, viejita…, por ahora.
         Y toma asiento de nuevo. Agarra el lapiz de pasta azul y se agacha a escribir hasta que sus cabellos hirsutos comienzan a acariciar el cuaderno arrastrándose por la hoja como un escobillón.

*

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         Para hacer el cuento corto, y no aburrir al lector con tantas payasás criollas, después de esta imagen un tanto curtural, u séase, folclórica, trasladémonos a la segunda etapa, esto es, a la llamada hoy la Enseñanza Media (pareciera que por vergüenza desapareció el epíteto de “humanística” con que se la conocía “cuantuá”, como dicen los huasos). Años más tarde, entre los pañales del siglo XXI, aparece, la imagen de nuestro Kevin cursando un poco más de la mitad de su ciclo de estudios en una escuelita municipalizada.
Como es de imaginar, a esas alturas se encontraba bastante atrasado en su aprendizaje. Frisaba ya los 18 años y apenas se hallaba en 3º medio. Pero había “consuelo para muchos”, ya que la mayor parte de curso tenía aproximadamente esa misma edad, en el mejor de los casos un año menos y, en el peor, casi un par de años más… Y todos, sin exceptuar uno solo, estaban ya con la “tincada” de que no les va a ir muy bien que digamos cuando llegara el momento de rendir la PSU, que hoy es “el cuco”  que amenaza con impedir el ingreso a la universidad.
         Kevin se hallaba enfrascado en la historia Universal, aunque enfocada casi por completo hacia la vieja Europa. Le costó mucho entender que en aquellos tiempos, pomposamente llamados “modernos”, especialmente en los siglos XVIII al XIX, la gente se interesara tanto en matarse en puras guerras religiosas y revoluciones fratricidas, antes que en llevar a cabo competencias deportivas nacionales e internacionales, tal cual sucede ahora, chuteando o lanzándose una pelota de un lado a otro, como en el básquetbol, el fútbol, el tenis y otros deportes tan atractivos como la natación o la boga. Hasta hubiera sido preferible, según él, que se hubieran trenzado, por último, en algo más inocuo, como son las peleas deportivas, ya sea en el boxeo, la lucha libre o los combates cuerpo a cuerpo tan gimnásticos, como los ideados y practicados por los japoneses, que ¡por suerte! han alcanzado, andando el tiempo, una difusión multitudinaria y una fama casi mundial, librando así a la humanidad de tanta matanza de gente sin asunto.
Olvidándose por completo de aprender temas que él estimaba sosos y aburridos, como la historia inútil e incomprensible de gente que ya murió hace ya varios siglos, o descifrando los verdaderos jeroglíficos de teoremas, tesis, hipótesis, construcciones de triángulos, cuadrados, logaritmos y otras “garambainas” por el estilo, prestaba muy poca atención a las lecciones de  gran parte de los profesores que solían declamar o hasta vociferar (por la sempiterna falta de atención de sus pupilos)  manifestando aseveraciones enfáticas acerca de temas demasiado vagos, discutibles o anticuados que atiborraban a él y a sus compañeros con datos aburridísimos, muchos de ellos ya superados con creces por el avance de los tiempos. Bastaba abrir la pantalla de un computador para captar en Internet, con la ayuda de un buen buscador, la visión en detalle de todo un mundo de realidades nuevas que superaban “demasiadamente mucho” a los viejos conocimientos (en buena parte ya abandonados) de siglos pretéritos, y por ende, obsoletos.
 Lo único que le interesaba a Kevin, podríamos decir que casi con pasión, era introducirse un poco en las nuevas tecnologías que brindaba la informática, manejar el arte del dibujo y del diseño en el computador y, aunque fuera un poquitín, algo más de artes manuales aplicadas a la mecánica y a la electricidad y sobre todo la gimnasia necesaria para practicar el “jurbo”, a fin de meter hartos goles que logren “hacer historia” y, si era también posible, de atajar los penales más imbarajables…
El resultado “académico” era de prever. Cuando terminó la Enseñanza Media y tuvo que rendir con varios centenares de miles de compañeros y compañeras la prueba crucial para lograr que se le abrieran las puertas de una Universidad mediante la PSU (sustituta temporal, como es presumible, del no muy lejano ensayo de la PAA), alcanzó a duras penas el escuálido puntaje de 313 puntitos, en circunstancias de que el mínimo exigía con riguroso apremio los inalcanzables 450. Y este score solamente para las carreras peor cotizadas y menos requeridas por su oscuro destino económico, como las de Pedagogía, dicen que más rendidora de piticlines pues se da la posibilidad de enseñar a los cabros la Educación Física (con la utopía de llegar a ser “entrenaol”), o bien  Enseñanza Básica, o acaso Media, según la aspiración de los postulantes menos ambiciosos y, desde luego, con puntajes nunca demasiado altos...
La única posibilidad para él era la de ingresar, con el aval del Estado, a una carrera modesta de respetable demanda en el mundo laboral, ya que su madre (viejita y achacosa como estaba) no tenía presupuesto para hacerlo ingresar a un Instituto Técnico Vespertino, que teóricamente lo habilitaría para ejercer como perito en computación o como auxiliar en la administración de justicia, que eran las carreras más “botadas”, pero también más fáciles, según sus compañeros de penurias, siempre y cuando los postulantes tuvieran un mínimo de habilidad básica, suficiente “molido” familiar y hubiera un campo laboral siquiera aceptable.
Así y todo, el pobre Kevin tuvo que trabajar, primero lavando autos y luego, ya que poseía cierta habilidad para las acrobacias, haciendo ejercicios
con tres pelotitas de colores que se arrojan y se recogen sucesivamente en el aire, en las esquinas más concurridas por los automovilistas, a fin de recibir a la pasada, de parte de los conductores, las miserables lucas absolutamente caritativas que le permitirían mantener viva a su viejita y activo a él mismo, pero con el ánimo cada vez más desalentado y el deseo loco de hacer algo mejor que le diera mayor gusto y entusiasmo para manejarse en esta vida tan mediocre que él veía cada vez con menor agrado y mayores posibilidades...
Al final de tanta búsqueda y experimento, no le quedó más remedio que aspirar a ser “bombero” en una estación de servicio a fin de limpiar superficialmente los autos que llegaban para que Kevin y sus dos o tres compañeros de labores les suministraran bencina a pedido del conductor. El trabajo, a pleno día como cualquiera otro, se hizo peligroso de noche… Así habiendo sido asaltada la estación de servicio durante uno de sus servicios nocturnos, quiso “botarse a choro” con los delincuentes enrostrándoles su actitud, a la vez que decidió agarrarlos a manguerazo limpio… El resultado fue casi mínimo para lo que le pudo haber pasado: una bala que se le incrustó superficialmente en el hombro derecho, por lo cual, después de las prolongadas curaciones de rigor, a petición de su madre, optó por cambiar de trabajo a algo un tanto más inocuo, aunque más difícil de encontrar. ¿Y de los delincuentes? ¡Aaah!  De aquello…, ¡nunca más se supo!
Pero Kevin, después de una serie de continuas negativas y desdeñosos  rechazos por parte de sus hipotéticos proveedores de trabajo, se percató de que ni su capacidad de comunicación ni su apariencia siquiera “decente” le permitían aspirar con alguna probabilidad de éxito a ejercer como portero, cuidador o conserje de un condominio o de un edificio de departamentos. Se sentía “ninguneado” por todo el mundo que lo rodeaba. Y no dejaba de recordar aquellas malas experiencias de aquel tiempo en que debía atender a los numerosos clientes en potencia que llegaban  conduciendo su automóvil hasta el autoservicio. Su aspecto de adolescente desgarbado y mal vestido era, según su propia experiencia, causa frecuente de que la gente lo mirara o lo tratara con cierto menosprecio. Más de alguna vez fue vilipendiado como  “flaite” o simplemente, como un presunto ladronzuelo vagando por las calles...
Como ya rozaba los 22 años, experimentó la viva necesidad de una mujer de buen talante que lo acompañara y que, de alguna manera, sustituyendo “con yapa” a su anciana madre, lo ayudara, aunque fuese muy parcialmente, a mejorar su destino haciéndolo salir del paso, tanto en el campo económico como en el propiamente sentimental.
A raíz de aquella ilusión, tuvo la oportunidad de conocer en sus correrías laborales a una bella muchachita de cuerpo fino y femeninamente delineado que, después de haber trabajado como reemplazante de acróbata en un circo viajero, buscaba una “pega no apatronada” para ayudar a subsistir a su madre y los dos hermanitos menores que, igual que Kevin, habían sido abandonados por el papá. Ambos muchachitos, primero “amigos con ventaja” y después “pololos emparejados” lograron formar un grupo “artístico” con un par de compañeros y, después de un breve y exitoso entrenamiento, se lanzaron a las calles de la ciudad a practicar acrobacias durante el fugaz período del encendimiento de los semáforos en rojo, a fin de recolectar el dinero voluntario de los automovilistas, 25 segundos antes de apagarse la luz de detención vehicular como justo premio a su temeraria proeza. Los dos ayudantes, que secundaban a la pareja, debían proceder al alzamiento de la niña sobre sus hombros, a la que nuestro héroe debía coger en cuanto ella hubiera dado una voltereta en el aire. Como es lógico suponerlo, tal ejercicio estaba absolutamente prohibido por las autoridades de la Ilustre Muni, pero como “la necesidad tiene cara de hereje”, ellos ejercían su oficio, algo más lucrativo que el de los demás cancheros de la calle, en forma absolutamente clandestina y “al cateo de la laucha”, por si aparecía por ahí por casualidad una “yuta” de carabineros o algún inspector municipal disfrazado de paisano.
 Y pasó lo que tenía que pasar: a raíz del potente bocinazo no del todo imprevisto de un automovilista, Kevin, encargado de recibir en sus brazos a la muchachita, se distrajo durante una fracción de segundo, de modo que inevitablemente la chica cayó de cabeza sobre el pavimento y se mató instantáneamente. Lo malo del caso es que estaba embarazada y nuestro pobre Kevin (que ha poco había cumplido la mayoría de edad)  tuvo que ser llevado a prisión, acusado por cuasidelito de homicidio.

Y, para terminar, vaya una reflexión con una pregunta no muy breve: ¿Fue la mala suerte, el destino, o es la estructura de aquella sociedad la que, desde hace un largo tiempo no dispone de los medios ni de las medidas adecuadas y suficientes para proteger, como es su deber, a aquellos estudiantes que, para su desgracia, han sido desamparados por la diosa Fortuna para labrar un porvenir más promisorio?